Cancer de recto. Origen. Tratamiento. Episodio III
Autor: Dr. P. García Férriz | Publicado:  13/07/2011 | Oncologia , Articulos | |
Cancer de recto. Origen. Tratamiento. Episodio III .2

Siempre y en todo momento he mantenido un criterio: hay que combatir la actividad patológica que siempre se inicia en el cuerpo y membrana celular, que es precisamente donde radica la verdadera causa de todos los tumores. ¿Y cómo se lucha con garantía de éxito? Ya lo hemos comentado. Hay que reducir al máximo posible la hiperexcitabilidad de la membrana. Si lo conseguimos, con toda seguridad se reducirá simultáneamente la intensidad eléctrica. Y este proceso lleva consigo el inmediato restablecimiento del equilibrio electroiónico que está basado en el cociente (índice) de Loeb, comentado brevemente en el “Episodio II”.

Si la patología electroquímica que acabamos de describir es en verdad la causante de todo tipo de cáncer, hay que demostrarlo. Y a ello vamos.

El tratamiento al que he sido sometido para tratar de curarme ha sido el clásico sistema que actualmente se viene practicando en todo el planeta, es decir: quimioterapia, radioterapia y quirófano. Yo me negué a ser intervenido quirúrgicamente. Tenía mis personales razones: un firme criterio y una inquebrantable fe en obtener mi total curación sin necesidad de ser operado. Y lo conseguí. ¿Cómo? De la conducta que he mantenido colaborando con la prescripción de la oncóloga, la doctora Nuria Cárdenas Quesada.

He sido riguroso con el plan alimentario que describo en el “Episodio II” de esta investigación. Simultáneamente a la especial alimentación, decidí llevar a efecto la aplicación del electroimán directamente sobre la piel de la región anal y fosa ilíaca izquierda. Me he fundamentado en los estudios del escocés James Cleerk Maxwell (1831-1870) sobre la acción del electromagnetismo. Maxwell fue el creador de las ecuaciones que simbolizan “la unificación de la electricidad con el magnetismo”. La teoría clásica del electromagnetismo es, quizás, la ciencia más acabada dentro del concepto ortodoxo de la ciencia dura (1). Ante esta realidad, no me he podido resistir a hacer uso del electroimán por las razones que más adelante especificaré. Incluso Albert Einstein (1879-1955) defendió ardorosamente los trabajos de Maxwell sobre el electromagnetismo.

Estudiando lo que nos legaron estos dos inmensos genios, llegué a la conclusión siguiente: si me aplico un electroimán en la región afectada de neoplasia, podría atraer la electricidad hacia el imán y así de este modo la membrana celular se descargaría del excesivo aumento de electricidad y su propia excitabilidad quedaría reducida. Ignoro si ha surtido o no el efecto esperado y deseado. Lo cierto es que me he curado totalmente del carcinoma de recto en menos de 25 días. Creo que me sitúo dentro de la lógica. Si el imán atrae la electricidad, ¿por qué no puede ejercer la misma función aplicando el electroimán directamente sobre la piel?

Si dicho proceso se confirma positivamente, habríamos dado un importante paso para colaborar en el tratamiento sobre el origen de todo tipo de cáncer.

Así pues, el plan alimentario al que me he sometido, junto al electroimán, creo que constituyen dos actividades que complementan y refuerzan el tratamiento clásico de la quimioterapia y la radioterapia. Lo que sí puede asegurarse es que el plan alimentario descrito, bebiendo cerca de dos litros de agua diarios, y la aplicación del electroimán no interfieren en la reconocida eficacia de la quimioterapia y radioterapia.

Pero no conforme aún, sigamos con el tema porque el caso lo requiere y exige. Se sabe que “un campo magnético altera los caminos de los electrones” (1). Es un concepto que he tenido muy en consideración, y además los imanes tienen también una acción regeneradora de los tejidos (1). Si esto es así, no es descabellada la decisión que he tomado de aplicarlo en mi propio tratamiento.

El imán, insisto, constituye un campo magnético (1) debido a las corrientes microscópicas de sus electrones y a los espines de sus partículas y átomos (2). Nuestra corriente eléctrica, involucrada en los potenciales de acción, genera campos magnéticos que se propagan hasta la superficie del cuerpo. Por esta razón, sospecho con evidente fundamento que la aplicación del electroimán en la superficie de mi propio cuerpo ha debido aportar efectos alentadores y altamente positivos.

Si se confirma cuanto acabo de exponer, me veo obligado a pensar y a razonar que estoy ante una verdad. “La razón y la lógica suelen coincidir con la ciencia” (John Stuart Mill) y se acercan a la verdad”. “La verdad impera siempre sobre todo criterio científico por muy elevado que éste sea”. Y ahí voy.

Si me he decidido a confiar plenamente en el uso del electroimán es por la fe y la sólida confianza que he puesto en los trabajos de dos grandes genios universales, Maxwell y Einstein, y al actual tratamiento médico.

Con los imanes, insisto, se puede conseguir una reducción de la hiperpolarización de membrana, es decir, mantener su potencial desde -65 a 75 mV; incluso una mayor reducción, o sea, de -65 a 55 mV. (2) A esta última reducción se la denomina despolarización de la membrana. (2)

Nunca he creído en los resultados que podían obtenerse con la aplicación del electromagnetismo. Pero como yo me jugaba mi propia vida, opté por hacer uso de él. Y me lo apliqué con conocimiento de causa. Me explico: Como se sabe, la membrana plasmática de todas las células se compone de un rico mosaico de lípidos y de proteínas 3. Por ello es necesario reducir la ingestión de grasa y de proteínas, para así poder disminuir la cantidad de electrones en la membrana y en la mielina. Y esto repercute en la actividad de los canales iónicos, que precisamente están insertados en la membrana celular.

