MODIFICACIONES DEL APARATO CARDIOVASCULAR EN EL ANCIANO.
El envejecimiento cardiovascular que
tiene lugar de forma fisiológica a lo largo de la vida, está
condicionado al menos por dos circunstancias importantes que son a
su vez inevitables y permanentes:
1ª)
La existencia de secuelas de procesos específicos, tales como
enfermedades sistémicas y/o intervenciones quirúrgicas, ocurridas
en el transcurso de la vida, y que representan de alguna manera
una adaptación permanente del sistema cardiovascular.
2ª)
Aquellas que se derivan de los diferentes estilos de vida que cada
persona ha llevado a lo largo de su vida: hábitos, factores de
riesgo a los que ha estado expuesto, etc...4 Los efectos
que este envejecimiento ocasionan en el sistema cardiovascular son
tanto anatómicos como funcionales, si bien su íntima conexión les
hace difícil establecer una separación neta entre los dos.
CAMBIOS
MORFOLOGICOS.
Los estudios ecocardiográficos han
supuesto la confirmación universal de la existencia de una cierta
Hipertrofia del Ventrículo Izquierdo (HVI), especialmente en su
pared posterior. Esta HVI fisiológica del corazón anciano, es
atribuible al aumento progresivo de la postcarga que tiene lugar
como consecuencia del incremento paralelo que las cifras de tensión
arterial sistólica y media sufren con la edad.
El peso del corazón se incrementa con la edad, y existen
pruebas igualmente demostrables mediante ecocardiografía de un
aumento del tamaño de la aurícula izquierda (AI)5,6.
Las alteraciones que tienen lugar en el aparato valvular, así mismo
detectables mediante ecocardiografía y doppler, asientan de forma
preferencial en las zonas de mayor movilidad. Los cambios que con
mayor frecuencia ocurren son las
Calcificaciones que afectan principalmente al Anillo Mitral (CAM)
y a la Válvula Aórtica (VAo), y las Degeneraciones Mixoides
de las Válvulas Mitral (VM) y VAo7,8.
Por otra parte, los miocitos
disminuyen en número, aumentan de tamaño y son reemplazados por
tejido fibroso inerte y depósitos lipídicos y
lipofuscina. A nivel subepicárdico
y
subendocárdico se
produce un incremento del colágeno, que paralelamente se
va haciendo cada vez menos soluble, más estable y por tanto va
adquiriendo una mayor rigidez. Los depósitos de amieloide tiene
lugar en todo el miocardio, siendo más acusados cuanto mayor edad7,9,10.
El sistema de conducción cardíaco se ve así mismo afectado,
produciéndose una disminución de las células sinusales tal que a
los 75 años solo persisten un 10% de las originales.
Esta pérdida de células específicas de conducción ocurre
igualmente en el Nodo AV y en el Haz de His, existiendo además un
aumento progresivo de la infiltración grasa tanto en el Nodo
Sinusal como en todo el tejido específico más intensa a partir de
los 50 años11,12,13. En el Sistema Nervioso Autónomo
tiene lugar una pérdida cuantitativa en el número de los
Barorreceptores Adrenérgicos que se acompaña de una peor respuesta
a su estimulación fisiológica y farmacológica14.
El árbol arterial en su conjunto
central y periférico, presenta un engrosamiento de su capa íntima
a expensas de un aumento en el contenido de calcio, fosfolípidos
y ésteres de colesterol.
Además, las células endoteliales se transforman en rugosas,
aumentan de tamaño y cambian su orientación de tal forma que
obstaculizan el flujo laminar y por tanto favorecen los depósitos
lipídicos.
Las consecuencias de estas modificaciones son:
un endurecimiento de la pared del vaso arterial con reducción
de la luz vascular15.
CAMBIOS FUNCIONALES
(pulse
para ver Tabla 1.).
A nivel del músculo cardíaco existe
un enlentecimiento en la fase de relajación o lo que es lo mismo,
un periodo de contracción isométrica más prolongado, en relación
de una parte con la mayor o menor HVI y de otra con el
enlentecimiento del bombeo de calcio al retículo sarcoplásmico
como consecuencia del envejecimiento, ocasionando en definitiva, un
acortamiento de la fase de llenado diastólico precoz cuyas
consecuencias clínicas son:
1º) Acortamiento
en el tiempo y peor llenado ventricular diastólico, que es más
acusado con frecuencias cardíacas elevadas.
2º) Llenado
diastólico precoz más pobre, compensado en parte con un mejor
llenado telediastólico por mayor participación de la contracción
auricular izquierda.
3º) En
relación con el acortamiento en la duración de la diástole,
presenta una disminución en la perfusión coronaria16.
Estas modificaciones unidas a la
existencia de zonas de fibrosis, hipertrofia de miocitos e
incremento de tejido conectivo más o menos extensos, nos orientan
hacia dos alteraciones hemodinámicas frecuentes en los ancianos:
a)
Elevación
de las Presiones Telediastólicas tanto en reposo como durante el
ejercicio.
b)
Mayor
facilidad para entrar en fallo diastólico17,18. Estas
alteraciones consideradas fisiológicas en el anciano se ven
incrementadas de una forma importante en pacientes con Diabetes, CI
y/o HTA, situaciones por otra parte muy común en pacientes con edad
superior a los 65 años.
Respecto de los cambios en la
frecuencia y ritmo cardíacos tiene lugar una cierta tendencia a la
bradicardización especialmente durante la noche y en posición
sentada, junto a una incapacidad progresiva para alcanzar frecuencias
cardíacas elevadas en relación con el ejercicio. Como consecuencia
de esto, la taquicardia pierde su eficacia como mecanismo compensador
encargado de elevar el volumen minuto durante el ejercicio19.
En relación con los trastornos del ritmo se han descrito
latidos ectópicos supra y/o ventriculares y entre las alteraciones de
la conducción una prolongación del intervalo PR, así como una mayor
facilidad para la aparición de bloqueos de rama20. Entre
los cambios neurohormonales, hay que destacar la mala respuesta
betaadrenérgica con respuesta alfa aceptablemente mantenida tanto a
estímulos como a fármacos, lo cual determina una peor capacidad de
adaptación vascular a los cambios rápidos de volumen, y que junto a
la menor distensibilidad de la pared aórtica contribuye a la
tendencia que tienen los ancianos a presentar hipotensión postural.
Por otra parte existen niveles circulantes de catecolaminas
aumentadas, que junto a los cambios anatómicos de las paredes
arteriales y a la respuesta reducida de los receptores beta,
contribuyen a la elevación de la presión arterial sistólica y media
que tienen lugar con el proceso del envejecimiento21,22.
Esto cambios se traducen en:
1.
tendencia
a elevar la tensión arterial y la impedancia, con lo cual se
dificulta el vaciamiento del VI, y
2.
reducción
en la diferencia a-v máxima con el ejercicio, atribuida a una
limitación para la extracción de oxígeno de los tejidos.
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