¿Se Puede Negar la Verdad del Embrion?, ¿puede la Bioetica Existir Sin Verdad?
Autor: Dr. Juan Herrera Salazar | Publicado:  28/01/2010 | Etica, Bioetica. Etica medica. Etica en Enfermeria | |
¿Se Puede Negar la Verdad del Embrion?, ¿puede la Bioetica Existir Sin Verdad?.1

¿Se Puede Negar la Verdad del Embrión?, ¿Puede la Bioética Existir Sin Verdad? Una Perspectiva Bioética Personalista Ontológicamente Fundamentada. Resolver el Problema Gnoseológico Es Condición Necesaria Para Enfrentar El Relativismo.

 

Dr. Juan Herrera Salazar. Appointed Director del Proyecto del Centro de Bioética de la Universidad Juan Pablo II, Managua, Nicaragua. 

 

Proemium.

 

En la postmodernidad, muchos de nuestros contemporáneos limitan su horizonte de análisis. Sólo son capaces de verse a sí mismos, buscan en su interior los valores que deben ser respetados, y no los buscan en la realidad de las cosas (quid est res).

 

Si usamos la razón descubrimos que la realidad está en el mundo, razonando captamos la realidad de las cosas, la realidad de los entes, captamos la realidad de que la vida humana simplemente por el hecho de existir encarna un valor que merece ser respetado.

 

No podemos abandonarnos a la comodidad de no razonar, vamos a usar nuestras facultades, nuestra inteligencia: la razón no puede abdicar sólo porque el clima cultural actual nos hace ese llamado, al contrario vamos a usarla más que nunca para defender la vida, la razón nos va a ayudar a combatir la sin razón de la postmodernidad, la razón nos va a aclarar la verdad, nos va a permitir captar la “esencia necesaria” (quidditas), reconocer la substancia, la naturaleza de la persona humana (corpore et anima unus). Sabemos que sólo reconociendo la persona humana con la razón, la vamos a respetar por su valor, dignidad y trascendencia.

 

El relativismo hoy es el eje de la cultura postmoderna: “Todo es igual”, “nadie tiene derecho a imponer su posición sobre los demás”, cada quién tiene “su verdad”, “la verdad está por igual en todas las religiones y filosofías”.

 

Así una persona o un grupo social, con el fin de justificar su modus vivendi, sus intereses económicos, ideológicos, se dedica a defender una teoría gnoseológica, un modelo bioético, o una teoría relativista del conocimiento y a tildar de “intolerante” y de “dogmático” cualquier postura que defienda la capacidad natural del hombre para conformarse a la verdad objetiva y a Ley Moral Natural. (3,9)

 

Tal uso ideológico hace que se vaya diluyendo o desapareciendo en tantas personas el sentido de la vida. El relativismo crea una cultura que no respeta los valores humanos y espirituales, que va en contra de la dignidad de la persona humana. Crea una cultura que pretende borrar la conciencia humana, la capacidad de hacer juicios morales sobre los propios actos, sobre los cambios culturales y las leyes del Estado.

 

En este clima cultural actual, cabe preguntarse legítimamente:

 

¿Conocemos la realidad como es, o sólo lo que nuestra mente proyecta en su interior?

¿Somos capaces de conocer la verdad? (2,3)

En latín estas preguntas se formularían así: “An sit veritas?”

 

Por eso debemos trabajar para responder al relativismo cultural, debemos estudiar el relativismo como doctrina, reconocer sus exigencias positivas, pero debemos señalar sus deficiencias estructurales, refutarlo desde la filosofía del conocimiento adecuadamente. Los relativistas no pueden hablar de la validez de su doctrina y negar la diferencia entre verdad y falsedad. El relativismo niega el principio de no-contradicción, afirma que todo es “verdadero”, tanto una cosa como su contraria. Por eso les vamos demostrar que sí se puede conocer la verdad y que los actos buenos son aquellos que afirman la verdad y buscan incansablemente el Bien como su fin último.

 

El autor utiliza de las argumentaciones de Santo Tomás, la teoría del conocimiento (adaequatio intellectus et rei), De veritate, q.1a.2.s.c.2, para demostrar que la verdad es cognoscible.

