Publicado por: gasparin007
Asunto: Re: PARA LA JOVEN LINDA QUE SONRIE
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3. El águila y el escarabajo
Un águila perseguía a una liebre; ésta se encontró sin posibilidad ayuda, tan sólo a quien la casualidad le puso delante –había visto a un escarabajo- pidió socorro. El escarabajo le dio confianza, y cuando vio llegar cerca al águila rogó que no le arrebatara a quien le había pedido ayuda. Y aquélla, mirando con desprecio la pequeñez del escarabajo que tenía ante su vista, devoró a la liebre. El escarabajo, lleno de rencor contra aquélla, se pasó el tiempo espiando el nido del águila y cada vez que ésta hacía su puesta el escarabajo, levantándose en el aire, echaba a rodar los huevos y los cascaba, hasta que, expulsada de todos lados, el águila recurrió a Zeus –pues esta ave está consagrada al dios- y le pidió que le proporcionara un lugar seguro para criar sus pollos. Zeus le concedió poner sus huevos en su regazo, el escarabajo, al verlo, hizo una pelota de estiércol, se echó a volar y cuando estuvo encima del regazo de Zeus allí mismo la tiró. Zeus, al querer sacudirse el estiércol, cuando se levantó tiró los huevos sin darse cuenta. Desde entonces, dicen que en la temporada en que aparecen los escarabajos las águilas no crían. La fábula muestra que no hay que despreciar a nadie, pensando así que no hay nadie tan débil que, ultrajado, no sea capaz de vengarse.
8. Esopo en un astillero
Una vez Esopo, el fabulista, estando ocioso, entró en un astillero. Los obreros burlándose de él le provocaron a que les replicara. Esopo dijo que en un tiempo remoto existían el caos y el agua, pero que Zeus, como quería que surgiera el elemento de la tierra, invitó a ésta a que se tragara por tres veces el mar. Y aquélla, nada más empezar, dejó primero al descubierto las montañas, al segundo trago dejó al desnudo las llanuras, “y si decide apurar el agua, a la tercera, se va a hacer inútil vuestra industria”.
La fábula muestra que los que, sin darse cuenta, se mofan de los más fuertes, atraen sobre sí sus réplicas más mordaces.
30. El náufrago y Atena
Un rico ateniense navegaba con otros pasajeros. Y he aquí que sobrevino una fuerte tempestad y al zozobrar la nave, mientras que todos los demás intentaban salvarse a nado, el ateniense, invocando continuamente a Atena, mil promesas le hacía si lo salvaba. Y uno de los náufragos que nadaba a su lado le dijo: “Además de suplicar a Atena, mueve también las manos”. También nosotros, además de pedir la ayuda de los dioses, debemos contar con nuestra propia acción.
35. El hombre y el sátiro
Cuentan que una vez un hombre hizo un pacto de amistad con un sátiro. Mas cuando llegó el invierno y con él el frío el hombre, llevándose las manos a la boca, se las soplaba. Al preguntarle el sátiro por qué hacía eso, dijo que se calentaba la manos por el frío. Después, cuando les sirvieron la mesa, como la comida estaba muy caliente, el hombre cogiendo trocitos pequeños se los llevaba a la boca y soplaba. Preguntóle de nuevo el sátiro por qué lo hacía, y dijo que así enfriaba la comida porque estaba demasiado caliente. Y el sátiro le contestó: “Pues me retiro de tu amistad, porque con la misma boca combates calor y frío”. De igual modo, también debemos nosotros rehuir la amistad de aquellos cuya disposición es ambigua.
36. El Pícaro
Un pícaro, que se apostó con otro a que demostraría que el oráculo de Delfos mentía, cuando llegó el día convenido, cogió en su mano un gorrioncito y escondiéndoselo bajo el manto se fue al templo y poniéndose ante el oráculo preguntó si lo que tenía entre sus manos era algo animado o sin vida. Quería, si le decía: “sin vida”, enseñar vivo al gorrión, y si le decía: “ animado”, mostrarlo después de haberlo ahogado. La divinidad se percató de su jugarreta y dijo: “¡Eh, tú, detente!, porque de ti depende que lo que tienes esté muerto o vivo”. La fábula muestra que la divinidad es imposible de sorprender.
