El portafolio. Herramienta de aprendizaje y de evaluacion
Autor: Dra. Ana Teresa Berríos Rivas | Publicado:  16/12/2011 | Formacion en Ciencias de la Salud , Articulos | |
El portafolio. Herramienta de aprendizaje y de evaluacion .2

Como se observa, el portafolio es una herramienta que permite valorar tanto el proceso como los resultados del aprendizaje de los estudiantes. En el uso del portafolio priva el aprendizaje sobre la enseñanza, con éste se pretende resaltar la importancia que debe tener la educación en el nuevo paradigma educativo en términos de adquisición por parte del estudiante de unas competencias que le permitan una progresiva actualización de los conocimientos (8). Es un proceso, por tanto, versátil, pero con unas normas claras de aplicación que atribuyen al estudiante universitario la responsabilidad de su propia evaluación y de su propio aprendizaje.

Otro aspecto importante de destacar es que en la construcción del portafolio se produce un proceso cognitivo en el que el estudiante ha de:

a. comprender el fenómeno;
b. seleccionar lo esencialmente relevante,
c. justificar la estructura y configuración (9).

Por tanto, el aprendizaje que se logra al utilizar el portafolio puede considerarse autodirigido ya que al conformarlo, los alumnos reflexionan sobre el aprendizaje que han obtenido, lo que en sí mismo, modifica la percepción de la experiencia vivida. Este proceso facilita integrar lo aprendido al conocimiento previo, además que le permite usarlo para iniciar un nuevo aprendizaje. Todo este proceso es de particular riqueza dónde el aprendizaje se caracteriza por ser un proceso activo y continuo (9).

En efecto, el portafolio resulta por sus características no solo la colección de información, implica la integración de experiencia y conocimiento por parte del estudiante en un contexto curricular organizado y orientado a otorgar una formación integral y basada en el desarrollo de competencias para el ámbito profesional y para la vida (5).

Por su parte, la forma de evaluación tradicional tiene un enfoque netamente sumativo (10), la cual, tiene estrecha relación con las teorías conductistas del aprendizaje. Es decir, en este tipo de evaluación sólo interesan los estados inicial y final. El estado inicial comprende aquello que se enseña, los contenidos ofrecidos por el profesor, que corresponderían a los estímulos; y el estado final correspondería a los resultados de la evaluación o las respuestas a los estímulos. En esta modalidad de evaluación poco interesa cómo el estudiante ha llegado a esas respuestas, cuál ha sido su proceso evolutivo o madurativo en la adquisición y asimilación de ciertos conocimientos y procesos de pensamiento (10).

Opuestamente se presenta la evaluación formativa, la cual conlleva a una acción permanente y continua de valoración y reflexión sobre el desarrollo, evolución del aprendizaje y formación de los estudiantes, siendo parte consustancial del proceso de enseñanza y de aprendizaje (5).

La evaluación de carácter formativo implica para el docente “ir detrás de”, reconocer lo que sus estudiantes hacen y cómo lo hacen a partir de las evidencias que dejan de sus actuaciones académicas luego de realizar una actividad evaluativa (5). Según Casanova, la evaluación formativa, le proporciona al profesor datos valiosos relativos a la orientación didáctica y a su autoevaluación, todo con el fin de provocar condiciones favorables para conseguir que los alumnos logren aprendizajes lo más significativos posible (3).

De igual manera, esta modalidad de evaluación es una de las que ofrece mayor riqueza de datos útiles para comprender, en toda su amplitud y profundidad, el proceder de las personas brindando a su vez la posibilidad de intervenir y perfeccionar su desenvolvimiento o actuación. De acuerdo con Rosales es lograr un progresivo perfeccionamiento de docentes y estudiantes, no sólo desde lo profesional sino también desde lo personal (8). La evaluación, desde tales planteamientos, debe ser vista no solo como una acción orientada a valorar el grado de cumplimiento de los propósitos de aprendizaje sino, además, como una acción de intervención que permita al sujeto la reconstrucción de los contenidos a aprender.

No obstante, las prácticas evaluativas en la mayoría de las instituciones sigue siendo fundamentalmente, un suceso y no un proceso. Debe permitir valorar los procesos personales de construcción individual de conocimiento por lo que, en esta perspectiva, son poco importantes los aprendizajes basados en el procesamiento superficial de la información y aquellos orientados a la recuperación de información en el corto plazo. Podría decirse que los nuevos procesos evaluativos son de carácter cognitivo, estratégico y contextualizado. Cognitivo, ya que demanda la utilización de modelos y métodos de evaluación que permitan reconocer cómo aprende y por qué obtiene ciertos resultados el estudiante (11).

