Reflexiones bioeticas sobre el manejo del adolescente
Autor: MsC. Leonardo Ramírez Mora | Publicado:  23/10/2009 | Pediatria y Neonatologia , Psicologia , Etica, Bioetica. Etica medica. Etica en Enfermeria | |
Reflexiones bioeticas sobre el manejo del adolescente.2

Principio de beneficencia

 

Este principio también es considerado como el de doble efecto en la medida que:

 

El objeto del acto no es intrínsecamente malo.

La intención de la gente es lograr los efectos buenos y evitar los malos en la medida de lo posible.

Los efectos buenos o positivos son iguales o mayores que los efectos negativos.

 

Los efectos positivos se logran, por lo menos, en forma tan inmediata como los negativos. Lo anterior es evidente por sí mismo, pero la dificultad surge cuando se plantea qué efecto es bueno y cual es malo. No existirían inconvenientes si el criterio de bien y el mal es similar para el adolescente y el profesional, o sea, si ambos pertenecen a una comunidad de "amigos morales" al decir de Engelhart. En el caso de la adolescencia aún entre miembros de una misma comunidad son tan profusas y nuevas las situaciones que se producen que podría no existir coincidencia sobre los criterios por emplear.

 

El adolescente en la posmodernidad se enfrenta ante situaciones inimaginables en las generaciones anteriores que constituirían lo que Narváez denomina N.O.P. (Nuevos Observables Problemas), sexualidad, la salud pública, la educación, el papel de la mujer, el del varón, la adolescencia actual, la marginación, la pobreza, la nueva ética, etc.. Afirma el mismo autor: "La ciencia hoy avanza por aparición de los problemas inteligentes y audaces". Ante la emersión de conflictos y contradicciones aparece la necesidad de encontrarles solución.

 

Principio de no maleficencia:

 

Este principio ya se formuló en la medicina hipocrática: Primum non nocere, es decir, ante todo, no hacer daño al paciente. Se trata de respetar la integridad física y psicológica de la vida humana. Es relevante ante el avance de la ciencia y la tecnología, porque muchas técnicas pueden acarrear daños o riesgos. En la evaluación del equilibrio entre daños-beneficios, se puede cometer la falacia de creer que ambas magnitudes son equivalentes o reducibles a análisis cuantitativo. Un ejemplo actual sería evaluar el posible daño que pudieran ocasionar organismos genéticamente manipulados, o el intento de una terapia génica que acarreara consecuencias negativas para el individuo.

 

Principio de justicia

 

El principio de justicia comprende el uso racional de los recursos disponibles que permita el ejercicio pleno del derecho a la salud, que apunta no solo a los ciudadanos necesarios con base en la dignidad de la persona, sino a las obligaciones de una macrobioética justa de la responsabilidad frente a la vida amenazada y los derechos de futuras generaciones.

 

Justiniano caracterizó la justicia como el deseo constante y perenne de entregarle a cada uno de los que es debido. La dificultad estriba en establecer que se debe a quién y por qué. Este principio es básico por tener en cuenta al encarar la salud pública de una comunidad y múltiples son las interpretaciones de las que de éste se derivan.

 

Los adolescentes y jóvenes como grupo en sí mismo en forma independiente de otras variables económicas, culturales y sociales ven cercenado este principio de justicia, lo que significa un grado de distorsión presente en los diferentes sistemas sociales y políticamente aceptados. Es difícil la posibilidad del profesional que atiende adolescentes de modificar este estado de cosas, en la medida que exceden su accionar individual, debiendo, sin embargo, trabajar desde otros espacios para promover una salud integral de la adolescencia. Cada uno de los principios enunciados puede ser encarado desde diferentes ángulos, hecho de por sí complejo. Pero, la complejidad es aún mayor cuando surgen presuntas o reales tensiones entre los principios. Una adecuada reflexión de un hecho puede surgir una conducta basada en un principio diferente a la que surge de una reflexión basada en otro.

