Autismo. Diagnostico precoz
Autor: Dr. Damián Andrés Clemente | Publicado:  15/04/2009 | Psicologia , Psiquiatria , Pediatria y Neonatologia , Neurologia | |
Autismo. Diagnostico precoz.3


Ha de observarse la forma de prensión de los objetos. Las manos o los dedos del niño habitualmente expresan una gran delicadeza. (3)


Las características conductuales de un niño autista en el preescolar se ven claramente reflejadas en el empobrecimiento de su juego. Pueden acumular o elegir juguetes y se sienten bien jugando solos, ya que tienen una notoria incapacidad de incorporar a otro niño en su juego. (1)


Los niños autistas no saben imitar o usar gestos abstractos. Las actividades lúdicas, si es que existen, son rígidas, repetitivas y monótonas. (4)


Con todo eso se puede afirmar que los niños pequeños no saben jugar. Acumulan juguetes o los ponen en fila sin tener conciencia de lo que el juguete representa, no se involucran en juego representativo, el cual en los niños sin dificultades comienza a mostrarse antes de los dos años. Característica muy importante para la observación diagnóstica de rasgos de autismo infantil. (5)

 


Interacción social:

 

Todos los niños autistas no muestran el habitual interés hacia sus padres u otras personas de su entorno cercano.


Cuando el niño que se nos acerca a la consulta es un niño pequeño y esta en brazos, se parece mas a un muñeco que a un niño por la falta de amoldamiento al cuerpo de quien lo porta, por una ausencia de sincronización gestual. (3)


Pueden no mostrar sonrisa social ni posturas anticipatorias para que se les tome en brazos cuando se acerca un adulto. (4)


Otro rasgo frecuente es un contacto visual anormal. El desarrollo visual en los niños autistas es errático, como si fuese el de un recién nacido, de tal manera que suelen necesitar del tacto para confirmar lo que ven. Su sistema visual no es suficiente para sobrevivir en el mundo social. Manifiestan un pobre contacto ocular, miran a todo como objetos emplean la visión periférica o central, barren con la mirada mas que centran la visión, tienen dificultad para la visión binocular y escasa atención visual. Ya a los tres meses de vida, y por esa fijación excéntrica, no poseen el contacto visual normal, y se fijan en alguna particularidad, e incluso se ayudan por el tacto.


Los efectos de esta forma de visión producen una disfunción en el desarrollo de habilidades visuales asociadas a trastornos en el desarrollo motor tales como la coordinación ojo-mano, ojo- pie, control del movimiento ocular, convergencia, dificultad para el contacto visual y coordinación cerebral ojo-mano-pie; todo ello, debido a un ineficiente sistema visual.


Los síntomas del espectro autista, tales como la preferencia por objetos inanimados y el desinterés por las caras humanas, son evidentes en el primer año de vida. Los niños autistas tienen una menor capacidad para el reconocimiento de dibujos de caras o para su posterior memorización. Estos niños son capaces de reconocer las facciones independientemente, pero no consiguen procesarlas visoespacialmente; reconocen los rasgos faciales pero son incapaces de integrarlos en una cara específica, posiblemente, debido a un trastorno en el procesamiento de la configuración característico de estos niños. Por ello, ante una imagen en movimiento, como una película o una reunión social, tienen preferencia visual por los labios, miran únicamente a quien habla, omitiendo claves comunicativas y tiene preferencias por las imágenes físicas sobre las sociales. (12)

 

Resumiendo, los efectos del ineficiente sistema visual en el autismo son:

 

  • dificultad en la integración
  • incapacidad de prestar atención
  • visión reflexiva más que directiva
  • visión constante desde un ángulo
  • retraso del lenguaje por visión escasa
  • incapacidad espacial

 

Los niños autistas parecen no reconocer o diferenciar a las personas mas importantes de su entorno –padres, hermanos, profesores- y pueden, virtualmente no demostrar ansiedad de separación cuando se les deja en un ambiente no familiar con extraños. (4)

 

Los niños pueden ser distantes y evadir las miradas o entrometerse en el espacio de otros, acercándose demasiado, tocándolos inapropiadamente, besándolos u oliéndolos. Es erróneo pensar que ningún niño autista tiene la capacidad de expresar afecto: mientras que a algunos les irrita el contacto físico y alejan a quien trata de abrazarlos, otros se cuelgan de las personas familiares o hasta llegan a ser indiscriminadamente afectuosos con extraños. Por lo general prefieren a los adultos en lugar de a otros niños, lo que quizás sea consecuencia de que aquellos son más tolerantes con los comportamientos autistas. (1)

 

Cuando los niños autistas alcanzan la edad escolar, su aislamiento puede haber disminuido o no ser evidente, sobre todo en los niños con mejor funcionamiento. Por el contrario, se puede observar fracaso para jugar con los compañeros o hacer amigos, torpeza y desinterés social y, sobre todo, incapacidad para desarrollar comunicación.

