Desarrollo de la inteligencia emocional en la infancia. Un nuevo enfoque para la prevencion del tabaquismo
Autor: Dra. Gisela de la Caridad Sardiñas López | Publicado:  22/06/2012 | Psicologia , Pediatria y Neonatologia , Articulos | |
Desarrollo inteligencia emocional infancia. Un nuevo enfoque prevencion del tabaquismo .2

Debemos ayudar a nuestros hijos y alumnos, y porqué no a prender nosotros mismos a tener un mejor control en situaciones de dificultad y de toma de decisiones sobre el futuro. Estas herramientas ayudarán al niño ahora, (en un cercano futuro adolescente y joven ) a rechazar las conductas dañinas como el tabaquismo y otras adicciones. Las personas así entrenadas pueden valorarse mejor y reaccionar con conductas apropiadas, rechazando las tendencias autodestructivas que implica el tabaquismo y de la misma manera las relaciones tóxicas, la violencia, la agresividad y todas aquellas que impliquen daño a ellos mismos y a los demás.

Ninguna herramienta surte efecto por obra de la magia o la casualidad, sino que requiere de voluntad para ser aprendida e integrada, y finalmente servir de manera práctica y real en el día a día. La inteligencia emocional, según apunta Goleman, es la capacidad de una persona para manejar una serie de habilidades y actitudes. Entre las habilidades emocionales se incluyen la conciencia de uno mismo; la capacidad para identificar, expresar y controlar los sentimientos; la habilidad de controlar los impulsos y posponer la gratificación así como la capacidad de manejar la tensión y la ansiedad. (1,2,3,4,5)

Goleman propone en sus obras tener en cuenta los diferentes ingredientes o habilidades de la inteligencia emocional que siguen:

COMPETENCIA PERSONAL:

Conciencia de uno mismo

Conciencia de nuestros propios estados internos, recursos e intuiciones.
Conciencia emocional: reconocer las propias emociones y sus efectos.
Valoración adecuada de uno mismo: conocer las propias fortalezas y debilidades. Confianza en uno mismo: seguridad en la valoración que hacemos sobre nosotros mismos y sobre nuestras capacidades.

Autorregulación

Control de nuestros estados, impulsos y recursos internos.
Autocontrol: capacidad de manejar adecuadamente las emociones y los impulsos conflictivos.
Confiabilidad: fidelidad al criterio de sinceridad e integridad.
Integridad: asumir la responsabilidad de nuestra actuación personal. Adaptabilidad: flexibilidad para afrontar los cambios.
Innovación: sentirse cómodo y abierto ante las nuevas ideas, enfoques e información.

Motivación

Las tendencias emocionales que guían o facilitan el logro de
Nuestros objetivos.
Motivación de logro: esforzarse por mejorar o satisfacer un determinado criterio de excelencia.
Compromiso: secundar los objetivos de un grupo u organización.LA

COMPETENCIA SOCIAL:

Empatía

Conciencia de los sentimientos, necesidades y preocupaciones ajenas.
Comprensión de los demás: tener la capacidad de captar los sentimientos y los puntos de vista de otras personas e interesarnos activamente por las cosas que les preocupan.
Orientación hacia el servicio: anticiparse, reconocer y satisfacer las necesidades de los otros.
Aprovechamiento de la diversidad: aprovechar las oportunidades que nos brindan diferentes tipos de personas.
Conciencia política: capacidad de darse cuenta de las corrientes emocionales y de las relaciones de poder subyacentes en un grupo.

Habilidades sociales

Capacidad para introducir respuestas deseables en los demás.
Influencia: utilizar tácticas de persuasión eficaces. Comunicación: emitir mensajes claros y convincentes.
Liderazgo: inspirar y dirigir a grupos y personas. Catalización del cambio: iniciar o dirigir los cambios.
Resolución de conflictos: capacidad de negociar y resolver conflictos.
Colaboración y cooperación: ser capaces de trabajar con
los demás en la consecución de una meta común.
Habilidad de equipo: ser capaces de crear la sinergia grupal en la consecución de metas colectivas.

El autoconocimiento como punto de partida

El primer elemento propuesto para profundizar en el campo emocional es el autoconocimiento o la conciencia de uno mismo. Tomar conciencia de los propios deseos y motivaciones, los modos de reaccionar ante las situaciones diversas de la vida familiar, los valores que tenemos como padre, madre o núcleo familiar, también, los sentimientos que invaden el día a día, los momentos felices y aquellos de conflicto y preocupación.

