Percepcion y aceptacion del uso y demanda de la herbolaria como tratamiento alternativo
Autor: Elizabeth López Spiegel | Publicado:  22/03/2012 | Medicina Alternativa , Otras Especialidades , Articulos | |
Percepcion y aceptacion del uso y demanda de la herbolaria como tratamiento alternativo .2

Nuestros ancestros, cazadores y recolectores nómadas, nos daremos cuenta de que para sobrevivir tenían que ser espectadores cuidadosos de la naturaleza. Se vieron en la necesidad de estudiar la conducta de los animales de presa para poder desarrollar estrategias de captura y acercarse a ellos sin que su presencia fuera percibida. Quizás al realizar esta actividad, de manera incidental observaron que algún animal con aspecto “enfermizo” consumía un determinado vegetal una conducta no común como la de algunos perros al ingerir pasto- y a la postre sanaba.

Esta conducta debió ser extraña en los animales de presa y con más razón llamaba la atención de los cazadores que conocían el comportamiento de sus presas. Probablemente, alguno de nuestros antepasados al sentirse enfermo imitó esa conducta del animal y sanó en el mejor de los casos, por medio del ensayo y error además de su condición de nómada recolector – fue seleccionando vegetales o animales que tenían la propiedad de sanar o mitigar el dolor, pero también de sustancias tóxicas que le podían producir alucinaciones o incluso la muerte.

Estas últimas sustancias derivadas de plantas o animales ponzoñosos les fueron sin duda también útiles para la caza de animales o en sus conflictos tribales.

Estos fenómenos aparentemente inexplicables, el poder curar o matar, fueron asociados con las nacientes creencias mágico-religiosas que ya debían estar más o menos desarrolladas para aquellos tiempos. Aquel hombre conocedor del uso de los recursos naturales para sanar o matar, a la par de aplicar mezclas de grasas animales, vegetales o minerales, interpretaba “conjuros” que se combinaban con un ambiente rodeado por el humo proveniente de la incineración de plantas y por una decoración mística del lugar de curación que daba un toque sagrado al ritual. Quizás ese “chamán”, conocedor de las propiedades curativas de las plantas, confundió el efecto de las sustancias psicotrópicas con el poder de “seres supremos” que le impidió distinguir entre lo real y lo imaginario.

No obstante, muchos de esos conocimientos antiquísimos que estuvieron envueltos en un ambiente mágico-religioso fueron pasando verbalmente generación tras generación hasta consolidarse como una materia de estudio con la finalidad de mantener el bienestar del ser humano y obtener materias primas naturales que le proporcionaran una mejor calidad de vida. Es aquí donde inicia de manera primitiva el progreso de la farmacognosia hasta llegar a nuestros días como una ciencia consolidada

Edad media

La Medicina se servía de fórmulas mágicas, conjuros y otros procedimientos que actualmente quizá se llamarían metapsíquicos, pero no obstante, en muchísimos casos se acudía también a los medicamentos.

Las sectas filosóficas que precedieron a Sócrates, formadas por Thales, Empedocles Demócrito, Pitágoras, sacaron a las ciencias de curar fuera de los recintos hieráticos, preparando la llegada de Hipócrates que inauguró una nueva era para las mismas. Se sabe que existían boticas en la antigua Grecia, basándose los ayudantes de los médicos, a cuyo cargo corrían las mismas, para la preparación de los medicamentos, en una especie de código o Farmacopea. Quizá la administración pública tuviera intervención en las mismas, pero como dependían tan directamente de los médicos, aquélla sería en todo caso muy relativa.

Hipócrates sistematizó los grupos de medicamentos, dividiéndolos en purgantes, narcóticos y febrífugos. Los sudoríficos de acción directa no se empleaban, para prepararlos se usaban simples vegetales y minerales y algunas sales de naturaleza inorgánica. Las formas farmacéuticas eran numerosísimas, pero sin los jarabes, que no se emplearon hasta que siglos más adelante los árabes los dieron a conocer. Platón y Aristóteles se ocuparon del estudio de los materiales farmacéuticos más que de los medicamentos propiamente tales. Sin embargo, no sentaron nada nuevo respecto a los mismos, limitándose a comentar y ordenar las noticias que de ellos se tenían. Teofrasto, en su Historia de las plantas, tampoco hizo adelantar ningún paso decisivo a la ciencia o arte farmacéutico.

En la Roma primitiva, la medicina era ejercida por los esclavos, muchos de los cuales no dejaban de tener relativa cultura; la preparación de los medicamentos en particular estaba casi exclusivamente encomendada a los mismos. Esto no quiere decir que no intervinieran otras personas de más alta categoría, pues los médicos más eminentes eran griegos salidos de su país en busca de mejor fortuna.

Lo árabes continuaron la obra de los nestorianos, fundando en Bagdad la primera escuela de Farmacia a la que pronto siguieron otras tan importantes como aquellas. Las enseñanzas versaron al principio sobre la Botánica, pero después se juntaron a las mismas las de Química, particularmente cuando la Alquimia se fue desarrollando. Se estableció en todo el califato una legislación especial para la profesión farmacéutica, en relación con la importancia que se daba a ésta por su misión y los estudios que era preciso aprobar para poder ejercerla.

