Las habilidades de comunicacion como instrumento terapeutico en la practica fisioterapeutica
Autor: Héctor Gómez Cuesta | Publicado:  27/02/2010 | Rehabilitacion y Fisioterapia | |
Las habilidades de comunicacion como instrumento terapeutico en la practica fisioterapeutica .3

Las habilidades de comunicación como instrumento terapéutico aportan: (Tabla 2)

  • Una mayor calidad y eficacia: objetiva, funcional y subjetiva.
  • Disminuyen la hiperutilización y aumentan la capacidad resolutiva.
  • Facilitan la participación del paciente en la toma de decisiones, y el que se responsabilice del cumplimiento terapéutico.
  • Mejoran la gestión de los recursos.

En cuanto a las características más destacables del fisioterapeuta, mencionar que ha de ser activo (enseñar, modelar, moldear, animar, organizar…) basándose en acuerdos con el paciente sobre los objetivos a conseguir y explicando los procedimientos que se aplicarán para conseguirlos; de tal manera que el paciente pueda sentirse partícipe (protagonista de su propia historia de curación). Ha de cuidar la relación terapéutica como “alianza”, con una meta común pero con funciones y tareas diferenciadas.

Utilizando la confianza mutua se pretende crear las condiciones que posibiliten que el paciente esté lo suficientemente motivado para llevar a cabo las tareas del cambio (ejercicios y tareas, estrategias, cogniciones, resolución de problemas, aceptación/afrontamiento), y facilitar los procesos de generalización en la vida cotidiana; planteándose cada sesión como una experiencia de autocuidados – p.ej. utilizando a un profesional.-, donde se experimentan diferentes formas de plantearse los problemas, de pensar, de actuar en relación a la enfermedad y sus consecuencias.

Tratar la “aceptación” del sufrimiento, irremediable ante algunos eventos de la vida, junto con la posible sintomatología asociada, y la necesidad de un “compromiso” terapéutico en el que el paciente asuma un papel activo afrontando los ajustes adaptativos necesarios para la reconstrucción de su vida cotidiana, ayudándose también con el tratamiento (Reynolds, 2006).

En cuanto a la orientación, estaría organizada alrededor de la información sobre los signos y síntomas que está experimentando, utilizando incluso procedimientos como la biblioterapia; estimulándole en la aceptación y el compromiso de llevar a cabo las tareas que le ayudarán a resolver su patología. La organización del apoyo por parte de la familia. Organizar las siguientes consultas y el plan terapéutico a seguir.

Estrategias y Técnicas:

  • Exploratorias: recogida de datos básicos para la intervención, tanto personales como de las propias circunstancias en que aparecieron los síntomas y sus consecuencias en la vida diaria.
  • Relación terapéutica, en cuanto que relación de ayuda profesional.
  • El paciente como eje de la intervención, protagonista de su historia de curación.
  • Escucha activa, es decir, permitir que el paciente exprese su situación sin interrupciones.
  • Estilo de las preguntas: abiertas, cerradas, intencionadas, alternativas, sugerentes…
  • Adecuar la comunicación al nivel cultural del paciente.
  • Comunicación con un lenguaje cercano, evocador, pero evitando las frases hechas de uso tópico.
  • Facilitar la expresión de emociones y sentimientos, miedos, en un ambiente seguro y acogedor, sin juicios de valor.
  • Comparar conjuntamente con el paciente, evaluar los cambios de signos-síntomas en cada sesión y/o entre sesiones.
  • Información:

    • Sobre los signos-síntomas.
    • Sobre el proceso del tratamiento (evaluación, objetivos, procedimientos a utilizar, acuerdos…).
    • Sobre la elaboración del sufrimiento que producen el dolor y las limitaciones de la enfermedad, como algo activo, a través de tareas (autocuidados).

  • Asunción, normalizadora, de las reacciones negativas:

o    Orientar: guiar, sugerir, indicar con instrucciones concretas basadas en conocimientos técnico-científicos empíricamente contrastados.

o    Reducir la evitación de experiencias negativas, asumiéndolas como parte del proceso.

o    Orientar respecto al futuro: tareas convenientes a realizar a corto medio plazo.

o    Cuidados de la salud (autocuidados).

-                     Identificar y expresar sentimientos:

o    Aceptar el sufrimiento, el malestar, los pensamientos negativos, como irremediables en la vida de las personas.

o    Poder expresar la tristeza, apatía, ira…

o    Tratar de orientar los sentimientos de indefensión y desesperanza para que no cristalicen y se conviertan en incapacitantes.

o    Planteamientos respecto a la vida diaria:

-         Organización de la vida cotidiana.

-         Resituar emocionalmente la enfermedad y sus consecuencias: es parte de la historia del paciente.

-         Planificar un apoyo continuado: con la aceptación y el compromiso de asumir las tareas para el cambio y la superación de la enfermedad.

Todos estos elementos se integran en un proceso de elaboración conjunta de objetivos (Mead, 2000). Acuerdos sobre objetivos y procedimientos: realistas, asumibles, sin falsas expectativas. Que el paciente asuma las instrucciones, los ejercicios, como parte de un acuerdo, es conveniente manejarlo en cada una de las sesiones. La información continua, el establecimiento de objetivos progresivos, como parte del proceso del consentimiento informado, son los otros aspectos ineludibles para crear las condiciones de participación y colaboración en el tratamiento.

Este planteamiento implica que en el diseño de la intervención se incluya el planificar qué elementos de la comunicación son los más indicados en cada caso y el configurar la intervención para cada sesión; siendo relevante en las etapas finales cuando se prepara el alta:

  • Repaso del proceso seguido.
  • Medios utilizados.
  • Recursos personales utilizados.
  • Resultados, logros.
  • Prevención de recaídas.
  • Hábitos y estilo de vida saludables.

Esta forma de administrar el tratamiento fisioterápico introduce la perspectiva de la prevención. La metodología de las intervenciones estaría orientada no sólo a eliminar o aliviar la dolencia, sino también a poder introducir patrones de conducta saludables que el paciente pueda reproducir, tanto para mejorar su salud como para evitar recaídas.

Los procedimientos terapéuticos acordados en la relación terapéutica y contextualizados por el valor que cada acción tiene para el paciente, tratarían de transformar la impotencia ante la presencia del dolor y las exigencias de la vida en un tipo de “desesperanza creativa”, donde el paciente encuentre otros modelos, planes, intereses de actuación, que le permitan superar la enfermedad y adaptarse a sus nuevas condiciones de vida, como agente, protagonista, de su propio cambio y mediante sus propios recursos, conservados o adquiridos durante el proceso terapéutico (Wilson, Luciano, 2002).


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