Consideraciones Bioeticas sobre la vida y la muerte en la infancia
Autor: Dra. Lucia de la C. Díaz Morejón | Publicado:  23/10/2009 | Pediatria y Neonatologia , Psicologia , Etica, Bioetica. Etica medica. Etica en Enfermeria | |
Consideraciones Bioeticas sobre la vida y la muerte en la infancia.3

“En el contexto cultural y social actual, en que la ciencia y la medicina corren el riesgo de perder su dimensión ética original, ellos pueden estar a veces fuertemente tentados de convertirse en manipuladores de la vida o incluso en agentes de muerte. Ante esta tentación, su responsabilidad ha crecido hoy enormemente y encuentra su inspiración más profunda y su apoyo más fuerte precisamente en la intrínseca e imprescindible dimensión ética de la profesión sanitaria, como ya reconocía el antiguo y siempre actual juramento de Hipócrates, según el cual se exige a cada médico el compromiso de respetar absolutamente la vida humana y su carácter sagrado”.

 

Percepción del plan de vida. Y esta percepción sería bipartita: la del enfermo y la del médico o grupo tratante.

 

La Organización Mundial de la Salud da unas pautas para el cuidado paliativo "... el cuidado activo y total de las enfermedades que no tienen respuesta al tratamiento curativo, siendo el objetivo principal conseguir la mejor calidad de vida posible para los pacientes y sus familias."

 

Y da algunos lineamientos útiles para su enfoque:

 

• Alivio del dolor y otros síntomas

• No alargar ni acortar la vida

• Dar apoyo psicológico, social y espiritual

• Reafirmar la importancia de la vida

• Considerar la muerte como algo normal

• Proporcionar sistemas de apoyo para que la vida sea lo más activa posible

• Dar apoyo a la familia durante la enfermedad y el duelo.

 

Las actitudes ante la muerte son un producto de la educación, que varía en función del contexto cultural. Están estrechamente relacionadas con la visión personal del mundo y con la posición que uno considera que ocupa en el mundo. Esto a su vez tiene que ver con el control percibido de la realidad, en concreto de las leyes naturales (visión de control o de sometimiento), pues una sensación de control sobre éstas (es más acusado en los países desarrollados) lleva a tener menos conciencia del poder de la naturaleza sobre la vida y por lo tanto de la muerte. También tienen que ver con las experiencias relacionadas con la muerte, con la esperanza de vida y con las creencias sobre lo que es un ser humano. Las principales actitudes descritas ante la muerte son: Ansiedad, temor, preocupación y aceptación.

 

Según Ariès, vivimos en un período de negación de la muerte (en los países desarrollados): los niños crecen protegidos de situaciones que tengan que ver con la muerte, se ha incrementado la esperanza de vida por lo que la muerte se ve como un fenómeno muy lejano, se considera que la naturaleza existe para ser sometida y controlada y además se pone un énfasis especial en el individuo al margen del grupo (es más difícil encontrar un sentido a través de la integración en una comunidad o en un todo). Ariès plantea que en el curso de este siglo la muerte se ha vuelto salvaje, ya que progresivamente ha perdido la contención de los muros de la religión, de la comunidad y de la familia. A partir de aquí la razón y la ciencia han luchado por domesticarla, siendo utilizada por ambas para pensar en otro tipo de fenómenos (y no como tema en sí): como recurso desde el que se intenta discriminar qué tipo de creencias y pensamientos conforman el saber de las sociedades tradicionales o vinculada a los conceptos de salud y enfermedad como problemática intercultural.

 

Para comprender plenamente nuestras actitudes ante la muerte, es imprescindible desvelar su origen. Gran parte de las actitudes ante la muerte surgen y se consolidan en la infancia. El temor ante la muerte se origina dentro de las ansiedades del desarrollo infantil, por lo que su comprensión exige el estudio del desarrollo del concepto de muerte a partir de la temprana infancia.