La medicina farmacéutica de los musulmanes se distinguió por una complicación extraordinaria en las respectivas fórmulas. Sin embargo, el principal mérito de los farmacéuticos árabes consistió en el adelanto que supieron imprimir a las operaciones de laboratorio, cuyo inmediato resultado fue la Alquimia, madre de la moderna Química. Resurgió con ellos el arte de la destilación, olvidado desde remotos tiempos, pues lo habían empleado los antiguos egipcios y los propios griegos. El resultado inmediato de este nuevo procedimiento fue la preparación del alcohol y de las aguas destiladas, particularmente de rosas, a la que concedían gran importancia terapéutica.

En la primera mitad del siglo XIV, Simón de Genes y Mattaeus Sylvaticus facilitaron en gran medida la tarea de los herboristas que les sucedieron, al revisar y relacionar nombres botánicos árabes y griegos con los latinos. Fue en esta época cuando se produjeron acontecimientos trascendentales que venían a complementar la ampliación de conocimientos en el campo de la ciencia botánica, tales como la invención de la imprenta por Johannes Gutenberg en 1450, que dio un salto de gigante a los medios para la difusión del conocimiento; y el descubrimiento de América en 1492. Gracias a ello, multitud de herbarios fueron impresos, facilitando la importación a Europa de numerosas drogas nuevas.

Mucho antes, la necesidad de contar con una obra que tratara sobre la cura y empleo de remedios vegetales, se dejaba sentir en los medios populares. En 1484 hizo su aparición el herbario de Maguncia (Herbarius maguntinae impressus), que a pesar de ser una obra de autor desconocido tuvo un éxito notable. Describe las drogas que se vendían en las boticas con ilustraciones de modelos reales. Se publicó repetidamente en Alemania, Holanda, Venecia, Vicenza y Padua. Otra obra aún más importante, el Hortus sanitatis (jardín de la salud) nació a raíz del gran éxito del herbario de Maguncia.

Culturas antiguas

Desde tiempos remotos las culturas establecidas sabían la importancia que tenía el conocer profundamente las propiedades alimenticias, curativas y tóxicas de las plantas y animales que los rodeaban. Los ideogramas sumerios, datados aproximadamente 2500 años a.C., mencionan ya varias “medicinas” de origen vegetal. Los formularios terapéuticos mesopotámicos son conocidos en la actualidad gracias a las tablillas en escritura cuneiforme con listas de drogas cuidadosamente redactadas en tiempos de los sumerios.

Estos formularios reunían aproximadamente unas 250 plantas, 120 substancias minerales y 180 remedios de origen animal (algunos de ellos todavía sin identificar) que poseían propiedades medicinales.

La medicina babilónica empleaba sustancias principalmente de origen vegetal. Muestra de ello son los jardines construidos en el reinado de Mardukapalidine II (772-710 A.C.) donde se cultivaban alrededor de 64 especies de plantas con propiedades medicinales, entre las que destacan algunas que siguen siendo útiles hasta nuestros días como el beleño, el eléboro, la mandrágora, el cáñamo y la adormidera, entre otras.

La cultura china tuvo un gran auge en el estudio de las plantas, animales y minerales con fines terapéuticos. Esos conocimientos fueron plasmados en compendios de los cuales el más importante es el llamado Pen tsao kang-mou escrito en el año 2697 A.C. durante el reinado del emperador Shen Nung. En él se describen aproximadamente 8160 formulaciones medicinales, algunas de ellas son estudiadas en nuestros días mientras que otras no pudieron evadir el matiz mágico y carecen de un sustento científico. Su medicina tradicional era muy variada, lo que se puede apreciar hasta nuestros días. El uso de las hierbas y del té medicinal chino sigue vigente.

La medicina hindú se basó principalmente en el uso de las plantas. Los hindúes tenían un gran progreso en cuanto a cirugía se refiere, por ello muchas de las plantas que utilizaron poseían propiedades anestésicas o narcóticas, como la marihuana (Cannabis sativa). Además, desarrollaron antídotos contra la mordedura de serpientes venenosas y fueron de los primeros en utilizar presentaciones farmacéuticas como ungüentos, infusiones, maceraciones y electuarios (medicamentos con la consistencia de la miel).

Se sabe que las plantas tropicales son las que poseen una mayor cantidad de principios activos. En la cultura hindú se introdujeron muchas plantas de este tipo enfocándose a la prolongación de la vida. Una característica importante es que los hindúes manejaban un sistema de recolección que aunque poseía un carácter mayormente ceremonial, también tenía datos que se justifican científicamente; por ejemplo, algunas plantas debían recolectarse frescas por la mañana o por la noche, esto se explica debido a que hay plantas que poseen una mayor concentración de principios activos a determinadas horas del día.


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