Ecologia, Cuidado Humano y Envejecimiento
Autor: Vicenta Emilia Fernández | Publicado:  26/02/2009 | Geriatria y Gerontologia , Enfermeria | |
Ecologia, Cuidado Humano y Envejecimiento.3

Para Heidegger con los dos referentes semántico: esfuerzo angustioso y solicitud, lo que significa que, el ejercicio de cuidar conlleva por un lado, al esfuerzo dedicación, trabajo angustioso y, por el otro lado, se puede definir como un trabajo de entrega, de solicitud, de respuestas a necesidades ajenas. Practicar “la cura” es en el fondo, esforzarse solícitamente por algo o por alguien. La acción de cuidar, pues, desde sus orígenes etimológicos, es una acción que requiere “dedicación, esfuerzo continuado, y sufrimiento por el otro” (11).     

 

La finalidad del acto terapéutico es intervenir con el ser humano en sus experiencias vulnerables, esto es, en la enfermedad, en la muerte, en el sufrimiento, en definitiva, curarle de sus males.  Esta tarea, no tiene final, es inconclusa, pues el ser humano es esencialmente vulnerable y ningún tratamiento puede redimirle o salvarle de su contingencia, a pesar de que, la tarea de curarle es un deber moral, aunque no siempre puede desarrollarse en grado óptimo (11).

 

CONSTRUCTOS BIOÉTICOS DEL CUIDAR

 

El ejercicio de cuidar, como tal, es una acción compleja que requiere la articulación de distintos elementos fundamentales,  ¿Cuáles son los elementos constitutivos del cuidar? ¿Cuáles son los constructor éticos de la praxis del cuidar? Según Brykczynska los puntos  esenciales de la tarea de cuidar pueden sintetizarse en los siguientes: compasión, competencia, confidencia, confianza y conciencia. Estos constructor no se refieren al ser del cuidar, es decir, al cuidar tal y como se desarrolla en el mundo de la vida, sino que se refieren a su “debe ser” (12).

 

Los constructos éticos del cuidar son las virtudes básicas e ineludibles que se requieren para cuidar a un ser humano con excelencia profesional.  No son principios, ni puntos de partida, sino hábitos personales y profesionales que se exigen en la tarea de cuidar.  La  integración completa de estos constructores éticos es fundamental para el óptimo desarrollo de la tarea de cuidar.  Todos ellos son necesarios, pero ninguno de ellos es suficiente, a título aislado.  Se requieren, mutuamente.

 

1.- Compasión: el primer constructo de la tarea de cuidar,  es la virtud de la compasión. Difícilmente se puede desarrollar la acción de cuidar sin la experiencia de la compasión, aunque la experiencia de la compasión no es suficiente para el desarrollo óptimo de los cuidados.  La compasión es, una condición necesaria, pero no suficiente (12).

 

Como dice G. Bryckzinska, la raíz del cuidar es la compasión o para  decirlo con un término aristotélico, puede considerarse el primer  motor inmóvil.  Aunque pueden subsistir otro tipo de motivaciones en la praxis del cuidar, inclusive de tipo interesado, la verdad es que los seres humanos se cuidan unos a otros porque sienten compasión ajena. La compasión es una virtud moral que no es exclusividad de ninguna religión y de ninguna filosofía moral, aunque está omnipresente en el pensamiento moral de todos los tiempos: En el Occidente griego, romano y cristiano, en el Oriente budista o confucionista.  La compasión, como tal, consiste fundamentalmente, en percibir como  propio el sufrimiento ajeno, es decir, en la capacidad de interiorizar el  padecimiento de otro ser humano y de vivirlo, como, si se tratara de, una experiencia propia (12).

