Dilemas bioeticos en el paciente oncologico en Otorrinolaringologia
Autor: Dra. Gisela de la Caridad Sardiñas López | Publicado:  25/11/2011 | Etica, Bioetica. Etica medica. Etica en Enfermeria , Oncologia , Otorrinolaringologia , Articulos | |
Dilemas bioeticos en el paciente oncologico en Otorrinolaringologia .3

Principio de beneficiencia – no maleficiencia

Uno de los principios morales recogidos en al Juramento Hipocrático tiene que ver con el beneficio que el médico está obligado a proporcionar a su paciente; otro hace relación al compromiso de evitar hacerle daño.

La máxima latina primum non nocere (primero no hacer daño) siempre ha sido tenida como el fundamento de la moralidad en el ejercicio médico.

No obstante que el significado de "bien moral" puede interpretarse de diferentes maneras, lo cierto es que se considera que un acto es bueno cuando está encaminado a favorecer lo que naturalmente es conveniente al hombre. El mayor bien o beneficio que puede causársele a un enfermo es devolverle la salud cuando la ha perdido, o protegérsela cuando la posee.

Beneficiencia es actuar para prevenir el daño, o para suprimirlo, o para promover el bien. El principio de no – maleficiencia puede considerarse, a diferencia del de beneficiencia, un asunto pasivo. Si para realizar éste es necesario actuar, para no contrariar aquél es indispensable abstenerse, vale decir, no infligir daño. La ausencia de malicia, de intención, no ampara de la violación del principio de no – maleficiencia.

Principio de justicia

En Ética nicomaquea se lee: "Llamamos justo a lo que produce y protege la felicidad y sus elementos en la comunidad política" (1). Estrechando este concepto de Aristóteles para aplicarlo en la esfera médica, justo sería lo que haga el médico a favor de la vida con la salud de su paciente. Esta sería la justicia individual o particular, que ha pasado a un segundo plano en la concepción actual de la ética médica, pues en el marco de la atención de la salud, justicia hacer referencia a lo que los filósofos llaman "justicia distributiva", es decir, la distribución equitativa de bienes escasos en una comunidad, y que equivale a la justicia comunitaria o social, de cuya vigencia debe responder el Estado. Este principio se sustenta en la obligación ética de dar a cada una de las personas lo que verdaderamente necesita o corresponde, en consecuencia con lo que se considera correcto y apropiado desde el punto de vista moral. La aplicación consecuente de este principio puede suscitar el surgimiento de problemas éticos, que últimamente se presentan con gran frecuencia en la práctica médica y que están en relación directa con los adelantos tecnológicos de carácter diagnóstico y terapéutico. El alto costo de estos recursos obliga, la más de las veces, a utilizarlos de manera selectiva y es entonces cuando surge el conflicto de decidir quiénes deben beneficiarse de ellos y quiénes no.

En nuestro país, donde la salud del ser humano se considera uno de los bienes más preciados, no se escatiman esfuerzos para garantizar la atención médica a cada ciudadano. El país, a pesar del bloqueo, realiza grandes esfuerzos para mantener estos servicios a los pacientes portadores de cáncer con calidad excelente y de hecho existen en todos las provincias de Cuba. Se adiestra al personal médico cada vez con más rigor y exigencia para la realización de técnicas quirúrgicas complejas en todos los hospitales del país, se prestan servicios de radioterapia en casi todas las provincias y se promueven investigaciones en el campo de las opciones terapéuticas.

La mentira piadosa

Al haberse descalificado moralmente el paternalismo, ha quedado descalificada asimismo la llamada "mentira piadosa". Hemos visto que la autonomía del paciente está influida por la información que el médico suministre en relación con su salud, pues de aquéllas depende el consentimiento o la negativa para que se adelanten los procedimientos diagnósticos o curativos propuestos. Sujetándose la determinación del paciente o de sus allegados a la honestidad del médico al brindar la información, la verdad debe ser la virtud que acompañe a ésta. El derecho de autonomía en Ética Médica, viéndolo bien, es dependiente del médico, pues se supedita al criterio suyo, que puede ser recto o pude ser mal intencionado. La rectitud en la información se supone que irá a favorecer al paciente, en tanto que la mala intención se encaminará a favorecer los intereses del médico. Sin embargo, aun cuando parezca paradójico, la rectitud en términos de veracidad puede en ocasiones lesionar o afectar los intereses del paciente. La verdad escueta es a veces más dañina que la verdad velada, sutil, o que la mentira piadosa. (22)

