Una optica real del envejecimiento actual
Autor: Dr. Daniel Ramon Gutierrez Rodriguez | Publicado:  4/08/2008 | Geriatria y Gerontologia | |
Una optica real del envejecimiento actual.1

Una óptica real del envejecimiento actual.

 

MsC. Daniel Ramón Gutiérrez Rodríguez. 1

MsC. Milexy Irene Martín Dipoté. 2

MSc. Aurora Martínez Fraga. 3

 

1 Master Ciencias, Especialista 2º grado en Medicina General Integral. Centro de trabajo: Policlínico Juan Martí Pí. Área de Jicotea. Municipio de Ranchuelo.

2 Master Ciencias. Licenciada en Psicología. Centro de trabajo: Policlínico Capitán Roberto Fleítes.

3 Master Ciencias Especialista 1er grado en Medicina General Integral. Centro de trabajo: Policlínico de Santa Clara.

 

INSTITUTO SUPERIOR CIENCIAS MÉDICAS Dr. “Serafín Ruíz de Zárate Ruíz”. Facultad de Medicina. Villa Clara, Santa Clara. Cuba.

 

En los próximos diez años una mayor proporción de la población se considerará "vieja" debido al envejecimiento general de la población mundial. Gran parte de estas personas mayores serán mujeres porque tienen una expectativa de vida mayor. Si bien las mujeres viven más que los hombres, su morbilidad es mayor y tienen menos acceso a la atención de salud. Por lo tanto, durante las próximas décadas, las necesidades de salud de las mujeres mayores tendrán cada vez más importancia.

 

La definición de "viejo" varía entre los países y las sociedades. Esta palabra casi siempre tiene connotaciones negativas, relacionándola con otros términos tales como discapacidad o demencia. Se cree comúnmente sostenida que las personas mayores deben ser cuidadas, y sus opiniones no se toman en cuenta en la formulación de políticas de salud. Esto es especialmente cierto en el caso de las mujeres mayores, donde la combinación de género y edad puede tener efectos perjudiciales en su calidad de vida. La percepción del envejecimiento como el deterioro mental y físico es muy común tanto entre los profesionales de cómo entre el público en general. En realidad el envejecimiento es un proceso complejo que requiere de estudios que profundicen en el tema y aporten respuestas. En general, una persona es considerada "mayor" cuando alcanza la edad de 60-65 años, independientemente de su historia clínica y situación particular. (1)

 

Si bien esta definición sirve como punto de partida para el estudio del envejecimiento, es esencial tener en cuenta que la situación de salud de cada mujer es diferente, y que no se debe usar solamente la edad para su clasificación universal, diagnóstico o tratamiento de enfermedades de la tercera edad. Aún más importante, es que no se use la edad para justificar la discriminación o el trato inequitativo. (2)

 

La salud en el curso en la vida es un proceso acumulativo. La perspectiva del ciclo de vida reconoce que la salud de las mujeres de mayor edad dependerá en gran medida de su estilo de vida y comportamiento. (1)

 

La relación de la salud de las mujeres de mayor edad con la de las más jóvenes es crucial en cualquier programa de salud que le dé prioridad a la prevención de la enfermedad en lugar de su tratamiento. (3)

 

El envejecimiento mundial se ha ido acelerando desde 1980 en que existían  550.000.000 de adultos mayores, con una perspectiva demográfica futurista se analiza que aumentará hasta 1.250.000.000 en el año 2025. Cuba es uno de los países latinoamericanos más envejecidos. La magnitud alcanzada en este orden y la rapidez con que se ha transformado la pirámide poblacional, constituye una preocupación en los años futuros. Según estadísticas de Naciones Unidas, las proyecciones demográficas indican que con la llegada del próximo milenio habrá alrededor de seiscientos millones de ancianos, cifra que se duplicará cinco lustros después.

 

El estudio del Centro Iberoamericano de la Tercera Edad señala que una de las características más relevantes en el proceso de envejecimiento a nivel internacional es la rapidez con que se ha producido. En nuestra región, las naciones con más altas tasas de ancianos son Barbados, Cuba, Argentina y Uruguay. Las tasas más bajas se registran en Haití, Bolivia y Guatemala.

 

Digamos, entonces, como José Martí: "No hay cosa más bella que amar a los ancianos; el respeto es un dulcísimo placer. Los ancianos son los patriarcas". Miremos alrededor, casi el 13% de los cubanos tiene más de 60 años, cifra que aumentará hasta el 20% transcurrido el primer cuarto del próximo milenio. Según un estudio del Centro Iberoamericano de la Tercera Edad, en la capital Cubana, donde el proceso de envejecimiento ocurre en el presente siglo, y como dato curioso, mientras Francia necesitó casi dos centurias para duplicar sus ancianos, en Cuba ello ha ocurrido en menos de cuatro decenios.

 

En la Isla, la expectativa de vida se elevó a 75 años, situándose entre las más altas del mundo. En comparación con otras naciones, Cuba presenta niveles de mortalidad similares a los de las zonas más desarrolladas del mundo. Algo sorprendente: si la perspectiva de vida al nacer en Cuba es de 75 años, quienes rebasan los 60 viven 21 años más como promedio, y quienes llegan a los 80, otros 7.