 

2.- Competencia: La competencia profesional constituye una virtud básica de la deontología. Ser competente en un determinado ámbito profesional significa estar capacitado para desarrollar la propia profesión de un modo óptimo. La tarea de cuidar requiere como constructor básico la experiencia de la compasión, pero también la competencia profesional pues sólo es posible cuidar  a un ser humano desde la competencia, desde el conocimiento de dicho ser humano desde una perspectiva global. La competencia profesional exige, por parte del asistente o terapeuta, un hondo conocimiento de su disciplina y le obliga a formarse continuamente, pues en la sociedad del conocimiento, las técnicas y procedimientos se transforman aceleradamente y es un deber dominarlos y usarlos para atender al enfermo o al adulto mayor de un modo óptimo.(12)

 

3.- Confidencialidad El tercer constructo ético del arte de cuidar es la confidencialidad. El enfermo, en determinadas circunstancias de vulnerabilidad, necesita un confidente. Uno de los rasgos característicos de la figura del confidente es su capacidad de escuchar y su discreción, esto es, su capacidad de guardar secretos, de callar para si los mensajes que el otro vulnerable le ha comunicado en una situación-limite. (12). 

 

La confidencialidad se relaciona con la buena educación con el respeto y con la práctica del silencio, pero sobre todo, se caracteriza por la capacidad de preservar la vida íntima del otro, es decir, su privacidad, su universo interior. El paciente o adulto mayor, porque se halla en una situación vulnerable, se ve obligado, en determinadas circunstancias, a exponer su corporeidad y su intimidad, al otro. Exponerse, consiste en poner de si lo que uno es y es una tarea que, por lo general, produce vergüenza y sonrojo. (12)

 

El cuidador, en dichas circunstancias, debe caracterizarse por un trato delicado y confidencial, debe dar garantías al enfermo de que aquello que ha expuesto no será objeto de exhibición. La confidencialidad es, precisamente, la virtud que protege al enfermo o adulto mayor, de lo que ha revelado, al cuidador. (12)

 

4.- Confianza: La confianza constituye un elemento central en el arte de cuidar. Sólo es posible cuidar a un ser humano vulnerable si entre el agente cuidador y el sujeto cuidado se establece una relación de confianza, un vínculo presidido por la fidelidad, fe (FIDES) en la persona que interviene en su acción y en el dominio que tiene de dicho arte. Confiar en alguien es creer en él, es ponerse en sus manos, es ponerse a su disposición. Y solo es posible ponerse en las manos de otro, si uno se fía del otro y le reconoce como una autoridad, no sólo, profesional, sino también moralmente. (12).

 

La confianza, es decir, la fe en otra persona es la clave en el arte de cuidar. Para ello, es fundamental que el profesional sepa dar pruebas y garantías de confianza,  sólo por sus palabras, por su gestualidad, sino por la eficiencia y eficacia de la acción que desarrolla. La profesionalidad ejercida de un modo excelente es motivo de confianza para el usuario por ello la confianza no sólo es virtud personal, son, virtud profesional.  Cuando el paciente o adulto mayor sabe que el personal de enfermería no le va a abandonar, no le va a defraudar, asume, con tranquilidad su situación y acepta los riesgos y problemas que conlleve la intervención, la confianza solo pede cultivarse en el tiempo y requiere un espacio determinado. (12)

 

En el arte de cuidar, es básico dar motivos y razones, aunque no sean verbalizadas para que el paciente tenga confianza. En un clima de confianza personal, profesional o institucional, el proceso de curar y de cuidar es mucho más eficaz que en un contexto de desconfianza básica. La desconfianza se relaciona directamente con la pérdida de la fe en alguien y esta pérdida puede ser motivada por el engaño, la extorsión o el abandono. El arte de cuidar requiere el constructo bioético de la confianza, pero también el arte de ser cuidado, pues quien desconfía de todo y de todos no se deja cuidar y quien no se deja cuidar imposibilita la intervención. (12)

 