 

La ética médica cubana ha recepcionado adecuadamente las transformaciones que en la sociedad en general y en el sector de la salud han tenido lugar en materia de justicia. La ética médica en nuestro país no se desarrolla de modo tan tradicional como en otros países lo que nos sitúa en condiciones privilegiadas para asumir la bioética y alcanzar posiciones de avanzada en la esfera de la ética médica y en el mundo.

 

Se puede señalar que la bioética ha llegado a ser un componente importante de las políticas que diseñan los países, tanto en salud como en otras áreas del bienestar humano. Los pueblos de América Latina y el Caribe exigen mayor equidad en sus sistemas de atención de salud y una mayor justicia en la asignación de los recursos, demandan su derecho a ser considerados en las decisiones que tienen que ver con su entorno y hacen ver la urgencia de una respuesta a temas como reproducción asistida, aborto, eutanasia y suicidio asistido, trasplantes, investigación y experimentación biomédica, enfermedades emergentes, manipulación genética, etc.

 

Objetivo

 

Realizar una valoración bioética sobre el manejo del adolescente.

 

Desarrollo

 

La transición de la niñez a la adultez presenta características que le son propias e independientes de la sociedad o la época en que éstas se producen. De tal manera, los cambios físicos de la pubertad solo parecieran estar influidos en su aparición más temprana o tardía por aspectos genéticos, nutricionales y ambientales, así diferentes estudios mencionan que la aparición de la menstruación se da en edades cada vez más tempranas.

 

El adolescente tiene una relación con el medio social y cultural en el cual le toca desempeñarse, pero en su intimidad, en su transición de niño a adulto, todo lo que ocurre en su esquema corporal, en su sexualidad, en su sociabilidad, en el uso de la libertad, es bastante inmovible a través de la historia.

 

La adolescencia se considera actual­mente como una etapa fundamental en la adquisición de hábitos, ya sean salu­dables o peligrosos para la salud, cuyas consecuencias se expresarán en la edad adulta. Debido a ello, la OMS insiste en la necesidad de trabajar intensamente para promover la salud y el correcto desarrollo, tanto físico como mental, de los adolescentes, destacando que ha llegado el momento de ampliar las in­tervenciones seguras, eficaces y efectivas que, con la participación de los propios adolescentes, les proporcionen a éstos y a sus padres los conocimientos y las capacidades adecuadas para hacer frente a los riesgos potenciales específicos de su edad, y les permitan acceder a los servi­cios sociales y sanitarios donde puedan encontrar la ayuda apropiada.

 

Dentro de esta promoción de hábitos saludables, junto con el control del hábi­to de fumar o la promoción de actitudes contrarias al uso de drogas y al consumo de alcohol, se encuentra el amplio campo de la promoción de estilos de conducta capaces de encuadrar la vivencia sexual dentro de hábitos sanos, evitando lo que se suele denominar como «conductas de riesgo». Aunque sería esperable que este enunciado obtuviera un amplio respaldo público, lo cierto es que el fenómeno social del ejercicio de la sexualidad en la población adolescente se ha convertido en un campo de confrontación ideoló­gica, existiendo posturas encontradas sobre qué se debe promocionar, a qué edad y cuáles deben ser los postulados que deben regir esta educación sexual. Simplificando las posturas ideológicas existentes, se podría afirmar que el de­bate se reduce a dos líneas argumentales. Por un lado se afirma que la única acti­tud posible, en un Estado donde existe un amplio pluralismo de opiniones que se deben respetar, es la promoción del «sexo seguro» mediante la utilización de preservativos u otros métodos de barrera en las relaciones sexuales para evitar tan­tos embarazos no deseados como posibles enfermedades de transmisión sexual. Frente a esto, se situaría la opinión por la cual, precisamente debido a esta va­riedad de estilos de vida presentes en la sociedad, el Estado debe promocionar las conductas que ofrezcan mejores po­sibilidades de conseguir una estabilidad afectiva y emocional a largo plazo en la vida sexual de sus ciudadanos. Se esta­ría hablando en esta última opción de «sexo responsable» y esto requeriría una actuación más integral en el campo de la educación abordando diversas facetas.


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