El psicoanalisis y la cultura. La cultura de la aceleracion. Sus efectos psiquicos
Autor: Dr. José Cukier  | Publicado:  30/01/2009 | Otras Especialidades , Psicologia | |
El psicoanalisis y la cultura. La cultura de la aceleracion. Sus efectos psiquicos.3

- Momento evolutivo y función fallida o abolida.

 

En algunos casos, existe una coincidencia marcada entre las relaciones interindividuales y alguna de estas organizaciones intrapsíquicas, pero en otros casos esta diferencia es grande. Sin embargo, aún cabe destacar que muchas de las vivencias infantiles sólo a posteriori, al surgir fases más estructuradas de la organización del yo, se vuelven incompatibles entre si, pero ya no como vivencias sino como huellas mnémicas, y esto hace que sean imposibles para el yo tanto el cuestionamiento de la contradicción cuanto la fuga.

 

En efecto, las paradojas se transforman en eficaces a medida que el preconsciente se organiza como estructura con sus propias leyes, es decir, en la fase fálica, pero sobre todo, a partir de la latencia y la adolescencia. Antes de la etapa anal secundaria, el otro, psíquicamente no tiene status de permanencia y de irrevocabilidad, como lo tiene luego. En éste período el infante es más vulnerable a la influencia del medio, puede ser confundido, inoculado, y transformado por las influencias que ejercen el medio.

 

- El yo real primitivo, constitución y fallas.

 

Freud, (1915c,1917d,1923b,1925h), considera: el yo real primitivo, el yo-placer purificado, el yo real definitivo, el superyó-ideal del yo.

 

El primer yo, tiene como función distinguir entre un adentro y un afuera. El estímulo perceptual puede ser eliminado o recuperado mediante una acción, en cambio el pulsional exige tramitaciones y acciones específicas, Freud, (1930a). Inicialmente es la madre, o la familia, o aquellos que tienen a su cargo el cuidado del niño, quienes con empatía y ternura funcionan como coraza antiestímulo. Regulan con su presencia las incitaciones de los estímulos mundanos; y cualifican los estímulos pulsionales endógenos. La ausencia materna deja al yo primitivo abrumado por la pulsión y los estímulos externos. En consecuencia se produce la abolición del matiz afectivo. Este es indispensable para establecer una diferenciación en el ello, y abre el camino a la separación del yo. La pulsión, carente de procesamiento, no puede abrirse camino en la conciencia como cualidad. Solo le resta la descarga con criterio puramente orgánico. La perturbación en la constitución y el funcionamiento del yo real primitivo como estructura inhibitoria, implica que las alteraciones internas no se rigen por el principio de constancia, sino por el de inercia propio de la pulsión de muerte. El yo del infante, mayoritariamente abandonado por imperio de exigencias culturales, (ausencias debidas al trabajo para sostener el consumismo, trabajo para satisfacer necesidades de subsistencia mínima debido a una distribución injusta de la riqueza, etc.), sufre de una invasión de cantidad. La experiencia de pasiva, es transformada en activa por el yo, mediante la agresión y la destrucción, Freud, (1931b). La interferencia en el desarrollo del yo real primitivo, se hace evidente en el desarrollo patológico de los demás yo. Entonces falla en el yo-placer el juicio atributivo (aquel que distingue si algo es bueno o malo, útil o perjudicial); en el yo real definitivo, el juicio de existencia; y en el superyó el juicio valorativo y ético.

 

La interferencia en el juicio del yo-placer impide discernir si algo es acorde con la autoconservación o amenazante para la propia existencia. Cuando se constituye el superyó, la perturbación del fragmento que discierne placentero de displacentero, culmina con la constitución de un superyó sádico que impone al yo un goce masoquista.

 

El problema de la identificación.

 

Se ha enfatizado lo que es más evidente: la actitud, el deseo, o el discurso del contexto como factor ideologizante, y se ha dejado a un lado el interrogante acerca de cómo dicha actitud o dicho discurso se vuelve eficaz en un aparato psíquico en formación. ¿Cómo es que un Yo prepara y anticipa esa influencia presuntamente objetiva? Freud afirma que en un principio no existe nada parecido a un Yo, dado que sólo hay pulsiones parciales que se satisfacen de un modo autoerótico, autónomas unas de otras. La literatura psicoanalítica postula que la operación psíquica que engendra un yo a partir de este estado de dispersión erógena es la identificación, pero de hecho lo que afirma Freud es que ocurre una síntesis de las pulsiones parciales, o bien que se desarrolla una nueva "acción psíquica". Es decir, la identificación parece relacionarse con esta acción psíquica, puramente interna, y tiene un valor de síntesis, de articulación entre las diferentes pulsiones parciales. Ligadura que es lograda por un desplazamiento pulsional, como el que corresponde al pensar inconsciente.

 

La función de la identificación primaria, ésa nueva "acción psíquica", consiste en ganar un Yo. Sobre éste recae la investidura libidinosa y de autoconservación. Tal unificación erógena parece promovida por el empuje de las necesidades, de las pulsiones de autoconservación y las investiduras libidinosas narcisistas de los órganos en que se registran las grandes necesidades. Tales identificaciones primarias interesan al ser, al sujeto del Yo, y su desarrollo implica que este Yo alcanza el sentimiento de sí mismo. La identificación primaria ocurre en un vínculo con un objeto puesto (por proyección) en la posición de modelo o ideal para el Yo, el cual pretende configurarse acorde con aquél. En el modelo o ideal, en aquello que desea ser, el Yo encuentra un promesa de su propia configuración por venir. El modelo antes mencionado no está constituido por una realidad objetiva, un padre o una madre que con sus rasgos confecciona o prefigura al sujeto, sino que es engendrado por un proceso proyectivo que plasma con una forma determinada a la sensorialidad. En consecuencia, los rasgos y enseñanzas de las personas que rodean a un infante se vuelven eficaces en la medida en que constituyen soportes sensoriales que se corresponden con las exigencias proyectivas del niño. La eficacia psíquica de los estímulos contextuales en un Yo en constitución, deriva de que dichos estímulos se encuentran con un movimiento proyectivo, interrogativo en cuanto al propio ser, que proviene desde el Yo. Posteriormente esos estímulos se incluyen en la identificación. La falta de la identificación yoica con los procesos pulsionales, debido a la ausencia del contexto que lo facilite, conlleva un abrumamiento, con indiscriminación yo-no yo.

