El envejecimiento en los diferentes paises, continentes y culturas
Autor: Noelia Pérez Gázquez | Publicado:  7/06/2012 | Otras Especialidades , Geriatria y Gerontologia , Articulos | |
El envejecimiento en los diferentes paises, continentes y culturas .3

Por tanto los más notables aumentos de la esperanza de vida en el pasado han sido una consecuencia del descenso de la mortalidad infantil y de la generalización de políticas preventivas.

Desde finales del siglo XVII y hasta mediados del XIV, la población inició un progresivo y mantenido ritmo de crecimiento, que conllevó un rejuvenecimiento de la misma, que junto a los profundos cambios que durante esta etapa se van a producir, en Europa va a dar lugar a una fundamental transformación de la sociedad.

Tres fueron estos fenómenos que contribuyeron al cambio: la Revolución Industrial completada, será la figura del empresario la más considerada, y la iniciativa y la audacia, cualidades muy valoradas, ampliamente representadas en los jóvenes. Pero a su vez, la experiencia de los más veteranos va a ser de gran valía, por lo que se establece un equilibrio generacional en el que iniciativa y experiencia son complementarias.

Este progresivo avance tecnológico y científico, no se vio reflejado en la calidad de vida de los ancianos de manera inmediata. Por el contrario, hacerse viejo suponía el peor de los finales a una vida de trabajo, por lo que el concepto de vejez creció en desprestigio. A pesar de esto, el hecho de que el número de ancianos continuase en aumento, gracias al incremento en la esperanza de vida, justificada pro el avance en medicina, higiene o salud pública, entre otros, supuso una mayor representatividad de los viejos en la esfera social, dejando de ser un problema familiar, para ser un problema social con alta trascendencia política.

Sin olvidar que entre la clase proletaria llegar a viejo era muy difícil debido a las durísimas condiciones laborales, se va a empezar a tomar conciencia de la necesidad de valoración de la persona que ha trabajado durante toda su vida, bien al servicio de una institución pública, bien privada, autónoma, etc. Por primera vez en la historia, el Estado será quien se sienta obligado a compensar al trabajador ante la sociedad. En esos momentos se produce el nacimiento de la “jubilación”, tal y como se entiende hoy en día. En sus orígenes, surgió como una recompensa a los trabajadores de más de cincuenta años; de hecho, se tiene conocimiento de la existencia de pensiones ya en el año 1844, a los funcionarios públicos de los Países Bajos. Será a partir de entonces, que se pase de un hecho puntual de agradecimiento a un derecho adquirido como consecuencia de una vida de trabajo. Surgirán los primeros Seguros Sociales, y con el aumento de la expectativa de vida, se retrasará la edad de jubilación. Otro hecho que forzará al cambio del Estado en materia de jubilación será la incipiente incorporación de la mujer al trabajo. Si bien antes era ésta, ama de casa, la única responsable del cuidado de los ancianos de su familia, su incorporación al mundo laboral supuso un problema en cuanto a quién se encargaría del cuidado de los viejos. De esta manera, con la percepción de la jubilación, los ancianos podrían costearse parte de sus cuidados cuando la familia no pudiese encargarse de ellos.

Sin embargo, en España, país en el que el número de población rural todavía era muy alto, el problema no transcendió al Estado, al menos hasta años más tarde.

A finales del siglo XIX, surgen corrientes que insisten en separar la vejez de la enfermedad; así nació la Geriatría y la Gerontología.

A lo largo del siglo XX, se fueron desarrollando políticas de protección social, donde se ha ido haciendo patente la preocupación por el bienestar de los ancianos. El imparable envejecimiento de la población ha hecho que se convierta en una de las principales preocupaciones de los Estados actuales. Asimismo, el incesante desarrollo tecnológico e industrialización ha relegado a los ancianos en su rol de transmisores del saber al de portadores de conocimientos pasados no aplicables al mundo que los rodea. La experiencia acumulada durante la vida no tiene gran valor en la época actual, en la que la competitividad y la capacidad de adaptación rápida son pilares fundamentales.

Los logros conseguidos con el derecho a la jubilación en ocasiones no van en la línea de la persona que se jubila, ya que la sociedad impone una edad fija de retiro, no siempre acorde con el sentir de la persona, que en muchos casos todavía se encuentra en buen estado físico e intelectual.

Además del tema laboral, no se debe olvidar que la vejez implica una serie de cambios físicos que no son aceptados por una sociedad que venera la juventud.

Demográficamente hablando, la población ha sufrido un progresivo e imparable envejecimiento, siendo el grupo erario que más ha crecido proporcionalmente, el de los mayores de 80 años. A su vez, ha habido un brusco descenso de los menores de 15, con tasas de fecundidad y natalidad en franco retroceso.