 

Al final de la adolescencia, los niños autistas que han conseguido un mayor progreso, manifiestan deseos de tener amigos. Sin embargo, su ineptitud para el acercamiento y su incapacidad para responder a los intereses, emociones y sentimientos de los demás se convierten en graves obstáculos para que establezcan amistades.

 

Los adolescentes y adultos autistas tienen sentimientos sexuales, pero su incompetencia y falta de destrezas sociales casi siempre les impiden establecer relaciones sexuales. Es extremadamente raro que una persona autista se case. (4)

 


Afecto:

 

Solo una parte de los niños autistas son nulos o severamente aislados afectivamente. El entorpecimiento de la experiencia afectiva puede deberse, en parte, al deterioro de sus impulsos comunicativos y a la decreciente efectividad de las penalidades y premios que modelan la conducta.

 

Algunos niños autistas son extremadamente ansiosos y temen a objetos inofensivos como escaleras, rociadores de agua, o determinados juguetes y tienden a no evitar situaciones en las cuales podría ser evidente el peligro. Con frecuencia llevan como sostén, del cual se resisten a separarse, un palo, un pedazo de tela o un hilo. La ansiedad puede ser tan extrema como para impedirles enfrentar lo inesperado o cooperar en situaciones que no son amenazantes.

 

El afecto es frecuentemente lábil, con lágrimas sin motivo aparente, risa o irrupciones agresivas. El niño puede parecer feliz y sonreír mientras todo sea hecho en sus términos; solo se producen berrinches, gritos o comportamientos autoagresivos si no se hacen las cosas a su manera. Estos reflejan poco juicio social, incapacidad para tolerar la frustración y un desarrollo inadecuado de los controles sociales inhibitorios así como también evidencian la resistencia al cambio, sintiéndose amenazados ante cambios en su rutina diaria. Como consecuencia, la vida de la familia que tiene un niño autista puede estar bastante dominada por los deseos de este. (1)

 


Lenguaje:

 

Las desviaciones del lenguaje, así como el retraso lingüístico, son característicos del trastorno autista.


A diferencia de los niños con retraso mental o los niños normales, los niños autistas dotan de escaso significado a sus procesos de memoria y pensamiento. Cuando la persona autista logra aprender a hablar con fluidez, le falta competencia social y su conversación no se caracteriza por los intercambios de respuestas reciprocas.

 

Durante el primer año de vida, la cantidad total de balbuceos de los niños autistas suele ser menor o anormal. Algunos niños emiten ruidos –clics, sonidos, chirridos y sílabas sin sentido- de un modo estereotipado sin aparente intención de comunicación. (4)

 

Una de las características más importante del lenguaje del niño autista es la ecolalia tanto inmediata como diferida. La comprensión del lenguaje conectado puede encontrarse deteriorada aunque el niño posea un vocabulario extenso y sofisticado, y haya aprendido a producir frases que escucho varias veces en el contexto adecuado. El niño acompaña sus juegos con una catarata de discursos insistentes e irrelevantes con frecuencia intercalados con jerga, no necesita un compañero de conversación y al mismo tiempo emplea el lenguaje para sostener una interacción social más que para intercambiar información.

Padres y profesionales pueden no apreciar que en estos niños la comprensión está más severamente comprometida que la expresión. Como todo niño pequeño autista, tiene dificultades para contestar a preguntas con final abierto como cuándo, por qué y cómo. Tiene grandes dificultades para formular un discurso, por ejemplo contar una historia o explicar un juego. A pesar de tener un vocabulario adecuado, y de que su fuerte es nombrar objetos pueden tener una severa dificultad para encontrar palabras cuando tratan de expresarse, que los lleva a titubeos y falsos comienzos similares al tartamudeo.

 

El más raro y severo trastorno en estos niños es la agnosia auditiva verbal o sordera de palabra. Inhabilitados para decodificar el código fonológico del lenguaje acústico, los niños no entienden nada o casi nada de lo que se les dice, y son incapaces de desarrollar una expresión verbal. (1)


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