Proyecto de vida adulto. Una aproximacion desde la perspectiva de genero
Autor: Lic. Maryelis Cuenca | Publicado:  7/06/2012 | Psicologia , Otras Especialidades , Medicina Preventiva y Salud Publica , Articulos | |
Proyecto de vida adulto. Una aproximacion desde la perspectiva de genero .2

D’Angelo (1994), propone que es por eso que no puede separarse la elaboración de este sentido vital de la dirección que toma la propia vida. La sustentación en valores del proyecto de vida personal se complementa con el planteamiento de metas importantes en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana y de lo social, que es expresión de aspiraciones y expectativas en relación con los valores asumidos y su posibilidad de realización en la situación real. Pero, dicho proyecto de vida no será realizado eficientemente si el individuo no es capaz de orientarse adecuadamente acerca de lo que siente, piensa, cómo se valora y cuáles son sus potencialidades reales. La capacidad de autoexplorarse y evaluar el ambiente con sus posibilidades, factibilidades y oportunidades es una importantísima función de la persona en la dirección de sus proyectos de vida.

La construcción y ajuste sucesivo de los proyectos de vida supone la superación positiva de conflictos cotidianos, de situaciones de crisis personal y social, inherente al movimiento mismo de la vida y su dinámica. Se requiere una evaluación constante de los sucesos vitales y la toma de decisiones efectivas. Este aspecto problemático del quehacer cotidiano de la persona, fundamenta la necesidad del alto nivel de funcionamiento reflexivo y creador.

La Investigación en Psicología en cuanto a la Perspectiva de Género.

En este apartado, se pretende tener una aproximación general sobre las concepciones de género dentro de la investigación psicológica, y destacar la tendencia que la inclusión de esta variable ha mantenido en este ámbito, tomando en cuenta los planteamientos teóricos de investigaciones referenciales sobre Proyecto de Vida y Género.

Partiendo de lo ya descrito, al incluir la perspectiva de género como variable de investigación, inicialmente se hace una clara distinción del “hombre” como persona masculina y femenina, y además da cuenta de que la percepción sobre los roles o planes adultos varía considerablemente; generando un debate que resulta interesante, atendiendo a los múltiples cambios sociales que ubican a las mujeres y a los hombres en posturas diferentes a las mantenidas en épocas y momentos histórico-sociales anteriores y; paralelamente la prevalencia de posturas tradicionalistas que dificultan el estudio objetivo de los aspectos de género y vida.

Al respecto, Sharim (2005), señala que el análisis de dichos cambios no resulta tan claro, pues forman parte de un proceso difícil de evaluar. Los indicadores que hasta hace poco se consideraban reveladores directos de la condición de género (como el nivel educacional o la inserción laboral), ya no parecen ser suficientes para dar cuenta de ella en toda su complejidad. Hay otro tipo de variables (ligadas a la subjetividad) que también es necesario incorporar para acercarse a un análisis más completo de la dimensión y cualidad de estos cambios.
Según esta autora, la dificultad para caracterizar dichas transformaciones también se relaciona con la gran cantidad de contradicciones presentes tanto en las prácticas como en los discursos relativos al género. Al mismo tiempo que se incorporan elementos modernos, menos estereotipados respecto a lo femenino y masculino, se siguen dictámenes ancestrales que continúan moldeando rígidamente las conductas y actitudes en tanto hombres o mujeres. Parece generarse así, una importante distancia entre las prácticas y los discursos. A veces, las prácticas son más modernas que los discursos y, otras, la distancia se produce en el sentido contrario. Es precisamente este desfase uno de los factores que estimula a redimensionar el plano de la subjetividad en relación a la categoría de género, en el sentido que ésta no sólo refiere a las condiciones “objetivas” de desigualdad.

En el mismo orden de ideas, Bosch, Ferrer y Gili (1999, c.p Ferrer y Bosch; 2005), en un trabajo sobre los sesgos de género en la investigación psicológica, señalan que tanto desde las esferas sociales como desde los diversos ámbitos del conocimiento científico y, entre ellos, desde la Psicología, se ha transmitido a lo largo de la historia un conocimiento andrócentrico, es decir, la tendencia ha sido considerar al hombre como centro y medida de todas las cosas, mientras se afirmaba la inferioridad (biológica, moral y/o intelectual) de la mujer, empleando la ciencia como argumento y justificación de esta situación.

Todo/a científico/a parte de un modelo o conjunto de supuestos sobre la cuestión en que va a trabajar y desde él formula una serie de preguntas y cuestiones. En el caso de las investigaciones relacionadas con el género, es relativamente frecuente que las cuestiones planteadas vengan condicionadas por los estereotipos y mitos vigentes; razón por la que se formulan unas preguntas y dejan de formularse otras. (Ferrer y Bosch, 2005)

Las investigaciones de género realizadas en las últimas tres décadas identifican por un lado, un proceso de cambio principalmente a nivel de la flexibilización de los roles de género y de la emergencia de políticas públicas que incorporan la perspectiva de género (Valdés & Gomariz, 1993 c.p Sharim, 2005). Sin embargo, estas transformaciones han sido por otro lado cuestionadas desde estudios que develan la continuidad de las relaciones de inequidad asociadas al género. (Hola & Todaro, 1992, c.p. Sharim, 2005).