La necesidad de intervención del Estado en relación con la tercera edad está también justificada por la falta de cuidadores e las familias, antes destinado a la mujer que ahora se ha incorporado al mundo laboral, gracias a la liberación que supuso el desarrollo tecnológico en los hogares y al uso generalizado de los métodos anticonceptivos, dotando a las mujeres de tiempo para formarse y estudiar y así acceder al mundo laboral, que aunque al final de la era moderna ya se perfilaba, será en la época contemporánea cuando alcance sus máximos.

Otro dato interesante lo marca el que entre las familias de clase media con mayores recursos económicos y espacio físico en sus hogares, es habitual el abandono de la responsabilidad de cuidar de sus ancianos, delegándolo, sobre todo, en instituciones públicas o privadas (residencias de ancianos), mientras que entre las clases trabajadoras con menor poder adquisitivo, en especial en el ámbito rural, el cuidado de los mayores se realiza en los propios hogares, dentro de la familia.

En la sociedad actual, se puede encontrar ancianos cada vez con más tiempo libre, interesados en aprender nuevas tecnologías o profundizar en disciplinas que no pudieron cultivar en su juventud, para así no quedarse descolgados del correr de la actualidad.

ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN DE LA VEJEZ EN LA ACTUALIDAD

No se debe olvidar que nuestra sociedad actualmente es fruto de la herencia de todas las civilizaciones sobre las que se ha asentado. El hombre, a lo largo de su historia, ha tratado de identificar el papel del anciano en la sociedad desde diferentes tipos de vista: religioso, estético, político, económico o demográfico. Pero en todos estos análisis, en general se ha puesto de manifiesto el rechazo por la vejez, en cada etapa de distinta manera y con diferentes argumentos, pero siempre ha estado presente la concepción peyorativa de “hacerse mayor”.

Hoy en día, se vive en una sociedad que glorifica la juventud, rechazando tajantemente el proceso natural de envejecer. El hombre que triunfa, con éxito, es el hombre joven, de aspecto físico agradable y marcada competitividad. En el caso de la mujer, la defensa de la juventud es todavía más dura, siendo indestructible el binomio belleza-juventud. La ciencia se empeña en disimular los efectos del paso del tiempo, a la vez que la sociedad pugna por mostrar un rol de persona activa, deportista, que transmite un aspecto juvenil.

Hasta no hace mucho tiempo, se enmarcaba a los ancianos como un grupo pasivo, apartado de la vida social tras la jubilación, pero con la responsabilidad de seguir manteniendo su independencia personal para no convertirse en una carga de trabajo para la familia, con una estricta obligación en su modo de vestir, de mantener las apariencias y, sobre todo, como ser completamente asexuado.

En el marco social actual, el colectivo de personas mayores ha irrumpido con fuerza en él, reivindicando un lugar en una sociedad que los margina, como grupo etario con personalidad propia y reivindicaciones concretas acordes a su edad. A su vez, el mercado capitalista en el que estamos inmersos, los ha captado como potenciales consumidores, con necesidades muy específicas y un campo de explotación muy amplio.

Un dato curioso es la escasez de referencias que se hace de la mujer anciana. Esto lleva a pensar a que el rol de la mujer no debió tener una relevancia especial fuera del ámbito familiar; no tuvo opción de ocupar cargos políticos ni económicos públicos. Sin embargo, su papel dentro de la familia fue trascendental. Era la encargada del cuidado de los miembros de su hogar, y aquí, indudablemente se encuentran los ancianos. De esta afirmación se puede deducir que el bienestar de los más mayores ha estado siempre íntimamente ligado al de la mujer.

Esta estrecha unión mujer-cuidadora a lo largo de los siglos, se ha visto diluida en los últimos años, con la incorporación de ésta al plano laboral. La influencia, pues, en el bienestar de los ancianos es innegable. En el cuidado de este grupo de población han intervenido todos los Estados actuales, dado que han colisionado dos factores importantes: envejecimiento de la población y, con ello, falta de cuidadores. Esta escasez de cuidadores se justifica, no sólo por el envejecimiento de la población, sino también por la ya mencionada incorporación de la mujer al trabajo. Los Gobiernos se han visto obligados a desarrollar políticas de protección social ante el imparable envejecimiento de la población y la falta de recursos para su cuidado. A su vez, esta intervención del Estado ha despersonalizado la atención de los más mayores, ya que se está haciendo extensiva la práctica del internamiento de los ancianos en residencias o centros de día.

En contrapartida, la institucionalización de los mayores ha contribuido a hacer extensivo su cuidado también para el hombre, ya que es posible encontrarse con hombres profesionales de enfermería, por ejemplo. Pero además, aunque de manera minoritaria, en el ámbito familiar también han ido asumiendo roles de cuidadores, dejando de ser una tarea exclusivamente femenina.

En resumen, se puede afirmar que los ancianos en la sociedad actual, ocupan un puesto de innegable importancia, tanto en plano político, como potenciales votantes, económico, como consumidores, o social con el envejecimiento de la población. Pero a la vez, la vejez continúa siendo una etapa de la vida temida por la sociedad.


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