 

La teoría de la correspondencia del Aquinate: conformidad o adecuación entre nuestro conocimiento y la realidad misma, nos permite afirmar que podemos conocer una verdad formal o lógica, es decir establecer una conformidad mental de la inteligencia con la realidad.

 

Por ejemplo, cuando veo una ecografía que muestra los latidos del corazón del embrión, mi mente establece con él una relación de adecuación ideal: “crea”, por decirlo así, una idea, un concepto, un juicio, a través del cual conocemos al embrión presente.

 

Es importante subrayar que nuestra mente no crea la realidad del embrión, sólo la reconoce, él está presente aunque no tengamos un aparato de ultrasonido, la realidad ontológica o trascendental sólo mide o determina el contenido del conocimiento, está allí presente independientemente de nuestra mente, cuando nuestra mente se conforma con la realidad (verdad formal o lógica), el hombre conoce, posee la verdad (fenoménica), la realidad se “manifiesta” a la inteligencia y ésta la “asimila” a través del proceso de conformidad mental.

 

Es claro para todos, hoy que existe una íntima unión entre la teoría del conocimiento y la vida moral. La propia teoría del conocimiento determina en buena parte el modo de concebir al hombre, la cultura, la ética y la religiosidad. Por eso, la propia libertad, los propios deseos, intereses y hábitos morales suelen jugar un papel muy importante, a veces decisivo, en nuestro modo de concebir el conocimiento humano.

 

“La filosofía del conocimiento resulta, pues, decisiva, para restaurar en nuestros contemporáneos una genuina confianza en su capacidad para conocer la verdad y ofrecer el reto a la filosofía de redescubrir y desarrollar su dignidad en pleno”. Juan Pablo II, Fides et ratio, 6.

 

El autor después de analizar el problema del estatuto del embrión, hace una reditio completa, reconoce la realidad del embrión como verdad evidente y se da cuenta, que su escrito debe proseguir, no insistiendo en demostrar, (el problema crítico del conocimiento) ya tratado ampliamente por el Aquinate, y comentado por los escritores contemporáneos, (Vernaux, Gilson, Maritain, Ramón Lucas Lucas), sino mostrando la realidad del embrión como lo hicieron de manera plástica, en el Congreso Pro Vida de Zaragoza del 6-8 noviembre del 2009.

 

Es decir mostrar la realidad del embrión, hablando, proyectando (fotografías, ecografías, los registros doppler, los videos, etc.).

 

Estos medios plásticos pueden ayudarnos a “reformatear los corazones, y los cerebros” de nuestros contemporáneos y servirnos de herramientas, medios, “gnoseológicos” para ayudar a nuestros contemporáneos a conocer-reconocer la verdad del embrión.

 

Nosotros también, como ellos debemos compartir la alegría de vivir, el banquete de la vida, el banquete que nos da el planeta y comprometernos a servir a cada mujer embarazada que lo necesite, expresando de manera individual, social y política nuestra capacidad solidaria y subsidiaria, para expresar de manera concreta nuestro amor por la vida.

 

Los fieles sabemos que podemos lograr la plenitud de nuestra existencia, sólo si trabajamos para construir la “Civilización del Amor” (15) y de manera libérrima cumplimos con el precepto: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.

 

Introducción:

 

El Congreso Internacional Pro Vida de Zaragoza, nos dejó grandes enseñanzas, nos respondió a la interrogante que aparece en el título de este escrito, nos aclaró razonando: ¿qué es la bioética? y que ¡ésta no puede existir sin la verdad!, nos respondió al ¿por qué debemos defender la vida?, nos resolvió el problema gnoseológico y el problema crítico del conocimiento que fue objeto del proemio del presente escrito.

Leer y escuchar las ponencias del congreso me llevó a cambiar el contenido de mi escrito, a plantearlo como un relato y una reflexión. Como el testimonio de un embrión, que vino al mundo, como la historia de un embrión nacido, ¡que soy yo!, el que les escribe, embrión, que ha desarrollado sus facultades, su inteligencia, que narra su historia biográfica, la de un médico estudioso que se une a Pro-Vida.


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