44. Las Ranas que pidieron Rey
Las ranas, cansadas de su desgobierno, mandaron embajadores a Zeus pidiendo que les diera un rey. Zeus, al ver su simpleza, echó una estaca a la charca. Y las ranas, al principio, asustadas por el ruido, se metieron en el fondo de la charca, pero como la estaca estaba quieta, salieron a la superficie y a tanto desprecio llegaron por su rey que, subiéndosele encima, se sentaban en él. Indignadas de tener semejante rey, recurrieron por segunda vez a Zeus y le pidieron que de nuevo les cambiara su jefe, pues el primero era demasiado indolente. Zeus se irritó y mandó entonces contra ellas una hidra, que cogió a todas y se las comió. La fábula muestra que es mejor tener gobernantes tontos pero sin maldad que liantes y malvados.
46. Bóreas y Helios.
Bóreas y Helios disputaban por su fuerza. Acordaron conceder el triunfo al que de ellos consiguiera desnudar a un caminante. Bóreas empezó soplando con mucha fuerza; como el hombre apretó su vestimenta, Bóreas arreció más fuerte. El caminante, molesto por el frío, se puso encima otro manto y aun más grueso hasta que Bóreas cansado se lo pasó a Helios. Éste, al principio, lució con moderación; cuando el hombre se quitó el vestido que llevaba de más, aumentó el ardor de sus rayos, hasta que no pudiendo soportar el calor, se desnudó y fue a bañarse al río que había al lado. La fábula muestra que, con frecuencia, la persuasión es mucho más eficaz que la fuerza.
49. El vaquero que perdió un ternero y un león.
Un vaquero que apacentaba una manada de toros perdió un ternero. Como dio muchas vueltas y no lo encontró, prometió a Zeus, si encontraba al ladrón, sacrificarle un cabrito. Y entonces, habiendo entrado en un bosque espeso, vio que un león devoraba a su ternero, aterrado, levantando las manos al cielo, dijo: “Zeus soberano, antes prometí sacrificarte un cabrito si encontraba al ladrón, ahora te sacrificaré un toro si consigo escapar de las garras del ladrón”. Esta fábula podría aplicarse a los que al sufrir una desgracia, en su apuro, piden encontrar una salida, y encontrándola, piden librarse de ella.
50.La comadreja y Afrodita. Enamorada una comadreja de un joven muy apuesto, pidió a Afrodita que la metamorfosease en mujer. La diosa se compadeció de su pasión y la cambió en una hermosa muchacha, y así que el joven la vio quedó enamorado de ella y la condujo a su casa. Estaban ya en el dormitorio cuando Afrodita, queriendo saber si la comadreja se olvidó de su estado presente, se levantó de la cama y se puso a perseguir al ratón con la intención de comérselo. La diosa se irritó contra ella y la devolvió a su antigua naturaleza. Así, también los malos por naturaleza, aunque cambien de estado, no mudan desde luego de carácter.
60.El viejo y la Muerte En una ocasión un viejo, que venía de cortar leña, la llevaba encima y recorría un largo camino. Al descargar el peso, fatigado, llamó a la Muerte. La Muerte se apareció y le preguntó por qué motivo la llamaba, el viejo dijo: “Para que me lleves la carga”. La fábula muestra que todos los hombres quieren a la vida, aunque tengan una existencia miserable.
61.El labrador y la Fortuna.
Un labrador que encontró un tesoro cavando la tierra, le ofrecía cada día coronas a la Tierra creyéndose favorecido por ella. Pero se le apareció la Fortuna y dijo: “¿Por qué atribuyes a la Tierra estos regalos míos que yo te he dado porque quería hacerte rico? Pues si la ocasión mudara su naturaleza y se malgastara en penosas necesidades no se lo reprocharías a la Tierra, sino a la Fortuna. La fábula nos enseña que hay que saber quién es el bienhechor y que a él que dar las gracias.
