Principales valores para el personal de Salud
Autor: Dra. Lizel Díaz del Mazo | Publicado:  27/10/2010 | Etica, Bioetica. Etica medica. Etica en Enfermeria | |
Principales valores para el personal de Salud .5

- Esforzarnos por descubrir pequeños detalles de servicio en lo cotidiano y lo común: ayudar a recoger los platos después de la comida, mantener en orden los efectos personales (sea en casa o el trabajo), ceder el paso o el lugar a una persona, llevar documentos u objetos en vez de esperar que alguien venga por ellos... Existen múltiples oportunidades y el realizar cada una de ellas, nos capacita para hacer un mayor esfuerzo en lo sucesivo.

- Observa cuantas cosas hacen los demás por tu persona y sin que lo pidas. Cada una de ellas puedes convertirla en un propósito y una acción personal.

- Dejar de pensar que “siempre me lo piden a mí”. Observa cuantas veces te niegas a servir, seguramente muchas y frecuentemente. Existe un doble motivo para esta insistencia, primero: que nunca ayudas, y segundo: se espera un día poder contar contigo.

- Si algo se te pide no debes detenerte a considerar lo agradable o no de la tarea, sin aplazar el tiempo, comenzar inmediatamente sin considerarlo una carga.

Esperar a recibir atenciones tiene poco mérito y cualquiera lo hace, para servir eficazmente hace falta iniciativa, capacidad de observación, Generosidad y vivir la Solidaridad con los demás, haciendo todo aquello que deseamos que hagan por nosotros, viendo en los demás a su otro yo.

Sobriedad (16)

Qué difícil es hablar de sobriedad en una época caracterizada por la búsqueda del placer y del afán desmedido por acumular bienes de todo género; parece ser que lo único necesario es cuidar las apariencias y satisfacer nuestros deseos. La sobriedad no solo tiene que ver con estar sobrio y el manejo del alcohol. Este valor afecta otras realidades más importantes de nuestra vida.

El valor de la sobriedad nos ayuda a darle a las cosas su justo valor y a manejar adecuadamente nuestros apetitos, estableciendo en todo momento un límite entre lo razonable y lo inmoderado.

Aunque no podemos culpar del todo a la publicidad, es ella quien transmite una idea falsa de felicidad: en toda reunión de amigos debe haber determinada bebida para estar alegres; si vistes con determinada marca de ropa demuestras actualidad; ser conocedor de restaurantes y platillos exóticos, te hace hombre de mundo; al utilizar cremas, pastillas y tratamientos para cuidar tu figura, te dará belleza... y así, todo un conjunto de elementos que caracterizan a una sociedad consumista preocupada por la apariencia de la persona.

Por tanto, damos por cierto que la felicidad está en todo aquello que cultiva nuestra vanidad y nos da satisfacciones, entonces, no es extraño que estemos bajo el influjo de agentes externos.

El "tener más", "lo más novedoso" o lo "más caro" se convierte en la base de nuestra seguridad personal, caemos en el despilfarro con tal de alimentar nuestra soberbia y vanidad por el deseo de sobresalir, de estar a la moda y de aparentar una mejor posición económica; sin reflexionar compramos varios pares de zapatos (ropa, accesorios, etc.) por estar a un precio rebajado. En este sentido, debemos reconocer que somos caprichosos y orientamos nuestros esfuerzos a conseguir las cosas sin importar el precio, y algunas veces postergando lo indispensable.

La sobriedad nos ayuda a saber comprar sólo lo verdaderamente necesario, indispensable y de utilidad; por el contrario, aprendemos a obtener el máximo uso y provecho de todo lo que tenemos, sin dejar las cosas prácticamente nuevas y sin utilizar. Para la sobriedad hace falta autodominio.

También debemos ser sobrios en nuestra forma de hablar, de comportarnos y de vestir: existen personas que dicen todo cuanto les viene a la mente, muchas veces sin comunicar nada y sólo por el gusto de sentirse escuchados; otros exageran en las bromas, las palabras altisonantes y los aspavientos; también es chocante vestir estrafalariamente, lleno de accesorios y adornos que podrán ser de moda pero hacen perder elegancia.

Cuando no ponemos límites, llegamos a una insatisfacción "por sistema" en la que siempre queremos más. De ahí surgen los vicios, la dependencia de las drogas, el deseo de placer sexual, la infidelidad...

Para vivir este valor no hace falta pensar en grandes cosas y privaciones, una vez más la respuesta está en cuidar los pequeños detalles:

- Antes de comprar algo reflexiona sobre el motivo de la adquisición: si es necesidad, un simple lujo o un verdadero capricho. Si es el caso, no inventes necesidades, se valiente y reconoce que no vale la pena el gasto.

- Usa las cosas y no las cambies simplemente porque en el mercado hay una más novedosa, o porque todos tus amigos la compraron. En esta competencia sin fin tu bolsillo es el más afectado.

- Reconoce tu verdadera situación económica y vive de acuerdo a tus posibilidades. Cuando te decidas a hacerlo, aprenderás que las personas te aceptan por lo que eres.

- Habla sólo lo necesario. Transmite pensamientos más que palabras.

- Viste de forma elegante y decorosa, la moda también puede cumplir con este requisito.

- Evita el deseo de ser el centro de atención y aprende a divertirte: el alcohol, las bromas de mal gusto, las palabras altisonantes y los desmanes, manifiestan inseguridad y falta de autodominio.

La sobriedad no es negación ni privación. Es poner a tu voluntad y a tu persona por encima de las cosas, los gustos y los caprichos, dominándolos para no vivir bajo su dependencia. Es muy natural que al estar condicionados por nuestros impulsos, nos cueste trabajo dejarlos, pero nunca es tarde para comenzar, con pequeños esfuerzos, fortalecemos nuestra voluntad y desarrollamos este valor necesario para aprender a administrar nuestro tiempo y nuestros recursos, además de construir una verdadera personalidad.

Superación (17)

Nuestra vida está llena de oportunidades, saber aprovecharlas y obtener los frutos deseados constituyen el centro de nuestras aspiraciones. Actualmente se habla de excelencia personal y el éxito al alcance de la mano, sin embargo, muchas de estas fórmulas se enfocan a la solución de problemas y al logro de una posición económica preponderante, quedando cortas en lo que a la superación personal se refiere, la verdadera superación no tiene cantidad sino calidad.

La superación es el valor que motiva a la persona a perfeccionarse a sí misma, en lo humano, espiritual, profesional y económico, venciendo los obstáculos y dificultades que se presenten, desarrollando la capacidad de hacer mayores esfuerzos para lograr cada objetivo que se proponga.

La superación no llega con el tiempo, el simple deseo o con la automotivación, requiere acciones inmediatas, planeación, esfuerzo y trabajo continuo.

En muchas ocasiones la superación no aparece como un gran cambio lleno de beneficios materiales. Con cierta frecuencia encontramos a personas inconformes en su trabajo, deseando cambiar porque en el tiempo que llevan no ha mejorado su posición. Sin embargo, rechazan oportunidades con un bajo incremento económico o un mismo nivel profesional, sin darse cuenta que la experiencia, las relaciones y los nuevos conocimientos por adquirir, constituyen un perfeccionamiento personal que más adelante servirá para alcanzar otros objetivos.

Aunque los recursos económicos y materiales sean necesarios, no debemos enfocar la superación a la acumulación de los mismos, como una manera fácil de medir un progreso. Existen otros aspectos fundamentales y prioritarios que toda persona debe atender:


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