La opinión de que "el mentir es malo o por eso debe ser moralmente prohibido", es una proporción que no se conduele con la condición humana. En efecto, muchos actos de los hombres tenidos por la moral deontológica como malos, aparejan consecuencias buenas, que neutralizan, y superan a veces, el componente malo. Ciertamente, no son pocas las ocasiones en que una mentira surta efecto salutíferos y una verdad agrave la situación. El médico, en su inteligente criterio, sabrá cuándo mentir y en qué cantidad. Si el ideal de la verdad es para él superior al de la compasión, deberá decir la verdad; en caso contrario deberá mentir. Si de la vida que le resta al paciente es corta en concepto de su médico y decirle la verdad sobre su situación puede apabullarlo anímicamente, no falta a la ética si guarda silencio, que a veces es una forma de mentir, o habla ocultando el diagnóstico y el pronóstico ciertos: claro que se podrá dar la circunstancia de que el silencio del médico contribuya al desamparo o soledad que experimentan los pacientes moribundos y conscientes. La verdad sobre la proximidad de la muerte puede en muchos casos aliviar el transito, si el médico comparte, en cierta forma, esa dura prueba con el paciente. (22,23,24,25,27,28)

Lanzar a ejercer a profesionales pobremente capacitados es un asunto que deja en entre dicho la contextura moral de quienes lo permiten. De otra parte, el médico que no esta en permanente disposición para mantenerse actualizado en cuestión de conocimientos y experiencias propias de su profesión, queda expuesto a contrariar el principio moral de beneficencia.

El otorrinolaringólogo habrá de familiarizarse con las situaciones del paciente con cáncer, conflicto en que entran a veces los principios éticos. Sólo su buen juicio le señalará cuál de ellos debe ser tenido como deber prima facie, sin olvidar que no es digno de confianza como prueba universal el apelar a un solo principio corriente, aunque esto sea la prueba primaria de la rectitud de una acción. La ética atañe a la bondad intrínseca de las acciones.

El poder en la relación médico – paciente en la atención del paciente con cáncer en el final de la vida cuando se ha hecho todo lo posible por restaurar la salud respetando los derechos del mismo, es un elemento importantísimo. Muchas veces se ve la muerte en estos casos solamente como el fracaso de la Medicina, llegando a veces a una especie de "ensañamiento terapéutico", prolongando una agonía y/ o negando la posibilidad al enfermo de una muerte digna, en compañía de sus seres queridos, situación denominada " distanasia " y resultante de una irracionalidad en el uso de los recursos tecnológicos y, por otra parte, tema de continuo debate, el de la Eutanasia. (29,30)

El enfermo necesita algo más que remedios y aparatos, necesita del médico como persona y en esta relación la palabra es fundamental. Pero, ¿qué decirle a un paciente en esas circunstancias? Siempre, con un mensaje de esperanza, las palabras serán un bálsamo. Por ejemplo: cuando un paciente crítico pide: "doctor, tómeme el pulso". Aunque a través del cardioscopio se conozca el resultado numérico, lo que el médico debe entender o comprender es que el paciente le está diciendo: "a mí nadie me toca", significa encontrar el sentido más allá del significado literal: muchos pacientes mueren "con hambre de piel", saciarlos de ello no significa pecar de "paternalismo".

Por otro lado, el efecto sanador de la presencia del médico, que el paciente "sienta" que el médico está a su lado, implica la vibración del encuentro irrepetible de persona – persona.

CONCLUSIONES

Concluimos nuestro trabajo subrayando una importante verdad ética: la moral tiene dos planos, dos dimensiones; por un lado la conducta real de los hombres, sus costumbres reales, que se extienden de un individuo a otro, uniéndolos en un todo único, y por otro las normas y las representaciones de valoración, universalmente admitidas en la sociedad, que forman el código de la conducta correcta.

La aplicación consciente y consecuente de los principios de la Bioética llevan, a todas aquellas personas responsabilizadas con las investigaciones y la prestación de servicios biomédicos, a una mayor competencia y mejor desempeño en el ejercicio de sus actividades, hacia una excelencia investigativo asistencial en el campo de la Biomedicina.

El dominio de estos preceptos, engrandece la labor humana de forma universal, y la de los que laboran con enfermos con cáncer en forma particular. Al recibir información adecuada sobre un mal que quiebra nuestras aspiraciones, se rompe el conflicto que crean nuestras sospechas, y ello permite un consentimiento adecuado y una tolerancia sin límites alrededor de cualquier práctica que oferta mayor calidad y razón para vivir.

El paciente enfermo de cáncer, debe tener autonomía y capacidad racional para conocer su diagnostico, excepto aquellos, en los que por sus características individuales, no sea recomendable.

Esta ha de ser nuestra postura, y la forma de exaltar nuestro verdadero sentido de relación en el trinomio medico-paciente-familia. (28)

Nos corresponde a los profesionales de la Salud, hacer uso adecuado, de los principios de la ética, porque en la fase final de la enfermedad, de mucho podemos servir para brindar esperanza. En ese momento, solo procede, la tristeza silenciosa que se siente cuando un amigo se marcha, la esperanza, la seguridad compartida junto a los familiares, la dignidad, laborando con excelencia al lado del enfermo, a través del largo proceso de la muerte, con la satisfacción, de haber cumplido con los principios altruistas de la ética médica.


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