63. Démades el orador Démades el orador hablaba en una ocasión al pueblo en Atenas, al no prestarle los atenienses demasiada atención, pidió que le permitieran contar una fábula de Esopo, aceptaron y empezó diciendo: “Deméter, la golondrina y la anguila hacían el mismo camino. Llegados a un río, la golondrina echó a volara y la anguila se sumergió”. Dicho esto se calló y le preguntaron: “Bueno, ¿y qué hizo Deméter?” El orador respondió: “Irritarse contar vosotros, que abandonáis los asuntos del Estado y preferís oír una fábula de Esopo”. Así, también son insensatos los hombres que descuidan lo necesario y prefieren lo agradable.
87.La oca de los huevos de oro Hermes, venerado de forma fuera de lo común por un hombre, le recompensó con una oca que ponía huevos de oro. Como no tuvo paciencia para sacarle el provecho poco a poco y creyó que la oca por dentro era enteramente de oro, sin esperar a más, la sacrificó. Y pasó que no sólo se equivocó en lo que pensaba, sino que también se quedó sin huevos, pues por dentro era toda de carne. De igual modo, en muchas ocasiones los ambiciosos, por su ansia de mayores beneficios, pierden incluso lo que tienen entre manos.
88.Hermes y el escultor
Hermes quería saber en qué estima le tenían los hombres, tomó el aspecto de un hombre y se fue al taller de un escultor. Al ver una estatua de Zeus, preguntó: “¿Cuánt0?” El escultor respondió: “Una dracma”. Sonriendo, preguntó: “¿La de Hera cuánto es?”. Le dijo que algo más cara. Cuando vio su propia estatua, sospechó que él, ya que es el mensajero y abogado del comercio, estaría muy cotizado por la gente, preguntó por eso: “¿Y cuánto el Hermes?” Y dijo el escultor: “Pues si compras los otros dos, éste te lo regalo”. La fábula va bien para el vanidoso que no goza de la menor estima entre los demás.
89.Hermes y Tiresias
Hermes quería probar si el arte adivinatoria de Tiresias era cierta y, luego de robarle del campo a sus bueyes, se fue a la ciudad a su encuentro con forma de hombre y se alojó en su casa. Cuando le comunicaron a Tiresias la pérdida de su yunta, tomando consigo a Hermes marchó a los arrabales para considerar un augurio sobre el robo y le pidió que le dijera el pájaro que viera. Hermes vio primero a un águila pasar volando de izquierda a derecha y así se lo anunció. Tiresias dijo que ése no iba con ellos; en segundo lugar, vio a un grajo posado en un árbol que ora miraba hacia arriba, ora se inclinaba hacia tierra, Hermes se lo hizo saber. Tiresias, respondiendo, dijo: “Pues este grajo jura por el cielo y la tierra que si tú quieres voy a recuperar mis bueyes”. Alguien podría usar de esta fábula frente a un ladrón.
99. El vendedor de estatuas.
Un hombre que había tallado un Hermes de madera, lo llevó a la plaza para venderlo. Como ningún comprador se acercaba y quería atraerse a alguien, empezó a vocear que vendía un dios bienhechor y pródigo en ganancias. Uno de los que había por allí, le dijo: “¡Eh, tú!, ¿por qué lo vendes, si es como dices, en vez de aprovecharte de sus ventajas?”. El vendedor respondió: “es que yo necesito una ayuda inmediata y éste acostumbra a conceder sus favores tarde”. La fábula es adecuada para quien busca sin escrúpulos el lucro, sin preocuparse en absoluto de los dioses.
