La
autoestima puede alcanzar distintos niveles a los que la persona
responde con determinadas conductas. Si la autoestima tiene un alto
nivel, cualquiera que sea la etapa de desarrollo evolutivo en que se
encuentra un sujeto, tiene recursos que le permiten afrontar con
mayor probabilidad de éxito las dificultades que la vida le depara.
Sabe salir fortalecido de las situaciones traumáticas y reparar con
voluntad, juicio y razonamiento lógico los errores o faltas
cometidas. De igual manera, las críticas de otros las
toma como una oportunidad para crecer intelectual, personal y
emocionalmente. Puede mantener óptimas relaciones humanas, ya que
se acepta y quiere, que
le permite ser genuino, sincero y capaz de transmitir a otros ese
amor que experimenta por sí mismo,
que conlleva a su aceptación por los miembros de su entorno.
No significa ser prepotente, altivo, orgulloso o arrogante, ya que
no se trata ni de maximizar ni minimizar las potencialidades, sino
reconocerlas como producto de un don que tiene que poner al servicio
de otros.
Por
el contrario, si la autoestima tiene un bajo nivel, que generalmente
es producto de las influencias negativas del medio, la persona se
siente insatisfecha con su imagen corporal, incapaz, torpe,
envidioso y celoso de lo que los otros poseen, percibiéndose con
pocos recursos para afrontar con éxito las frustraciones y
objetivos no alcanzados.
La
autoestima puede equipararse al autoconcepto y a la autoestimación
entendiendo como tal la
actitud hacia uno mismo, hacia las propias cualidades personales,
encontrándolas de valor único. Hay reconocimiento objetivo y no
emocional de la propia capacidad y limitaciones, defectos y virtudes
sin sensaciones impropias de culpa, orgullo o autoreprobación. No
implica pasividad; más bien la autoaceptación lleva, por lo
general, a esfuerzos constructivos
Algunos afirman que es esencial para una personalidad sana.
La
autoestima aparece ligada al sentimiento de identidad en la cual
recorrería un camino similar. Puede incluirse dentro de lo que
Grimberg define como vínculo espacial, en donde hay una
diferenciación- individuación, es decir, yo- no yo; en la cuál el
sujeto tiene que discriminarse para lograr una autoconcepto, una
autoaceptación y una autoestimación, basada en el vínculo social
en el cual aspectos del sujeto se forman en relación con los otros.
La
enfermedad cardíaca parece exacerbarse por la baja autoestima,
plantea un alto riesgo médico para este tipo de enfermos y una
rehabilitación mucho más larga y difícil, que aquellos que posean
una autoestima más alta.
La
situación de la enfermedad presenta de por sí un ataque al nivel
de autoestima del sujeto, ya que de un momento a otro, una persona
sana, con proyectos y posibilidades ve interrumpida su meta por la
enfermedad cardíaca y por los cuidados que ésta trae aparejada y
que de ahora en más el sujeto debe cumplir.
Temor a la muerte
El
episodio de la enfermedad es vivido por el paciente como un
acercamiento a su final de la existencia. Pero ¿ qué es la muerte?
Una primera definición nos indica que es la cesación de la vida.
La suspensión permanente de todas las funciones corporales vitales,
de forma irreversible.
La
muerte es una realidad, como lo es el nacimiento, la juventud, la
vejez, un escalón más, el último en subir en la vida, siguiendo a
Erikson. La muerte es ese gran paso del ser al no-ser.
Aunque
se sepa con certeza que todos vamos a morir, sin embargo todos
quedamos perplejos ante este fenómeno. La muerte es considerada un
tema tabú en la sociedad actual, donde los principales privilegios
son cuerpos jóvenes y sanos. Por eso el momento de la enfermedad,
sufrido por los pacientes, es un anticipo de la muerte, un signo que
implica que el cuerpo comienza a deteriorarse y por lo tanto es
contrario a los ideales sociales antes mencionados.
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