 

Rochlin expresa sintéticamente el proceso de toma de conciencia de la muerte en la infancia y su repercusión psicológica:

 

"Los niños muy pequeños parecen aprender que la vida se acaba. Se aplican esta información a sí mismos... La realidad clínica muestra que la visión que el niño tiene del proceso de morir y de la muerte son inseparables de las defensas psicológicas frente a la realidad de la muerte. Forman una firme matriz de creencias que toman forma pronto y de manera profunda en la vida emocional. Parece que no se altera a lo largo de la vida"

 

Cuando llega el final de la vida de una persona, sus temores incluyen los diversos significados que la muerte ha adquirido para ella en el curso de su vida, así como sus respuestas a los cambios físicos y psicológicos que acompañan al proceso del morir. Las contribuciones infantiles al temor a la muerte son reactivadas por la regresión provocada por la enfermedad y la amenaza del peligro, temor que se ve reforzado por la asociación asumida en la infancia entre la muerte y la agresión.

 

Los niños carecen de un conocimiento innato sobre la muerte; el significado de la muerte se aprende mediante la experiencia y la elaboración de modelos aprendidos. Pero el niño es capaz de comprender en la medida en que los adultos no le oculten su significado.

 

La muerte no es un fenómeno ajeno a la vida infantil, pues el niño entra en contacto frecuentemente con situaciones que se refieren a ésta (muerte de animales, entierros que pasan por la calle, muerte de familiares, muertes en la televisión, etc.).

 

En la sociedad occidental actual, la muerte ocupa un plano ajeno a la conciencia habitual y se vive como algo accidental, ajeno al proceso natural de la vida. Por lo que los padres y los educadores tienden a evitar cualquier tipo de explicación sobre el tema e impiden que los niños presencien situaciones que consideran desagradables porque ellos mismos se sienten angustiados al pensar en un tema que no han sido capaces de afrontar y resolver. Muchas personas piensan que es mejor que los niños no piensen en la muerte y que sus padres les debería proteger de situaciones relacionadas con ella. Esto lleva a la negación del conocimiento de la muerte, que puede ser casi inmediata o desarrollarse gradualmente. En nuestra sociedad, la muerte se considera un tabú y hablar de ella se considera morboso. Hay una gran falta de comunicación "normal" a los niños con respecto a este tema y lo único que se consigue es producir desconfianza y distancia entre el niño y los adultos, que lleva a aumentar el temor y el rechazo a la muerte a la vez que al aislamiento con el dolor y la ansiedad que el tema de la muerte implica. El usar el miedo y negación de la muerte, no sólo a nivel individual sino también colectivo, puede llevarnos a usar defensas frente a ella que sólo pueden ser destructivas; por nuestro deseo de omnipotencia y de inmortalidad podemos llegar a destruir a aquellos que supuestamente amenazan nuestra seguridad (violencia, agresiones, guerras). Vivimos en una sociedad empeñada en ignorar o eludir la muerte, pero en la que la inquietud ante la muerte va en aumento.

 

La manera en que se trata a un niño en una cultura que niega la muerte y la manera en que los padres se defienden de sus hijos desempeña un papel significativo en el desarrollo del niño. Los padres se protegen a sí mismos de los sentimientos de desesperanza y vulnerabilidad delante de la muerte y por ello se separan sin darse cuenta de sus hijos.

 

Algunos autores recomiendan que se eduque a los niños en las primeras etapas de su vida acerca de la realidad y del sentido de la muerte, pues las respuestas evasivas confunden y producen más ansiedad. Una educación sobre la muerte proporciona un significado y unas actitudes hacia la muerte y unas vías de afrontamiento de ésta. Pero estas enseñanzas, que son una parte esencial de la educación en diferentes culturas y antiguamente lo era en la nuestra, se ha perdido y en su lugar no hay más que negación y ocultación de la muerte. Lo cual ha redundado negativamente en nuestra manera de enfrentarnos a esta problemática.

 

Los estudios sobre las actitudes ante la muerte en los niños se basan en opiniones de padres y educadores (Spinetta, 1974), redacciones sobre la muerte (Nagy, 1938, 1948), entrevistas abiertas (Kane, 1979) preguntas concretas (Weininger, 1979) y sesiones de juego con niños (Rochlin, 1963).


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