100. Zeus, Prometeo, Atena y Momo.
Zeus, Prometeo y Atena, que habían modelado, el primero un toro, Prometeo un hombre y la diosa una casa eligieron a Momo como árbitro. Éste, envidioso de sus creaciones, empezó a decir que Zeus había cometido un fallo al no poner los ojos del toro en los cuernos para que pudiera ver dónde atacaba; a Prometeo le criticó porque no había colgado fuera las mientes del hombre, para que así no pasaran inadvertidos los malos y fuera bien visible lo que cada uno tenía en su cabeza. En tercer lugar, dijo que Atena debería haber puesto la casa sobre ruedas para que si uno iba a vivir con un malvado por vecino pudiera desplazarse fácilmente. Entonces, Zeus, indignado con él por su envidia, le echó del Olimpo. La fábula muestra que nada hay tan perfecto que, desde luego, no se haga acreedor de alguna crítica.
101. El grajo y los pájaros.
Quería Zeus designar rey entre los pájaros y les fijó un día para que compareciesen ante él. El grajo, consciente de su propia fealdad, mientras se paseaba entre los pájaros, iba recogiendo las plumas caídas y se las colocaba encima. Cuando llegó el día, convertido en un vistoso pájaro, se presentó ante Zeus. Mas cuando el dios estaba dispuesto a elegirlo rey en razón de su belleza, los pájaros, irritados, rodearon al grajo y cada uno le quitó la pluma que era suya. Y así sucedió que el grajo, despojado, volvió a ser grajo. De igual modo, también los hombres que tienen deudas, mientras disponen del dinero ajeno, parecen ser alguien, mas cuando lo devuelven, se encuentran con que son los mismos que al principio.
102. Hermes y la Tierra.
Cuando Zeus modeló al hombre y a la mujer mandó a Hermes que los llevara a la tierra y enseñase dónde se harían una cueva después de cavar. Hermes hizo lo ordenado y la Tierra, al principio, se resistió. Como Hermes insistía diciendo que era una orden de Zeus, la Tierra dijo: “Pues que caven lo que quieran, pero que paguen con sus suspiros y lágrimas”. La fábula es oportuna para los que con facilidad toman las cosas prestadas, pero las pagan con dolor.
103. Hermes y los artesanos.
Zeus ordenó a Hermes que derramara entre todos los artesanos el veneno de la mentira. Éste lo machacó y lo vertió sobre cada uno en partes iguales. Como sólo le faltaba el zapatero y aún quedaba mucho veneno, cogió todo el mortero y lo derramó sobre él. Ocurrió que desde entonces todos los artesanos son mentirosos, pero mucho más que todos los zapateros. La fábula va para el mentiroso.
104. Zeus y Apolo.
Zeus y Apolo competían en tiro al arco. Apolo, tras tensar el arco, disparó la flecha, mientras que Zeus, de una zancada, cubrió tanta distancia como Apolo con el arco. Del mismo modo, los que rivalizan con los más fuertes, además de que no se ponen a su altura, se exponen al ridículo.
105. Los años del hombre.
Cuando Zeus inspiró vida al hombre, le dio una existencia corta. Pero éste, valiéndose de su inteligencia, cuando llegó el invierno, se construyó una morada y allí vivió. Pero he aquí que una vez que el frío se hizo intensísimo y Zeus llovía, el caballo no pudiéndolo resistir, fue al galope a donde estaba el hombre y le pidió que le diera cobijo. Pero el hombre dijo que no lo haría a no ser que le diera una parte de sus años. El caballo accedió gustoso. No mucho después, se presentó también el buey, tampoco él podía soportar el mal tiempo. De igual modo, el hombre dijo que no le acogería a no ser que le diera un determinado número de sus años, él le dio una parte y fue acogido. Por último, llegó el perro, que se estaba muriendo de frío y, tras ceder una parte de su edad, consiguió abrigo. Y esto es lo que ocurrió a los hombres: hasta que llegan al tiempo que les marcó Zeus son puros y buenos; cuando llegan a los años que tienen del caballo, son fanfarrones y altaneros; llegados a los años del rey, son lentos y cuando cumplen la edad del perro se hacen irascibles y gruñones. Podría aplicarse esta fábula a un viejo colérico e intratable.
