Los adolescentes encuestados refirieron un promedio de edad de inicio de las relaciones sexuales de 15 años observándose un descenso de alrededor de 4 años en la edad de inicio de relaciones sexuales al compararlas con los encuestados de los grupos de adultos maduros y los grupos de la vejez, tanto varones como hembras, al igual que lo referido en otros estudios (4 y 5). Al compararlo con investigaciones de otros países se encuentra que este promedio de edad de inicio es menor que el señalado en esas investigaciones (10,11). Pero este promedio de edad de inicio está todavía dentro de los promedios (15 – 19 años) encontrados en el primer estudio mundial de Salud Sexual y Reproductiva del 2006, realizado en 59 países (2). Este resultado en la edad de inicio se opone con lo esperado, si se considera que a partir de la mitad de la década de los ochenta, después de la aparición del VIH, se incrementaron los programas de educación sexual por parte de organizaciones como la OMS y la OPS (7) acerca de las relaciones sexuales sin riesgo siendo una de ellas la abstinencia para los adolescentes lo cual debería retardar el inicio de las relaciones sexuales; pero algunos estudios han mostrado el fracaso de los programas dirigidos solo hacia la abstinencia como prácticas sexuales sin riesgo para adolescentes (7).
Sin embargo, la promoción de otras medidas además de la abstinencia pueden ser exitosas como lo señala el Informe Mundial de VIH/SIDA del 2006 donde se cita que a lo largo del pasado decenio, en muchos países con epidemias generalizadas se han producido cambios positivos en el comportamiento sexual de los jóvenes tales como: mayor uso del preservativo, aplazamiento del inicio sexual y menos parejas sexual, lo cual ha repercutido en claros retrocesos en la prevalencia del VIH entre jóvenes en el período de 2000 a 2005 en Botswana, Burundi, Kenya, Malawi, Rwanda, Tanzania y Zimbabwe (12).
Con respecto a la edad de inicio de las relaciones sexuales existe cierta controversia en algunos investigadores. No obstante, algunos señalan que no existen diferencias en las edades de inicio de actividad sexual entre varones y hembras, los hallazgos de esta investigación están acorde con el planteamiento de que hay similitud en la edad de inicio excepto en la vejez donde la edad promedio es menor en los varones. (3)
En cuanto al número de parejas son los adultos maduros y los que están en etapa de vejez, los que tienen el mayor número de parejas, lo cual es lógico por tener el mayor número de años vividos; sin embargo, en promedio estos son valores menores que lo reportado a nivel mundial, 10,5 parejas a lo largo de la vida (7). Cuando lo diferenciamos por sexo en la investigación realizada se encuentra que la mediana es similar para ambos sexos de 4,46 y 4,47 para masculinos y femeninos respectivamente mientras que en el estudio antes mencionado es de 7,2 para mujeres y 12,4 en los hombres. Con relación a los adolescentes y adulto joven si los comparamos con otros estudios reportan que las medianas de parejas estaban entre 2,2 y 6,5 con medianas mayores en el sexo masculino (7,13,14,15), en el presente estudio se refiere un menor promedio, de dos parejas para los adolescentes y de tres en los adultos jóvenes de ambos sexos, lo cual pudiéramos especular que ha sido la educación sexual lo que ha influido en la tendencia a la disminución del número de parejas sexuales en estos grupos de edades. Aun así es importante plantearse que los adolescentes y adultos jóvenes pudieran a lo largo de la vida superar el promedio de parejas de la vejez al alcanzar esas etapas de la existencia.
Con respecto al tipo de prácticas de riesgo se reporta que el 50,20% de la muestra en general tiene practica sexuales de bajo riesgo, al discriminarlos por edad observamos que a partir de la adultez media menos del 20% tiene práctica sexual de bajo riesgo esto pudiera explicarse porque corresponden a las edades donde las personas tienden a conformar parejas estables en quienes se tiene confianza y usan otros métodos anticonceptivos, o precisamente por tener parejas estables plantear practicas de bajo riesgo es admitir que se tiene otra pareja o que se duda de la monogamia de la pareja. Con respecto a las prácticas de bajo riego en los adolescentes y adultos jóvenes se encontró que son mayores (77,03 y 66,29% respectivamente) a lo señalado por los estudios revisados las cuales están en un rango del 30% y 70% (7, 14,16, 17). Es importante destacar que las prácticas de alto son muy elevadas especialmente a partir de los adultos medio y no puede plantearse una tendencia clara a prácticas de bajo riesgo porque la posibilidad de tener alto o bajo riesgo es casi de uno a uno.
Conclusiones y Recomendaciones
Los encuestados tienen prácticas sexuales de bajo y alto riesgo similares porque casi la mitad no usa preservativo en sus actividades sexuales, siendo más evidentes en los varones de los grupos de adultos medios en adelante. Además del descenso de la edad de inicio de relaciones sexuales tanto varones como hembras en unos 4 años al compararla con el adulto maduro y la vejez, aumenta la probabilidad de riesgo de VIH/SIDA y de otras infecciones de transmisión sexual (ITS).
Asimismo, se observo un aparente descenso del número de pareja en los grupos de adolescentes y adulto jóvenes.
De tal manera es recomendable que se continúen los programas la educación sexual dando énfasis en el auto cuidado de la salud, el retardo del inicio de las relaciones sexuales, las relaciones monógamas y el uso correcto y sistemático del condón dirigiéndolos a todos los grupos y sexo. Estos programas de educación sexual deben iniciarse antes de la adolescencia con contenidos adecuados a los niños y con la participación de los padres. No de forma aislada sino como parte de la salud sexual expresada como la experiencia del proceso permanente de consecución de bienestar físico, psicológico y sociocultural relacionada con la sexualidad como lo plantea la OPS. Esa educación debe estar basada en los contenidos de la reunión del año 2002 sobre la promoción de la salud sexual de la OPS, OMS y las WAS haciendo énfasis en la sexualidad como dimensión fundamental del hecho del ser un ser humano basado en el sexo incluyendo genero, identidad del sexo y genero, la orientación sexual, el erotismo, la vinculación afectiva, el amor y la reproducción así como en comportamientos sexuales responsables expresados en los planos personal, interpersonal, y comunitario y caracterizados por autonomía, madurez, honestidad, respeto, consentimiento, protección, búsqueda de placer y bienestar.
Además es necesario hacer estudios sobre percepción de riesgos en las prácticas sexuales con perspectiva de género en vista que la sociocultura influye en la forma en que los hombres y las mujeres asumen su comportamiento sexual.
Referencias Bibliográficas
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