 

Hay una falta nuclear de matiz afectivo. La ausencia de la función paterna los convierte en Self made man, con una huída evolutiva hacia adelante, con aparente empatía, precaria identificación, escasos recursos para responder a la triple exigencia (realidad, superyó, ello). Disfrazan su indefensión con un sobresfuerzo especulativo, y se hacen adictos a personajes que les dan datos, números. Se sostienen por las fuerzas del tener, del poder económico, del poder político, del poder científico, pero a merced de otro que les pone en peligro la precariedad del edificio identificatorio y a quién deben aplacar. La fachada de sobreadaptación, la mentira, el despliegue de una fachada ante otro que tenga poder, el sentimiento contratransferencial de falsedad que registra el interlocutor, (esto es que no resisten preguntas que cuestionen la esencia de sus argumentaciones), la retracción con fachada de conexión, el mutismo encubierto por un discurso sin consistencia; todos ellos se observan fenoménicamente como falta de vitalidad. El hecho original de estar desconectado de los procesos pulsionales crea un sentimiento de desarraigo, de falta de "raíces".

 

La sustitución de la identificación primaria es una pseudoidentificación. Es ambigua, como-si, imitativa, protésica, frágil, con sentimiento de inautenticidad. Necesita sustentarse en apoyaturas espúreas basadas en el tener tan exaltadas en nuestra cultura globalizada.

 

- Ideas, interrogantes y perspectivas.

- Lo nuevo. Concepto y fundamentos teóricos.

 

¿Qué es lo nuevo? Es una nueva intelección, a partir de la cual el psiquismo percibe algo que antes no veía. La interpenetración cultural que genera la simultaneidad de la globalización, tiene a los iniciadores como emisarios de lo nuevo cultural. Nuevas ideas, informaciones, tecnología, ciencia, arte, alimentos, vestimentas, industrias, nuevas culturas empresarias y del trabajo, (solo por nombrar algunos ejemplos), son introducidos por modernos "adelantados". Estos, incluyen el concepto de "lo nuevo". Esto es, la capacidad psíquica de una intelección que antes la mente no tenía, y que está generada por el incesante pujar pulsional. La función anímica genera contradicciones y diferencias, y luego las proyecta y capta en el mundo sensible. La creación de "lo nuevo", frente a lo ya dado, genera cada vez que muestra su eficacia, un desgarrón, una catástrofe, a la manera que describe Freud en "Sobre la conquista del fuego" (1932a). Es que los procesos pulsionales necesitan ser postergados porque sólo así puede accederse a una conquista anímica y cultural. Y luego regresan, como catástrofe anunciada. Finalmente, lo nuevo es proyectado y hecho venir desde la exterioridad. Este pensar, es capital en el desarrollo de la cultura, y da tramitación anímica a los procesos pulsionales. Así como las letras confieren un nombre, y con él, la posibilidad de acceder mediante la identificación, a la condición de sujeto, el número interfiere esta posibilidad. Y el mundo globalizado, tal como se concibe hasta ahora, sostiene los números de carácter mercenario no aptos para la identificación.

 

Las culturas que nos llegan, tienen un carácter especulativo. Piensan en números, sacan ganancias y extraen diferencias a costa de los nuevos territorios.

 

En la historia de la humanidad la creciente complejización social engendró diferentes conflictos en que ciertos grupos sojuzgaron violentamente a otros y requirieron de ciertas lógicas más refinadas para poder pensar relaciones sociales de mayor complejidad. La anécdota bíblica acerca de cómo Moisés y los suyos impusieron al pueblo judío los diez mandamientos por sobre la adoración del becerro, pone de manifiesto, además, que la última expresión de una lógica y la primera que sustituye a la anterior quedan igualmente aniquiladas.

 

Es posible que en esta historia bíblica se dé la articulación entre tres tipos de ideal y consecuentemente entre tres tipos de representaciones-grupo. Uno de ellos es totémico, y tiene que ver con la adoración de becerro, y otro es religioso, como el que pretendía imponer Moisés. El tercero es mítico, intermedio entre los otros dos, y correspondía a la sobreinvestidura de un héroe como líder, tal vez Moisés mismo. Su ausencia determinó la regresión desde una organización mítica hasta una totémica, y su retorno impuso un paso a la producción de un ideal religioso, Maldavsky. D, (1990), Piaget. J, (1942, 1957, 1959). En relación con la destrucción de la última formación de un ideal y la primera del siguiente, parece tratarse de una necesidad inherente al devenir psíquico, como consecuencia de la elevación de algo o alguien desde la categoría de lo cotidiano hasta un lugar diferente, como ideal. Por otra parte, en estas propuestas más complejas de pensar lo social se requirió de la producción de textos escritos, sea bajo la forma de jeroglíficos, de silabarios en complejidad creciente. Hoy, la complejización es expresada por el nuevo lenguaje, el computacional.


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