106. Zeus y la tortuga.
Al casarse, Zeus obsequió con un banquete a todos los animales. Sólo faltó la tortuga; intrigado Zeus, al día siguiente preguntó por qué motivo fue ella la única que no acudió al banquete. La tortuga respondió: “la propia casa es la mejor casa”. Zeus, indignado contra ella, la condenó a andar llevando su casa a cuestas. Asimismo, muchas personas prefieren vivir con sencillez que tener una vida lujosa en casa ajena.
107. Zeus y la zorra.
Zeus, admirado de la inteligencia y astucia de espíritu de la zorra, la hizo reina de los animales. Sin embargo, quería saber si después de haber cambiado de fortuna había cambiado también su codicia y, cuando la llevaban en una litera, soltó Zeus un escarabajo ante su vista. La zorra, incapaz de contenerse mientras que veía revolotear al escarabajo en torno a la litera, dando un salto, indigno de su estado, intentó cazarlo. Zeus indignado contra ella, la devolvió a su antiguo rango. La fábula muestra que los hombres que son viles, aunque tomen la apariencia más brillante, no cambian, desde luego su naturaleza.
108. Zeus y los hombres.
Cuando Zeus modeló a los hombres, mandó a Hermes verter en ellos la inteligencia. Éste, después de hacer partes iguales, la vertió sobre cada persona. Ocurrió que los pequeños al quedar llenos de su porción se hicieron sensatos, pero los altos, como el brebaje no les llegó a todo el cuerpo, se hicieron menos prudentes que los otros. La fábula es adecuada para el hombre de cuerpo muy grande pero con espíritu falto de inteligencia.
109. Zeus y el Pudor.
Cuando Zeus modeló a los hombres, les infundió en seguida las diferentes facultades, pero sólo se olvidó del Pudor. Como no encontraba por donde introducírselo, le mandó que entrara por el recto. Al principio, el Pudor se negó e indignó, después que Zeus le insistió mucho dijo el pudor: “pero entro con esta condición, que si entra otro detrás de mí me marcho inmediatamente”. De esto viene el que todos los maricones sean gente sin pudor. Podría aplicarse esta fábula al lascivo.
111. Heracles y Pluto.
Cuando Heracles fue elevado a la categoría de dios e invitado a la mesa junto a Zeus, iba saludando con mucha amabilidad a los dioses, uno por uno. Pero cuando Pluto entró el último, Heracles bajó la vista al suelo y le volvió la espalda. Zeus, extrañado por lo sucedido, le preguntó el motivo por el que, después de haber saludado tan complacido a los demás dioses sólo había despreciado a Pluto. Heracles dijo: “pues le desprecio por lo siguiente, porque en el tiempo que estuve entre los hombres, lo veía frecuentar muy a menudo a los malvados”. Esta fábula podría contarse de un hombre rico por la suerte pero malvado por su conducta.
117. El camello que quiso tener cuernos.
Un camello, que vio a un toro orgulloso de sus cuernos, tuvo envidia de él y quiso llegar a tener unos iguales. Por eso, se presentó ante Zeus a pedir que le concediera cuernos. Entonces, Zeus indignado contra él porque no le bastaba el tamaño de su cuerpo y su fuerza, sino que todavía ansiaba más, no sólo no le otorgó los cuernos, sino que incluso le quitó parte de las orejas. Así, muchos y por ambición, al mirar a los demás con envidia, sin darse cuenta, quedan privados de lo que es suyo. 163. Las abejas y Zeus. Las abejas, irritadas con los hombres por el expolio de su miel, fueron a ver a Zeus y le pidieron que les concediera fuerza suficiente para atacar con sus aguijones a quienes se acercaran a quitarles los panales. Entonces Zeus, irritado por su perversidad, hizo que cuando picaran a alguien perdieran el aguijón y después murieran. Esta fábula convendría a los perversos, que consienten sufrir ellos el mal que hacen.
