La integracion de funciones. La conciencia
Autor: Modesto Jesús Romero-López | Publicado:  14/07/2011 | Psicologia , Neurologia , Articulos | |
La integracion de funciones. La conciencia .2

Tabla 1. La conciencia como experiencia subjetiva

Las experiencias subjetivas forman una secuencia donde el comienzo de una experiencia se fusiona con el fin de otra, de forma que es extremadamente difícil para la persona especificar cuándo un pensamiento concreto, percepción o sentimiento comienza y finaliza.

La experiencia consciente nunca es igual. Cada vez que un estímulo externo es percibido la experiencia subjetiva es diferente.

Se puede decir que el comienzo y el final de una experiencia consciente específica no pueden ser objetivamente determinados. Lo que sí se puede especificar es la presentación y término de un estímulo o el inicio y el final de una respuesta. Tampoco se puede repetir exactamente la misma experiencia consciente.

Lo que sí parece estar claro es que esta variabilidad o subjetividad al “experienciar” los fenómenos es el resultado de activaciones complejas y que parten de la base de las funciones corticales superiores o de las estructuras donde estas funciones se localicen. Este hecho es lo que permite creer que la conciencia es una función cerebral. Sin actividad cerebral no hay experiencia subjetiva que se pueda determinar.

Se podría argumentar que los mecanismos cerebrales humanos de conciencia son diferentes de los de reconocimiento o que, los mecanismos cerebrales de reconocimiento en el caso de los humanos son mecanismos específicos o complementarios de conciencia.

Así, la función de reconocimiento, en una tarea de discriminación de estímulos, puede ser inferida por igual o atribuida a un hombre o a un ratón. Hay que discriminar para conocer que el reconocimiento ha ocurrido y esto lo puede hacer un ratón o usted, con o sin conciencia.

Considerada la dimensión subjetiva de la conciencia no se reconocen pruebas diagnósticas, ni examen clínico o instrumental que permita evaluar la conciencia en toda su magnitud. Tampoco se ha diseñado un experimento donde los patrones específicos de conciencia puedan ser separados de los patrones específicos de reconocimiento. De cualquier forma, no se solucionarán problemas metafísicos mientras no se defina el objeto de estudio y se tengan las técnicas apropiadas para un adecuado desarrollo del problema.


NIVELES DE DESCRIPCIÓN Y MODELOS DE CONCIENCIA

Siguiendo a Plum y Posner (20), la conciencia es el estado que permite a un sujeto relacionarse con el medio y consigo mismo. Para ello se precisa de una actividad consciente normal que requiere de la capacidad de la alerta o despertar propia de la vigilia. Las bases neurales de esta actividad se encuentran en el sistema reticular activador ascendente (SRAA). Este genera impulsos ascendentes activadores de la corteza cerebral, a partir del segmento protuberancial, del hipotálamo posterior y del tálamo. Existen diferentes sistemas de neurotransmisores que se originan en el troncoencefálico, hipotálamo y en la región basal del prosencéfalo, que se comunica monosinápticamente con la corteza cerebral sin hacer relevos en el tálamo. Estas vías incluyen diferentes sistemas de neurotransmisores: colinérgicos, serotoninérgicos, histaminérgicos y noradrenérgicos. En estudios experimentales se ha demostrado que la destrucción de gran parte del tálamo no bloquea la activación cortical. Por otro lado, el patrón electroencefalográfico (EEG) propio del despertar, caracterizado por una desincronización de la actividad de base, desaparece con el bloqueo de la transmisión serotoninérgica y colinérgica con fármacos.

Se puede inferir de ello que la capacidad para la conciencia se genera por el funcionamiento de varias vías que excitan la corteza cerebral y el tálamo de forma paralela. La transmisión talamo-cortical puede no ser suficiente o incluso necesaria para la activación cortical (21).

En un nivel superior de descripción, los mecanismos de la conciencia comprenden: El nivel de vigilia, dependiente del sistema reticular activador ascendente (SRAA); el conjunto de las funciones cognitivas y afectivas junto a otros procesos funcionales complejos relacionados con la percepción; la orientación con respecto a sí mismo y al medio; la actividad motora y los planes de conducta. Estos mecanismos de conciencia dependen de la interacción de complejos mecanismos neurofisiológicos junto a mecanismos psicológicos mediante los cuales el sistema límbico y el neocórtex individualizan y enriquecen la conducta humana.

Otro modelo útil para el estudio de la conciencia es el que proporciona el estudio de los pacientes diagnosticados de “estado vegetativo”. El diagnóstico de estado vegetativo se fundamenta en la clínica y sus criterios diagnósticos se presentan en la Tabla 2.

Tabla 2. Criterios diagnósticos para el estado vegetativo
Ausencia de respuestas conductuales intencionadas o voluntarias, sostenidas y reproducibles, ante estímulos visuales, auditivos, táctiles o dolorosos.
Ausencia de evidencia de comprensión o expresión en el lenguaje.
Incapacidad del paciente para interactuar de forma consciente con el entorno.
Preservación de los ciclos de sueño y vigilia.
Incontinencia vesical y rectal.
Presencia de reflejos craneales y relativa conservación de la capacidad para la regulación del medio interno.

