El incremento sostenido y gradual que han tenido los trastornos depresivos en los adultos mayores de 65 años, desde 1980 cuando el 15% de los ancianos registraba síntomas depresivos y el DSM-III-R consideraba que la depresión mayor, depresión bipolar, distimia y depresión atípica afectaba por los menor a 4% de la población anciana y de 1 a 2% con depresiones mayores (14), la mayoría de ellas son recidivas de disturbios que comenzaron en la juventud, que son a su vez personas más inestables en la vejez, que aquellas que presentan depresión con el inicio de la ancianidad.
Son factores psicosociales que precipitan los trastornos depresivos de los adultos mayores: pérdida del compañero o la compañera, alejamiento de los hijos, enfermedad y hospitalización, jubilación, dificultades económicas, incapacidades funcionales y efectos colaterales a medicamentos. Las enfermedades y las incapacidades funcionales aumentan el riesgo de depresión hasta cerca de tres veces; además de hacer más lenta la recuperación de cualquier enfermedad orgánica (14). La depresión recidivante iniciada en la vejez presenta frecuencia elevada de comorbilidad con enfermedades cerebrales o la depresión orgánica, puede seguir a las enfermedades cerebrovasculares, especialmente si las lesiones cerebrales fueron frontales izquierdas, disturbios metabólicos como el hipertiroidismo o hipotiroidismo y el hiper o hipoadrenocorticismo, o enfermedades como el carcinoma pancreático y enfermedades virales también pueden causar depresión orgánica. (14).
Tiene buen pronóstico la depresión en ancianos cuando hay ausencia de dificultades cognitivas, aunque su tratamiento sea menos simple que en el resto de la población. Cuando hay demencia, la depresión puede ser el primer síntoma del síndrome demencial. La depresión acompañada de ideas delirantes y/o alucinaciones es de difícil tratamiento y tiene muy mal pronóstico por cuanto exige la administración de neurolépticos o electroconvulsoterapia (14).
También se ha encontrado que la población adulta mayor o anciana es la que más intentos hace para suicidarse y muchos consuman el hecho; las razones de ello se deben a que los trastornos depresivos duran mucho más tiempo que en otros grupos de población y a ello se le suma la enfermedad física, la incapacidad funcional, la pérdida de cónyuge y el vivir solo. Los suicidios, al igual que las tasas generales, son más frecuentes en adultos mayores hombres que en mujeres, pero el riesgo de suicidio en este grupo poblacional se incrementa en un 25% frente a la población joven (15). Hay que tomar en cuenta que estos adultos mayores a parte del apoyo de la red social formal en salud requieren del apoyo de la familia.
La familia
La familia, como sistema social y como red de apoyo social informal cumple con dos funciones básicas a saber: la primera es asegurar la supervivencia, el bienestar físico, la suficiencia de alimento y vestido, y la seguridad a los miembros de ella; y la segunda, proporcionar los vínculos afectivos de los mismos miembros, juega un papel importante no solo en el proceso generador de la enfermedades sino en el de su rehabilitación, en la medida en que cumpla con sus funciones básicas.
El apoyo familiar y social, las oportunidades para la educación y el aprendizaje durante toda la vida y las políticas de protección frente a la violencia y el abuso son factores fundamentales del entorno social que mejoran la salud, la independencia y la productividad en la vejez. Son considerados factores negativos: la soledad, el aislamiento social, el analfabetismo y la falta de educación, el abuso de los mayores, la explotación financiera y la exposición a situaciones de conflicto aumentan enormemente los riesgos de enfermedad mental, de discapacidad y de muerte prematura en las personas mayores.
El aislamiento social en la vejez está relacionado con un declive de las capacidades físicas y mentales; la comunicación con los miembros de la familia, los amigos, los vecinos, los compañeros y los grupos comunitarios es fundamental para la salud en todas las edades, ya que es más probable que las personas mayores pierdan a sus seres queridos y amigos y sean más vulnerables a la soledad, al aislamiento social y a la disponibilidad de un grupo social más reducido (16).
Los cambios sociales que sufren los adultos mayores de hoy se refieren a que la ancianidad por sí sola no confiere estatus social, las sociedades industrializadas hablan de rol sin rol, es decir, el adulto mayor ocupa una posición social pero sin obligaciones laborales que le representen un estatus económico y una vida digna, se le libera de un trabajo obligatorio pero pierde poder social, económico y laboral (15). En esta etapa de la vida, el desempeño de roles establecidos como marido, padre, trabajador se cambia por abuelo, viudo, jubilado, etc., y la familia como apoyo informal o las instituciones como apoyo formal, se convierten en el único sustento y satisfactor de las necesidades básicas, físicas, psíquicas y sociales del anciano.
Los adultos mayores presentan un riesgo cada vez mayor de ser víctimas de violencia, pero las formas más comunes de violencia contra las personas mayores (sobre todo las mujeres) son la explotación financiera y el abuso de los mayores cometido por los miembros de la familia o por otros individuos (como los cuidadores institucionales) que son bien conocidos por sus víctimas (16). Según la Red Internacional para la Prevención del Abuso de los Mayores, el hecho de abusar de los mayores es “un acto único o repetido, o la falta de medidas apropiadas que se produce dentro de cualquier relación donde hay una expectativa de confianza que causa daño o angustia a una persona mayor”. Se incluye el abuso físico, sexual, psicológico y económico, así como el desprecio, y es notorio que este tipo de abuso se denuncia muy poco en todas las culturas. Se trata de una violación de los derechos humanos y una causa importante de lesiones, enfermedades, pérdida de productividad, aislamiento y desesperación. (17).
En vista del gran abandono que reciben algunos adultos mayores por parte fe su grupo familiar, se debe aumentar las medidas preventivas que influyan en las familias para que le brinden un mayor afecto a sus adultos mayores y por ende mantengan una salud mental y mejor calidad de vida.
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