Como lidiar con interacciones dificiles medico-paciente
Autor: Miguel Ángel Cristóbal Carle | Publicado:  14/11/2011 | Psicologia , Otras Especialidades , Articulos | |
Como lidiar con interacciones dificiles medico-paciente

Cómo lidiar con interacciones difíciles médico-paciente.

Miguel Ángel Cristóbal Carle. Especialista en Psicología Clínica (Col: M-10861). Fundador de Healthy Work. www.healthywork.es

Ya son muchos los estudios que muestran como la administración de placebos por parte de médicos es a menudo capaz de conseguir mejorías en diversas enfermedades e incluso un alargamiento de la vida. Estos estudios siempre atribuyen la mejoría a una buena relación entre médico y paciente pero lo cierto es que no siempre esa relación está exenta de dificultades.

Estas dificultades solo en un pequeño porcentaje se deben a interacciones con pacientes psicopatológicos. El verdadero problema rara vez es el paciente y frecuentemente es la interacción difícil y nuestra habilidad para resolver estas interacciones. Si esta premisa es cierta, caeremos en la cuenta de que como médicos, somos nosotros los responsables de facilitar la interacción y de convertir cada cita con un paciente en un encuentro fructífero. Si aceptamos esta conclusión ya solo nos queda partir de la creencia fundada de que realizar una entrevista (esto ocurre en cualquier cita) eficaz y sin conflicto con un paciente es una habilidad que se puede aprender.

Hablemos entonces sobre cuáles son las habilidades que debemos adquirir para mejorar la interacción con nuestros pacientes y nos centraremos en cuatro:

- la escucha y la empatía,
- la capacidad para otorgar al paciente del poder necesario para que sea el quien asuma la responsabilidad de su tratamiento (empowerment),
- la identificación del momento en el que cada paciente se encuentra dentro de un proceso de aceptación y voluntad de cambio frente a su enfermedad ,
- la inteligencia emocional con la que debemos hacer frente a todas nuestras interacciones con pacientes.

Quizás la capacidad de escucha y la empatía sean las habilidades más trabajadas en la formación de todos los médicos y sin embargo también son las habilidades con más frecuencia olvidadas. Debemos de ser conscientes de que la mejor respuesta a la angustia, la culpa, la ira y el miedo de un paciente es la empatía. Los sentimientos no son enfermedades que hay que curar o arreglar, sino síntomas que disminuyen cuando los comprendemos. En nuestra interacción con pacientes debemos dedicar el tiempo necesario para identificar lo que sienten para nombrarlo en alto evitando que parezca que buscamos una confrontación. Frases como “…pareces asustado…” “…pareces frustrado…” (Agobiado, perdido…) ayudan a que conversaciones que podrían desembocar en conflictos difíciles de resolver lleguen a buen puerto. En resumen, utilizar la empatía y la escucha requiere la comunicación de que hemos comprendido reconociendo la presencia del sentimiento, dejando los procedimientos que estamos siguiendo un momento de lado, nombrando esos sentimientos y esperando confirmación del paciente de manera que validemos ese sentimiento mostrando comprensión.

Muchas veces nos sentimos obligados a cargar con la responsabilidad de un tratamiento nosotros solos. Las citas con un paciente se convierten en “regañinas” donde llamamos la atención sobre la falta de seguimiento de nuestras recomendaciones. Asumimos la angustia del no seguimiento de pautas que harían mejorar a nuestros pacientes. ¿Para qué tiene que preocuparse nuestro paciente si ya nos preocupamos nosotros? El concepto de “empowerment” o “capacitación” sería la próxima habilidad a tener en cuenta: ayudar al paciente a responsabilizarse de su propia salud y de su propio tratamiento. ¿Qué es lo que estarías dispuesto a hacer para mejorar su salud? El paciente es el responsable de su propio tratamiento, de su cuidado y de sus elecciones, siempre contando con nuestro apoyo y supervisión. Si se estima que entre el 60 y el 80% de la información que hay sobre salud en internet es equivocada no podemos abandonar al paciente y pedirle que se haga responsable sin contar con nuestro apoyo. Según este modelo, como médicos debemos:

- Facilitar conocimientos expertos para desarrollar un plan de auto-manejo de la enfermedad.
- Educar al paciente para que tome decisiones bien informado.
- Desarrollar una relación de colaboración con el paciente y familiares para revisar los planes de auto-manejo.
- Crear como apoyo el medio para que mantengan los cambios de los comportamientos que escogen

La identificación del momento en el que cada paciente se encuentra dentro de un proceso de aceptación y voluntad de cambio frente a su enfermedad, sería la tercera habilidad que debemos adquirir. En 1983, Prochaska y DiClemente estudiaron las fases del cambio en pacientes toxicómanos concluyendo que no todos los pacientes están listos para aceptar cambios necesarios para su tratamiento cuando nosotros queremos. Como médicos debemos identificar el momento de cada proceso de cambio para ayudar a nuestros pacientes a avanzar hacia el compromiso en su mejora pero entendiendo que a nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer y pocos son los pacientes que se comprometen en su tratamiento cuando nosotros queremos. ¿De qué sirve que le digamos a un paciente que todavía contempla si le merece la pena seguir un tratamiento para la diabetes que debe mirar sus niveles de azúcar y tomarse una pastilla dos veces al día? Como médicos deberemos acompañar a este paciente en su proceso de aceptación de la enfermedad para que tome una determinación y comience a llevar a cabo los cambios necesarios para su mejora, entendiendo que existen las recaídas y apoyando esos cambios.

La última habilidad que sugerimos es la utilización de la inteligencia emocional. Hace ya años en la universidad de Harvard Daniel Goleman observo como unos niños de apenas cuatro años recibían la instrucción de no comerse un caramelo mientras un experimentador salía de la habitación. Saber esperar tendría su recompensa porque recibirían un segundo dulce mientras que quienes se lo comieran no recibirían nada. Un seguimiento longitudinal de estos niños mostró que, independientemente de la inteligencia cognitiva de cada niño, a aquellos que sabían esperar les iba bien en la vida mientras que aquellos que sucumbían a su impulsividad, no les iba tan bien. No cabe duda de que como médicos debemos ser “emocionalmente inteligentes” y que la utilización de esa inteligencia puede ayudarnos a mejorar las interacciones con nuestros pacientes. No basta con utilizar la razón para interaccionar con nuestros pacientes debemos manejar también las emociones, conocer nuestros límites, la impulsividad y la tolerancia a la frustración nuestra y de nuestros pacientes.

La razón puede querer llevarnos en una dirección pero si los sentimientos, las reacciones viscerales, las emociones e intuiciones nos llevan en otra difícilmente alcanzaremos – o alcanzaran nuestros pacientes- las metas deseadas. Estamos acostumbrados a ayudar a nuestros pacientes a analizar la enfermedad, pensar sobre lo que hay que hacer y pedir un cambio. La inteligencia emocional nos dice que, aunque cognitivamente, esto tenga sentido, el éxito y la implicación del paciente en su cambio y curación solo se consigue si le ayudamos a VER y SENTIR para producir el CAMBIO. Nuestro trabajo consiste en ayudar a ver a nuestros pacientes el camino que deben seguir y a que sientan la motivación que hace falta para cambiar.

Si seguimos bien la receta añadiendo empatía/escucha, empowerment, conciencia de las fases del cambio en nuestros pacientes e inteligencia emocional conseguiremos que las interacciones con nuestros pacientes sean más fáciles, que nuestros pacientes se impliquen más en sus tratamientos y que lleguemos un poco menos estresados a casa después del trabajo.


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