 

Según el Centro Iberoamericano de la Tercera Edad, la esperanza de vida de los ancianos cubanos supera a la de los hombres suizos y, en el caso de las mujeres, solo las adelantan a nivel mundial las féminas de ese mismo país. En el territorio nacional, en las provincias occidentales y centrales existe una mayor proporción de personas mayores, en comparación con la región oriental. En Cuba conviven más de un millón de ancianos, es decir, una de cuatro personas y, pese a las dificultades del período especial, el Estado prioriza su asistencia y sus programas de atención. (4)

 

El envejecimiento no se define únicamente por el paso inexorable de los años. De hecho, hoy nadie parece negar que la vejez sea la antítesis de los ideales modernos. Vivimos una etapa de gran diferenciación intergeneracional que origina discriminaciones sociales y culturales de las personas mayores. Éstas constituyen el sector de población con mayor índice de crecimiento, lo que afecta significativamente a la producción, al consumo, a las prestaciones sociales y sanitarias y al gasto público, generándose nuevas áreas de conflicto. Hoy, desafortunadamente, el envejecimiento se percibe más como una carga que como una conquista social.

 

La cifra de 7.300.000 personas mayores de 65 años ha superado todas las proyecciones, siendo los mayores de 80 años – más de 1.700.000 personas– el grupo que más preocupa por su potencial fragilidad y el gasto consiguiente que puede generar. Sin embargo, este crecimiento de la población mayor de 65 años no debería ser interpretado en clave de drama social. Sin duda, la posibilidad de vivir muchos años es una de las conquistas sociales más importantes del siglo que acabamos de cerrar y el gran reto para las próximas décadas será conseguir que estos años se puedan vivir en las mejores condiciones, libres de discapacidad.

 

Existen también estereotipos de la vejez, alimentados por representaciones sociales, que la asocian a enfermedad, decadencia, deterioro, pasividad y falta de horizonte vital, con la consiguiente distorsión del modo en que percibimos a las personas mayores. (5-10)

 

La concepción de la imagen de la vejez, varía también en dependencia de quien la observe, según sea un niño, un adolescente, un adulto o un anciano. En un estudio realizado por gerontólogos cubanos, se manifestó que entre las generaciones encuestadas hay grandes similitudes y divergencias sobre su visión de la vejez. Algunos todavía teorizan a partir de criterios en los que se resaltan únicamente los aspectos de deterioro y pérdida de las capacidades físicas, mentales y sociales del individuo en el proceso de envejecimiento. Pero la imagen no es sólo lo que ofrece el espejo del estado físico personal, donde pueden verse arrugas y canas, mire fijo a los ojos de una persona saludable y observará el brillo de la vida.

 

Tenemos una categoría socio-psicológica que promueve variantes, basada en la experiencia cultural transmitida de generación en generación y las características de la época a la que el individuo pertenece, en las que intervienen creencias, prejuicios y actitudes compartidas por el grupo social; además existen las expectativas, lo que espera uno de los demás y de sí mismo.

 

En la medida que las personas actúen acorde a esos principios, será la imagen que conformarán sobre ellas los demás individuos que las rodean, los miembros de su grupo: familia, barrio, trabajo, escuela. Los adolescentes, más radicales en sus conceptos; y los adultos, más comprensivos en la problemática que afrontan los ancianos. Todos encuentran provechoso el acercamiento generacional sobre la base de los consejos y experiencias que pueden recibir de quienes poseen mayor edad, pero se evidencian contradicciones, fundamentalmente entre ancianos y jóvenes.

 

Las características positivas, reconocidas por la juventud a la vejez, son "la sabiduría" y la "posibilidad de consultarlos como consejeros expertos", mientras que en las negativas resaltan la "incomprensión de los jóvenes por los ancianos", quienes se "inmiscuyen demasiado en sus vidas". En el estudio trascendió que se acepta poco la convivencia intergeneracional, al parecer no la prefieren ni los jóvenes, ni los propios ancianos. Aunque los adultos no renuncian a sus padres, porque viven con ellos, o los visitan con frecuencia existen barreras en la convivencia interpersonal. En las casas que trabajan y estudian los mayores, los ancianos pasan muchas horas solos y al regresar sus hijos al hogar, tienen poco tiempo para dedicarlo a sus viejos.

 

Las organizaciones sociales, como los círculos de abuelos, hogares de ancianos... aunque no cubren aún todas las necesidades, suplen en parte esta carencia de la comunicación familiar, al brindar al sujeto envejecido una participación social acorde a sus posibilidades reales. La imagen negativa hacia la vejez, que muchas veces tiene la población más joven, acentúa la incapacidad del anciano al limitar sus actividades, por adjudicarle disminución de las capacidades físicas e intelectuales, cuando lo cierto es que "la vejez no es una enfermedad, es una etapa vital" con condiciones reales de subsistencia. En la relación diaria con el anciano, no podemos ni sobreprotegerlo, ni marginarlo, ni enfatizar en las pérdidas ocasionadas por la vejez, lo que repercute en la imagen que tienen del anciano, la sociedad y el individuo envejecido de sí mismo.

 

Una persona al envejecer suele basar su propia imagen en éxitos anteriores, como la belleza, el poder, el vigor físico o sexual, y los contrarresta con el presente de pérdidas, según que no son a veces reales, pues siempre existe un caudal de posibilidades interiores no reconocidas totalmente, ni por el anciano, ni por las demás generaciones.

 

La expectativa, en sentido general, se ajusta a las condiciones actuales de la actividad del abuelo, al que asocia según a los mandados, y a las actividades de poco interés e importancia. No se puede permitir el deterioro de la imagen del anciano ante los demás, ni dejarlo solo con sus pensamientos y angustias, pues llegaría a deprimirse, a enfermarse de verdad. El estado depresivo en el anciano se manifiesta a través de la tristeza, el abatimiento, la desilusión y hasta el sentimiento de soledad. La depresión puede llegar a provocar retraimiento del contacto con otras personas, alejamiento de las actividades habituales que se tornarán difíciles de realizar, sensación de la pérdida de capacidad para sentir placer, disfrutar la vida y hasta quizás del funcionamiento del organismo, entonces comienzan en el anciano los dolores, la fatiga, los trastornos del sueño.


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