5.- Conciencia: El quinto constructo ético que enumera G. Brykczynska siguiendo a Roach es la conciencia. La conciencia es una instancia fundamental del ser humano, pertenece a su dimensión interior y tiene un valor integrador. Ser consciente de algo, es asumirlo, es reflexionar entorno a sus consecuencias, es saber lo que se está llevando entre manos. La conciencia, entendida como virtud y no como atributo de la interioridad humana, significa reflexión, prudencia, cautela, conocimiento de la cosa. Cuando decimos que la conciencia es un constructo del cuidar, lo estamos diciendo en el sentido ético del término, pues la conciencia como tal pertenece a todo ser humano. (12)

 

CATEGORÍA DEL CUIDADO EN EL ENVEJECIENTE

 

En el discurso bioético y de los valores, es fundamental distinguir entre lo trascendental, lo esencia y lo categorial, lo trascendental se refiere, siguiendo a Kant, a las condiciones de posibilidad de algo. En este sentido, Kant desarrolla una filosofía trascendental sobre el conocimiento humano, pues explora las condiciones de posibilidad del conocer, es decir, lo que tiene que darse para que el ser humano pueda conocer algo de la realidad. En el discurso trascendental, no se trata de caracterizar el modo cómo el ser humano capta y conoce la realidad, sino su condición fundante. (12)

 

Lo mismo se puede aplicar al discurso bioético sobre el cuidar, lo trascendental del cuidar se refiere a lo fundante, a lo ineludible, a aquello que debe darse como condición para poder ejercer el arte de cuidar. Lo categorial, por otro lado, se refiere a lo que se da bajo las coordenadas espacios temporales. Lo categorial del cuidar se refiere a los rasgos que caracterizan, desde un punto de vista externo, al ejercicio del cuidar. Son rasgos éticos, pues son exigibles moralmente cuando se trata de cuidar a un ser humano. Está lo categorial fáctico que es la mera descripción de la realidad de hecho, pero también está lo categorial ético que se refiere a lo que debe ser, a lo que debe hacerse, en un momento dado. (12)

 

1.- El tacto: La cuestión del tacto puede comprenderse en sentido literal y en sentido metafórico. En ambos sentidos, el tacto es fundamental para ejercicio del cuidar, pues resulta imposible cuidar éticamente a un ser humano sin ejercer el tacto, el contacto epidérmico. Precisamente por ello, consideramos que el cuidar jamás puede ser virtual, esto es, realizado a distancia, sino que debe ser, en cualquier circunstancia, presencial. (12)

 

El enfermo o adulto mayor se siente cuidado cuando quien le atiende está cerca. El niño se siente cuidado cuando sus padres están cerca de él, cerca en el sentido físico del término. Resulta muy difícil caracterizar éticamente el sentido del tacto desde un punto de vista verbal, pues el tato es algo que se percibe, que se patentiza en la acción de cuidar, pero que no puede expresarse exactamente en qué consiste y lo que significa. De hecho, en el plano antropológico, el contacto epidérmico con otro ser humano (la caricia, por ejemplo) tiene un extraordinario valor. (12)

 

 

2.- La Escucha Atenta: La escucha atenta constituye una modalidad del estar frente al enfermo o adulto mayor que resulta primordial para ejercer adecuadamente el arte de cuidar. Se puede estar de muchas formas delante de un ser vulnerable. Se puede estar, por ejemplo. Sentado de pie. Hablando o callando. Mirando atentamente a los ojos o mirando, implemente, por la ventana de la habitación. El estar atento al otro se manifiesta no solo en el tacto, como hemos visto más arriba sino también y fundamentalmente en la capacidad de escucha, esto es, en la capacidad de atender a la palabra ajena, por insignificante que sea su contenido. El profesional de enfermería debe saber por experiencia, que las palabras que le profiere el enfermo o adulto mayor en dichas citaciones no son banales ni circunstanciales, sino que salen de su interior y el hecho de pronunciaras, de ponerlas al exterior, es un ejercicio, de por si, terapéutico, liberador, curativo. (12)

 


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