Estas etapas están presentes en los “pacientes renales” de forma cíclica y conforme la persona va detectando las diferentes necesidades que se le van presentando en cada una de ellas, comienza el ciclo y se completa cada vez; como su proceso es crónico y va cambiando conforme pasa el tiempo, también lo van haciendo sus necesidades, sus sentimientos, las situaciones con las que ha de enfrentarse.
Uno de los factores que a veces permanece, es el personal sanitario que lo cuida, ya que en estas unidades los profesionales solemos permanecer mucho tiempo. Permanece la interrelación entre ambos, una relación que ha de estar basada en la empatía, la calidez, el respeto, la concreción, la autenticidad, y por qué no, el cariño.
Nuestra función en estas unidades (por supuesto aparte de lo que son las competencias técnicas y las actividades que nos son propias en ellas, y que podríamos calificar de “un alto nivel técnico”) están centradas en la relación que mantenemos con ellos. Somos los encargados de ayudar a estas personas a prevenir posibles complicaciones de su patología y su tratamiento y a adaptarse a la experiencia de la “enfermedad”, del sufrimiento y, en su caso, a que le encuentre “el significado” a esta situación que está cambiando su vida.
Queremos haceros notar que no queremos utilizar el término “paciente” ni el término “enfermo”. En todo momento estamos usando el término “PERSONA”. Estamos convencidos de que las palabras conforman nuestros pensamientos. Si logramos interiorizarla también nosotros “personalizaremos” aun más esa relación persona-persona. Personas (ambas) únicas e irrepetibles en el mundo: una que necesita en estos momentos cuidados, servicio y asistencia, y otra que está en situación de proporcionárselos por sus conocimientos (muy especializados) y sus capacidades para aplicarlos, con el fin de ayudarla.
Volveremos después sobre la relación de ayuda de forma más profunda.
Siguiendo a J. Travelbee (creadora del modelo ) y su concepto de enfermedad, no como una categoría sino como una clasificación. Habréis notado cómo cuando hablamos de enfermedad la hemos entrecomillado. No era al azar: ella define la enfermedad, no como una situación de ausencia de salud. Para Joyce es UNA EXPERIENCIA HUMANA que se define sobre criterios objetivos y subjetivos; los criterios objetivos vienen dados por los efectos que se van manifestando en la persona, los criterios subjetivos son la percepción, la manera o el modo en que cada ser humano “se siente” a sí mismo como enfermo, es un capitulo en la vida donde podríamos decir que se pierde momentáneamente o de forma total el “sentido de la vida”.
Esta experiencia suele venir acompañada de otra, que es el sufrimiento; una sensación que tiene varios niveles: desde una ligera “molestia” (que puede ser física, psíquica o espiritual) a una angustia extrema, una manifestación clara de que somos vulnerables, que no somos dueños de nosotros mismos y que cualquier cosa puede dañarnos. Frente a esta experiencia del sufrimiento, los seres humanos no tenemos más salida que la de encontrar el nuevo sentido de la vida e intentar integrarlo en nuestra vida como una parte más de ella.
La actitud que se debe adoptar ante el sufrimiento de una persona afectada de Insuficiencia Renal en programa sustitutivo, pasa por la solidaridad y a veces el silencio, un sumo respeto por la persona “que lo está sintiendo” y que intenta afrontarlo. Es una disposición de ayuda para que de nuevo sea capaz de re-descubrir el sentido de su vida ante la nueva situación.
El sufrimiento, como decíamos antes, puede ser físico y seguramente su manifestación es el DOLOR. El dolor no es observable “per se”, solo podemos detectar “sus efectos”. Al ser una experiencia personal resulta bastante difícil de cuantificar y de comunicar a otras personas, ya que cada uno lo “vive” de una forma diferente y con diferentes umbrales. El dolor suele ser un huésped que irrumpe en la vida de cualquier persona sin avisar y que es capaz de modificarla. Pero si lo hace de forma aguda (no suele ser el caso de las personas en Insuficiencia Renal Crónica Terminal) no tiene los mismos efectos que si lo hace de forma crónica (que si suele ser el caso de las personas que cuidamos), en la que puede llegar a remover incluso la identidad personal. Además, cuando se presenta el dolor o el sufrimiento, la persona tiende a neutralizarlos con un estado mental en el que prevalezca el deseo de conseguir que aminoren o desaparezcan: la esperanza.
La interrelación que creemos debe existir entre las dos personas (la que necesita cuidados y la que los presta) es fundamental para detectar las necesidades de una, y para obtener una intervención eficaz de la otra para ayudarla. Una intervención en la que el enfermer@ debe tener la capacidad de usar su propia personalidad de forma consciente e intencionada que le ayude a comprender la conducta de la “otra persona” y la vivencia que está teniendo de los cambios que se están produciendo en su vida, que el enfermero sea capaz de comprender el estado psicológico del “otro” (empatía) y con deseo de ayudarlo (“simpatía”).
Bibliografía:
1. Joyce Travelbee. Interpersonal aspects of nursing. Edit. F. A. Davis. Philadelphia, 1.971.
2. Dalila A. Aguirre Raya. Fundamentos de la relación enfermera-persona sana o enferma. Rev. Cubana Salud Pública 2004; 30(4)
3. Marriner Tomey A. Modelos y teorías en Enfermería. 3 ed. Madrid: Mosby Doyma; 1994.
4. Du Gas BW. Práctica de la Enfermería. En: Tratado de Enfermería Práctica. México, DF: Nueva Editorial Interamericana; 1996.