Los estudios anatomopatológicos han permitido identificar un conjunto de patrones lesiónales como causa del este síndrome llamado “estado vegetativo” (21). Este modelo presenta la característica de que cierta capacidad para la consciencia está preservada, mientras que el contenido de conciencia está aparentemente ausente. Esto ha llevado a sugerir que ambos componentes, capacidad y contenido, de conciencia son mediados por sistemas anatómicos, neuroquímicos o fisiológicos diferentes. No obstante, las estructuras subcorticales pueden mediar ambos componentes de conciencia, aún con ausencia de corteza cerebral por lo que el contenido no dependería sólo de la función de la corteza sino que sería generado a partir de complejos mecanismos neuropsicológicos, posiblemente por la relación entre el sistema reticular activador ascendente (SRAA), el sistema límbico y córtex.

Estas consideraciones conducen a pensar que no existe un lugar anatómico localizado que sea necesario y suficiente para la generación de la conciencia. Es decir, no existe un centro o lugar anatómico localizado en el encéfalo, sino que las bases neurales para la generación de esta función serían las conexiones córtico-subcorticales difusas y extensas a través de todo el encéfalo. Con esta integración funcional de diferentes regiones corticales y subcorticales se logra una función cognitiva determinada. La conciencia sería la función que integra y controla todas las funciones que a su vez forman parte del funcionamiento del organismo como un todo (19).

El estudio y diagnóstico de los pacientes en “estados vegetativos” considera dos “dimensiones” de la conciencia: como fenómeno que se expresa conductualmente y su dimensión subjetiva accesible sólo al sujeto consciente. Expresiones tales como “no hay en estos pacientes experiencia observable de dolor o de sufrimiento” abundan en la literatura y sin embargo, debe enfatizarse un aspecto que resulta evidente: no es posible observar ninguna experiencia, sólo observamos la conducta. Es necesario evitar la confusión entre los niveles anteriormente señalados de expresión conductual y el fenómeno subjetivo en sí, así como, evitar la falsa inferencia de que la “ausencia de evidencia” significa necesariamente “evidencia de ausencia” (22).

En sentido general, el modelo sugerido de “estados vegetativos” podría encuadrarse en un paradigma reduccionista y dualista que conduce a la posibilidad de separar el sustrato de conciencia de la capacidad del organismo para funcionar como una totalidad. Dicho modelo implica la disociación entre el estatuto de persona y el fundamento biológico que determina la unidad del individuo humano. Además, conduce al concepto de muerte de la persona con supervivencia de su organismo (23). En un sentido neurológico más específico, el término “vegetativo” se vincula al paradigma de la dicotomía corteza, como substrato de la conciencia, y troncoencéfalo, como centro de la integración “vegetativa”. Si bien la expresión “estado vegetativo” se han popularizado tanto dentro de la profesión médica como en el público en general, el análisis de sus implicaciones sugiere la conveniencia de su abandono tanto por razones conceptuales, como por su repercusión en la práctica clínica, en los debates bioéticos y en la percepción de estos problemas por parte del público en general. El término “vegetativo” es, en estos casos, conceptualmente equívoco y conlleva importantes implicaciones clínicas.

No parece posible una teoría adecuada de la conciencia considerando el encéfalo aislado sin considerar a todo el organismo (24). Un tercer modelo a considerar es el establecido sobre la base de conocimientos biomédicos fundamentales a partir la descripción de un sistema que puede ser denominado como “el sistema de la unidad mente-cuerpo” (25). Este concepto sostiene la idea de que la generación de la conciencia, en un sentido amplio, es inseparable de un grupo de otras funciones que, en su conjunto, confieren al organismo su esencia de unidad. Dicho sistema puede describirse con un nivel de resolución necesario y suficiente, e incluye las estructuras y las funciones (dependientes del funcionamiento concertado de los tres subsistemas) que se recogen en la Tabla 3.

Otro modelo a considerar es el de la distribución vertical y horizontal de las funciones de la conciencia en particular (26). Este modelo holístico propone una hipótesis hologramática en relación con el fenómeno de la conciencia y la ubicuidad encefálica de funciones como las de la memoria. Tiene como atractivo el ofrecer una explicación coherente para una serie de características como: la distribución a lo largo de todo el encéfalo de los mecanismos de la memoria, la amplía capacidad del encéfalo para almacenar y recordar información, las características de la memoria asociativa, la capacidad de recordar y de olvidar, la capacidad de reconocimiento, la capacidad de transferir información acerca de habilidades adquiridas de una modalidad a otra, o para el problema del miembro fantasma. Independientemente de la concepción teórica que mejor acoja dichos aspectos, apuntan hacia la necesidad de entender los procesos cerebrales como parte de una totalidad funcional, donde una de las características más notables inherentes al sistema es el enorme grado de redundancia de información y una tendencia a que los componentes individuales recojan información concerniente a la función del sistema como un todo.


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