La corriente que pasa por un solo canal se puede medir mediante la técnica de patch-clamp. Con el empleo de dicha técnica se podría demostrar la intensidad de la corriente tanto en los puntos de origen como en el punto final del proceso tumoral. Su intensidad, lógicamente, debe ser mayor en los casos de cáncer.

Como podrá observarse, en el estudio sobre el mecanismo eléctrico de nuestras células, todos mis esfuerzos van dirigidos especialmente al estudio de las neuronas.

En ellas existen tres propiedades eléctricas pasivas que han servido para reforzar mi criterio sobre la gran importancia que pueden tener en la formación cancerosa. Dichas propiedades son: la resistencia de la membrana, la capacitancia (capacidad) y la resistencia axial intracelular (3).

A continuación describo una prueba más sobre la importancia que tiene la electricidad en la formación del cáncer. Si se administran cargas negativas a través del electrodo, la separación de cargas eléctricas a través de la membrana se hace aún más negativa, se hiperpolariza. A medida que la corriente administrada es más negativa, el resultado es una hiperpolarización aún mayor (3). Por lo tanto, “la relación entre corriente eléctrica y voltaje define la resistencia”, que en este caso se denomina resistencia de entrada (3). Y esto es precisamente cuando nos alimentamos mal, abusamos de las grasas, de las proteínas, del alcohol, del tabaco y un extenso etcétera, que tienen una acción esencialmente tóxico-excitante. Ello lleva consigo un excesivo y peligroso aumento de los potenciales eléctricos de las membranas. De aquí que el proceso tumoral se inicie siempre con una hiperexcitabilidad neuronal seguida de una mayor intensidad eléctrica y el consiguiente desequilibrio iónico del cociente de Loeb, referido anteriormente.

También es de especial interés el siguiente dato: cuanto más grande sea la neurona, mayor será la superficie de su membrana y, lógicamente, menor la resistencia, ya que habrá más cantidad de canales pasivos que conducen iones a su través (3).

Todo esto que acabo de describir sobre las propiedades eléctricas pasivas de la membrana debe influir poderosamente en la predisposición de la persona a padecer de cualquier tipo de cáncer. De lo que se deduce (y es lo que trato de demostrar) lo siguiente: es imposible la formación tumoral en las regiones de nuestro cuerpo donde no existe corriente eléctrica. El ejemplo lo tenemos en las extremidades del enfermo parapléjico: nunca se ha conocido ni un solo caso de neoplasia en las extremidades de dichos enfermos (4, 8). Es lógico, si no hay elec-tricidad nunca se podrán producir acciones químicas en nuestro cuerpo.

No puedo dudar de que la formación del carcinoma rectal que he padecido es producida por la continua excitación a la que es sometida por la riqueza inervadora que existe en el recto. En mi vida, nunca he seguido un serio control en la comida y bebida; he abusado del pimiento picante y no he rechazado nunca ingerir alimentos grasos, exceso de productos ricos en proteínas y una habitual (aunque no abusiva), costumbre de tomar alcohol.

La mala alimentación, lógicamente, aumenta la predisposición de padecer dicha enfermedad. Hay que saber comer, y seguro estoy que las membranas celulares no podrán alcanzar fácilmente un peligroso aumento de corriente eléctrica. Cuanto más equilibrada permanezca la corriente electroiónica menor será la predisposición.

En tal sentido, el Profesor Doctor Demetrio Sodi Pallarés, que fue propuesto hace 10 años aproximadamente para premio Nobel, demostró que “las células malignas avanzan con mayor rapidez cuando se producen grandes intensidades eléctricas”. Como vemos, las células malignas avanzan menos con poca intensidad eléctrica (4,5,6) y desaparecen cuando no hay conducción nerviosa (4,6). Sin conducción nerviosa no puede iniciarse la formación tumoral porque sin ella no pueden producirse acciones químicas (4,7,8).

Estas pruebas que acabo de exponer nos demuestran la vital importancia que tiene la corriente eléctrica para la formación de cualquier tipo de cáncer, lo que nos invita a pensar que la verdadera causa de todos los procesos tumorales radica principalmente en la hiperexcitabilidad de la membrana, que es donde se inicia el proceso electroiónico. De aquí que se deduzca lo siguiente: si una célula neuronal o muscular se muestra inexcitable en todos sus puntos no puede padecer de cáncer. Es el caso de los grandes fumadores, que han abusado del tabaco durante su larga existencia y no han padecido de cáncer en el aparato respiratorio (7). Sin olvidar las extremidades inferiores de los enfermos parapléjicos.

Por último, debo matizar mis disculpas por la amplia descripción y reiteración que aquí se ha expuesto. Si así lo he hecho es para intentar concentrar más la atención sobre un tema tan complejo como es la búsqueda de la verdad sobre la etiopatogenia de todos los cánceres.

Comentario

He considerado necesario plasmar una clara y concisa descripción neurofisiológica y electroiónica para hacer comprender mejor la adecuación del tratamiento de Oncología Clínica.


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