El conocimiento de las debilidades, de los puntos débiles así como de los recursos y fortalezas, lejos de hacer frágil la figura del educador, profesional de la salud o promotor, padre o madre, les proporciona una capacidad mucho mayor de ser dueño de sus impulsos, especialmente en situaciones de gran tensión emocional como las que vivimos en la educación de nuestros alumnos e hijos.(1,2,3,4,5,6,7)

En ocasiones, experiencias del pasado o de nuestra propia infancia y adolescencia, se hacen presentes en el momento de educar y guiar a los hijos al provocar en nosotros el recuerdo de hechos que creíamos olvidados. Tomar conciencia de la influencia de estos hechos, sentimientos en definitiva, resulta clave para lograr encauzarlos adecuadamente durante su proceso madurativo. De lo contrario, no es extraño que, incluso de manera inconsciente, desarrollemos patrones educativos que se contradicen con lo que hubiéramos deseado transmitir, repitiendo estilos que detestábamos cuando éramos niños, o manifestando reacciones desproporcionadas y poco oportunas en el contexto y las necesidades de nuestros hijos.

Diversos autores han señalado la importancia de conocerse a uno mismo como elemento clave para poder dar lo mejor y más adecuado en la relación con los demás. Por otra parte, este conocimiento, ha de ser enriquecido con lo que nos aporta el contacto con otras personas. No somos únicamente aquello que vemos en nosotros mismos, sino también aquello que de manera más o menos consciente, transmitimos a las personas que nos rodean, tanto a los amigos o la familia como a las personas menos cercanas como los compañeros de trabajo, pareja, vecinos, conocidos, etc.

Con frecuencia negamos la aportación o retroalimentación que hacen los demás de nosotros, si no se trata de una referencia con la que nos veamos identificados o cómodos. La tendencia a huir de los conflictos internos rechazando la parte de nosotros que mostramos al mundo, incluso sin quererlo, puede empobrecer enormemente el conocimiento de uno mismo.

Muchas veces escuchamos afirmaciones como ¨yo me conozco muy bien, yo no me sorprendo de nada, ya sé de qué pie cojeo…¨ sin embargo no siempre son reflejo de una persona que verdaderamente se conoce a sí misma. No sólo los niños, los adultos también continuamos creciendo y evolucionando con el paso de los años y especialmente con la vivencia de acontecimientos más o menos significativos que nos suceden como la opción de vivir en pareja, tener un hijo, el duelo por la muerte de un ser querido, cambios laborales, de residencia, entre tantos otros.

Estas situaciones que nos afectan y promueven un cierto cambio en la perspectiva de la vida, la recolocación de valores, la redefinición de meta constituyen crisis de mayor o menor intensidad, que van a afectar a la persona que las padece, provocándole el cambio y la maduración. Por este motivo, el autoconocimiento no constituye un elemento que se agota para alcanzar uno nuevo, no es un reto que se conquista y supera, representa más bien una actitud de apertura hacia la experiencia de la vida en uno mismo, el modo en que cambiamos y tomamos conciencia de esos cambios para poder sacar de ellos el partido máximo.

La causa principal de las dificultades en las relaciones interpersonales son los sentimientos, tanto los propios como los de los otros. En nuestra cultura estamos acostumbrados por la educación a ignorarlos o negarlos. En nuestras relaciones con los demás nos esforzamos en prescindir de nuestros sentimientos y no prestar atención a los de los demás. Cada uno de nosotros, no obstante, sigue experimentando constantemente diversos sentimientos. Manifestar los sentimientos presenta un grado de dificultad que depende del sentimiento en sí, de la persona que lo experimenta y del momento en que se experimenta. En cuanto a los sentimientos del pasado o del presente es más fácil hablar de ellos con una persona distinta a la que ha sido su desencadenante. (7,8)

Los sentimientos del presente se expresan más difícilmente que los del pasado. La dificultad de aceptar y comunicar los sentimientos depende también del sentimiento de que se trate. Es más fácil aceptar y manifestar que experimentamos rabia que envidia. La atención es selectiva ante los sentimientos. Por nuestra educación hemos aprendido a ignorar nuestros sentimientos y a fijar nuestra atención en otras cosas.

Los sentimientos son una fuente de información sobre nuestra relación con el mundo que nos rodea. Sin esta fuente de información se intentaría resolver el problema de nuestras relaciones con el mundo externo sin considerar la globalidad, es decir, sin tener en cuenta el mundo emotivo, tan importante para la persona.


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