En cuanto a su naturaleza estratégica, se advierte la necesidad de sustituir recursos de evaluación que interpretan el aprendizaje de manera aditiva, es decir, como una sucesión de etapas inconexas que, al ser sumadas, resultan en un aprendizaje. Sería importante utilizar otros que analicen la actividad del estudiante de manera articulada y global (11). Asimismo, es importante la captación de las metas u objetivos que propone el docente, que en ocasiones resultan de mayor relevancia que los propios métodos de enseñanza. Comprender y asumir tales metas permite que el estudiante despliegue estrategias personales que poco conoce el profesor en su actividad cotidiana frente a un grupo numeroso (8).

En lo atinente a la contextualización de la evaluación, cabe mencionar los siguientes factores. En primer lugar, es necesario tomar en cuenta el nivel académico del estudiante. Éste resulta del recorrido que el sujeto hace por los diferentes niveles y experiencias educativas el cual, al combinarse con experiencias en el ambiente familiar y del entorno cultural, afecta el desempeño del alumno individualmente considerado (9).

Otro elemento contextual de la evaluación es el representado por la especificidad de los contenidos curriculares (4). Los estudiantes se enfrentan a materias cuyas estructuras epistemológicas poco tienen en común, por lo que es difícil aplicar las mismas estrategias para aprender y para evaluar lo que se aprende. En este sentido, el portafolio como herramienta de evaluación formativa ha de informar del proceso personal seguido por el estudiante y ha de evidenciar la gama de competencias adquiridas por él y requeridas por el currículum establecido (12). La expresión pública de los conocimientos adquiridos demuestra, en primer lugar, al propio estudiante y después al profesor el lugar del proceso donde aquél se encuentra.

Aunque existen portafolios centrados en el producto final, este sistema muestra su máximo potencial en el desarrollo de un proceso formativo en el que se puede observar el avance de los estudiantes tan detalladamente como se desee.

Su filosofía se fundamenta en parámetros relativos a la mejora progresiva, el diálogo crítico, la argumentación y la flexibilidad cognitiva (5); frente a propuestas más unidireccionales y cerradas en las que el profesor plantea una serie de preguntas que, en muchas ocasiones, el estudiante tiene que escoger entre tres o cuatro posibilidades de respuesta prediseñada, el portafolio puede llegar a modificar las propuestas iníciales dando cabida a los intereses y necesidades individuales de los estudiantes (5).

Desde esta perspectiva se requiere un modelo educativo basado en el aprendiz, donde se ofrece una consideración cada vez más importante a la responsabilidad del estudiante en la gestión y autorregulación de sus procesos de aprendizaje y a la capacidad de aprender a aprender (13). Igualmente, las interacciones profesor ‐ alumno durante el proceso de evaluación juegan un papel de regulación muy importante, ya que es imprescindible resaltar no solamente lo que han logrado los estudiantes, sino lo más importante es aquello que podrán llegar a conseguir con la ayuda del profesor.

Lo expuesto, concuerda perfectamente con el concepto de Zona de Desarrollo Próximo (ZDP) planteado por Vigotski (1979:133): quien lo definió como la distancia entre el nivel real de desarrollo, determinado por la capacidad de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía de un adulto o en colaboración de otro compañero más capaz (14). Este concepto es de gran utilidad para el ámbito educativo, ya que vincula el proceso de aprendizaje y desarrollo, permitiendo detectar no sólo los ciclos y procesos ya completados, sino trazar el futuro inmediato del alumno.

Como se ha indicado con anterioridad la evaluación del portafolios no se realiza al final del ciclo educativo, sino que de manera constante se proporciona feed‐back a los estudiantes, lo que permite la revisión y mejora de los trabajos que se van realizando de cara a su evaluación final, por lo tanto, los criterios evaluativos en los que se apoya las valoraciones y percepciones acerca del progreso del aprendiz, está presente durante todo el proceso, pese a que es al final cuando se establece una correspondencia o valor numérico de cara a la vertiente administrativa que ejerce la evaluación en nuestro sistema educativo. En este contexto, la evaluación es concebida como un proceso de comprensión y valoración de los procesos y de los resultados (3).

El portafolio en su conjunto posee un determinado valor pedagógico y evaluativo, esto es lo que lo distingue de la simple entrega sucesiva de trabajos para una determinada asignatura. Por tanto, esta herramienta en su totalidad debe ser observada desde una serie de indicadores (8) que aporten información acerca del proceso de aprendizaje desarrollado por el estudiante, información que formará parte de la nota numérica o calificación final.


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