166. La hormiga.
La hormiga de hoy antaño era un hombre que, dedicado a la agricultura, no le bastaba con su propio esfuerzo, al contrario, miraba con envidia a lo de los demás y no dejaba de robar los frutos de sus vecinos. Zeus, indignado por su codicia, lo metamorfoseó en este animal que se llama hormiga pero aunque cambió de forma no mudó el carácter hasta el punto que ahora, cuando marcha por los campos va recogiendo el trigo y la cebada de los demás y la guarda para sí. La fábula muestra que los perversos por naturaleza, aunque se los castigue duramente, no cambian de carácter.
173. El leñador y Hermes.
Un hombre, que estaba cortando leña a la orilla de un río, perdió su hacha, que la corriente arrastró. El hombre, sentado en la orilla, se lamentaba, hasta que Hermes se apiadó de él y se le presentó. Al saber del propio leñador la causa por la que lloraba, Hermes se zambulló y le ofreció, primero, un hacha de oro al tiempo que le preguntó si era ésa la suya. El leñador dijo que no, la segunda vez le presentó una de plata y de nuevo le preguntó si era la que había perdido. El leñador lo negó. A la tercera le trajo su propio destral y lo reconoció. Hermes, satisfecho por su honradez se las regaló todas. El leñador se marchó y cuando volvió junto a sus compañeros les refirió lo sucedido. Uno de ellos quedó deslumbrado y quiso aprovecharse de una recompensa semejante. Así que cogió su hacha y se marchó al mismo río. Estaba cortando leña cuando adrede dejó caer a la corriente su destral, entonces, sentado, se puso a llorar. Se apareció Hermes y le preguntó qué había ocurrido: “que se me ha perdido el hacha”, dijo. El dios le presentó una de oro y le preguntó si era esa la que había perdido, por culpa de la codicia se precipitó y dijo que sí. Entonces el dios no le concedió su gracia ni tampoco le restituyó su hacha. La fábula muestra que la divinidad lo mismo ayuda a los honrados que desasiste a los deshonestos.
174. El caminante y la Fortuna.
Un caminante, después de hacer un largo camino, quedó rendido de cansancio, se tumbó junto a un pozo y se durmió. Estaba a punto de caerse cuando la Fortuna se acercó y despertándole le dijo: “¡Eh, tú!, si te hubieras caído no hubieras culpado a tu imprudencia sino a mí.” Así, mucha gente que tiene una desgracia por su culpa se la echa a los dioses. 178. El caminante y Hermes. Un caminante, que hacía un largo camino, hizo la promesa de entregar a Hermes, como ofrenda, la mitad de lo que pudiera encontrar. Casualmente se topó con una alforja en la que había almendras y dátiles, y la recogió creyendo que había dinero. Cuando sacudió la alforja y vio lo que encerraba se lo comió, cogió luego las cáscaras de almendra y los huesos de los dátiles y los puso sobre un altar, diciendo: “líbrame, ¡Hermes!, del voto, porque ya he compartido contigo lo que encontré dentro y lo de fuera”. La fábula es apropiada para el avaro, que por codicia embauca, con sus sofismas incluso a los dioses.
179. El burro y el jardinero.
Un burro, que estaba al servicio de un jardinero, como comía poco y trabajaba mucho, pidió a Zeus que lo librara del jardinero y lo pusiera en manos de otro dueño. Zeus envió a Hermes y pidió que lo vendiera a un alfarero. Allí también lo pasaba mal, porque lo obligaban a llevar muchísima carga, y de nuevo invocó a Zeus. Zeus, por fin, decidió que lo vendieran a un curtidor. Y el burro, al ver lo que hacía su amo, dijo: “pues era preferible para mí pasar hambre llevando la carga a mis anteriores amos que haber venido a parar aquí, donde, si muero, ni siquiera voy a tener la fortuna de disponer de una tumba”. La fábula muestra que los sirvientes añoran más a sus primeros amos cuando tienen la experiencia de otros nuevos.