Según este referente, parece existir un consenso entre los investigadores, de que se trata de un ámbito que provoca tensión y cuyo abordaje no es evidente. Sin embargo, resulta impensable prescindir de los condicionantes de género, en tanto que históricamente han proporcionado los significados de una diferencia tan natural como es el sexo. Esta homologación de género y sexo y su correspondiente vinculación como un todo al orden natural de las cosas, dificulta enormemente el poder pensar la diferencia y la relación entre los sexos con una lógica distinta a la binariedad o dualismo. (Bordieu, 1990, c.p Sharim, 2005).

Sin embargo, lo que se pretende destacar es el hecho de que las cuestiones de género hayan tomado auge en lo que respecta a los aspectos psicológicos del ser humano, que se flexibilicen pero no se trivialicen, o se asuman como dogmas dictados por tradicionalismos, entendiéndolos como aspectos que van mucho más allá de las desigualdades ya conocidas por muchos investigadores de diversos campos de las ciencias sociales.

Proyecto de Vida Adulto: Ser Hombre y Ser Mujer.

La transición a la vida adulta ha sido un tema de preocupación científica y social desde los años setenta, justamente cuando la crisis del empleo, el aumento de las tasas de escolarización, el retraso en la emancipación y la emergencia de nuevos valores hicieron problemático el proceso más o menos rápido y lineal de las generaciones precedentes (Casal, 1996 c.p García y Merino, 2006). El proceso de transición tradicionalmente, ha sido un proceso sexuado, es decir, profundamente diferenciado para los chicos y las chicas. La socialización familiar, así como las instituciones de socialización secundaria (como la escuela), incidían en los papeles distintos y asimétricos que mujeres y hombres tenían que desarrollar en su vida familiar, laboral y social. (García y Merino, 2006).

La entrada a la vida adulta es una etapa importante dentro del proyecto de vida por considerar que está llena de muchos cambios, y resulta crucial en la cristalización de muchos roles esperados (laboral, personal, familiar, social, entre otras).

Al respecto La Parra (2000), señala que el destacar la entrada a la vida adulta como un momento importante se plantea como una novedad, ya que ese paso del sistema educativo al mundo del trabajo, es un momento clave en la construcción de la identidad de género. El autor indica que normalmente las investigaciones otorgan un mayor valor a la socialización primaria, en esta línea lo más frecuente es destacar a la infancia o la adolescencia como influyentes en la configuración de la identidad de la persona (Erikson, 1968 c.p. La Parra, 2000).

En concordancia con lo anterior, aunque la obra de Berger y Luckmann, (1968, c.p La Parra, 2000), se encuentra enmarcada para ese momento dentro de una tendencia a enfatizar la importancia de la socialización secundaria en la construcción social de la realidad y en la creación de las condiciones para la acción social de los actores, la escogencia del período adulto del ciclo de vida, encuentra su justificación, en el hecho de que en esta etapa es cuando se inicia la vida laboral, es decir el momento en que cualquier persona (hombre o mujer) empieza a construir su identidad profesional, además también se comienza a formar una familia cuando se empiezan a adoptar los diferentes roles familiares.

El proyecto de vida está enmarcado dentro de un proceso congruentemente ligado a la identidad, que desde la perspectiva de género posee matices diferentes en cuanto se traten de hombres o mujeres.

Sharim (2005) considera, por lo tanto que se hace inminente tomar en cuenta las características que hoy adquieren los procesos identitarios en la gran mayoría de las sociedades occidentales. El concepto de género ciertamente alude a un orden cultural, ideológico y social, pero también posee una dimensión subjetiva en tanto es constituyente de la identidad; el interés por dicha dimensión aumenta si se entiende que la identidad está hoy día al centro del trabajo subjetivo, como una gran posibilidad de crear los propios significados y sentidos de la existencia, pero también como una obligación de inventarse a sí mismo, en tanto las instituciones ya no funcionan como una maquinaria única que genera normativas universales; es decir, la posibilidad social de tener nuevos referentes, contiene al mismo tiempo el riesgo de perderlos (Kaufmann, 2004 c.p. Sharim, 2005).

La hipótesis que aquí se plantea es que la multiplicidad de referentes de género, puede dar lugar a la confusión y al conflicto, y por tanto, experimentarse como un riesgo de perder la identidad propia y sus referentes.

La construcción de la identidad de género puede conllevar una tensión compleja, pues implica un conflicto entre la conservación de la individualidad y la confrontación ante referentes culturales que, en proceso de cambio, se han vuelto difusos y múltiples. Surgiría la necesidad de ubicarse como individuo único, en un escenario de amplios y variados referentes que se intentarían adoptar articulados bajo un disfraz que protege la identidad: el rol de género. (Sharim, 2005).


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