185. Los burros que recurrieron a Zeus.
Los burros en una ocasión, hartos de llevar peso continuamente y de sufrir, mandaron embajadores a Zeus para pedir que pusiera fin a sus fatigas. Él, queriendo hacerles ver que era imposible, dijo que se librarían de su miseria cuando, a base de mear, formaran un río. Los burros tomaron en serio sus palabras y hasta hoy, donde ven la meada de alguno de ellos, allí mismo se paran a mear. La fábula muestra que el destino marcado a cada uno es irremediable.
198. La serpiente pisoteada y Zeus.
Una serpiente a la que habían pisado muchos hombres se dirigió por ello a Zeus. Y Zeus le dijo: “pues si hubieras picado al primero que te pisó, el segundo no habría intentado lo mismo”. La fábula muestra que quienes hacen frente a los primeros que atacan se vuelven temibles para los demás.
221. Zeus y la serpiente.
Cuando las bodas de Zeus todos los animales le ofrecieron presentes. La serpiente, trepando, subió con una rosa en la boca. Pero Zeus al verla dijo: “de todos los demás, incluso de sus patas, acepto los regalos, pero de tu boca nada quiero”. La fábula muestra que los favores de todos los malvados son de temer.
222. La cerda y la perra.
Una cerda y una perra entre sí discutían. La cerda juraba por Afrodita que, si no se apartaba, con sus dientes la despedazaría, la perra dijo que este juramento era absurdo, porque Afrodita detesta a la cerda de manera que, incluso si alguien come su carne, no le deja entrar en su templo. Entonces la cerda respondiendo dijo: “pero, amiga mía, no hace esto porque me odie, sino para prevenir que nadie haga de mí un sacrificio”. Así, los oradores hábiles en muchas ocasiones convierten los denuestos aducidos por sus rivales en alabanzas.
240. Prometeo y los hombres.
Prometeo, según el mandato de Zeus, modeló a los hombres y a los animales. Zeus, cuando vio que eran mucho más numerosos los animales, le ordenó hacer desaparecer determinado número de bestias transformándolas en hombres. Después de poner en práctica la orden, ocurrió que los que desde un principio no fueron modelados como hombres, al cobrar forma humana tienen alma de animal. La fábula es un argumento a propósito de los hombres brutos e irascibles.
259. El león, Prometeo y el elefante.
Un león se quejaba a menudo a Prometeo de que le había hecho grande y hermoso, de que le había armado la mandíbula con dientes y las patas con garras y de que le había hecho la más fuerte de las bestias. “Pero, aun siendo tal-decía-, me da miedo del gallo”. Entonces, Prometeo dijo: “¿A qué me acusas a la ligera?, porque tienes todo cuanto yo pude moldear y en cambio tu ánimo se tambalea sólo ante eso”. Entonces, el león lloraba y se acusaba a sí mismo de cobardía y, al fin, sentía deseos de morir. Con este estado de ánimo se encontró casualmente con un elefante, le saludó y se paró a hablar con él. Y al ver que movía continuamente las orejas dijo: “¿qué te pasa?, ¿no te puede estar quieta un poco la oreja?”. Y el elefante, mientras por azar revoloteaba en torno suyo un mosquito dijo: “¿ves este ser minúsculo, zumbón?, si me entra en el oído, estoy muerto”. Entonces, el león dijo: “¿por qué tengo aún que morirme siendo tan poderoso y más feliz que el elefante cuando el gallo es más fuerte que el mosquito?”. Se ve que el mosquito tiene tanta fuerza como para dar miedo incluso a un elefante.
266. Las dos alforjas.
Prometeo, cuando modeló antaño a los hombres les colgó dos alforjas, una con los defectos ajenos y otra con los propios; la de los ajenos la puso delante y la otra la colgó detrás. Desde entonces ocurrió que los hombres ven de entrada los defectos de los demás mientras que no distinguen los suyos propios. Podría aplicarse esta fábula al hombre impertinente que, ciego en sus propios asuntos, se cuida de los que en nada le conciernen.
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