Enunciados y señales en geriatria y gerontologia.
Autor: Dr. Leonardo Strejilevich | Publicado:  15/02/2004 | Medicina Interna , Psiquiatria , Geriatria y Gerontologia | |
Enunciados y señales en geriatría y gerontología.2

Los grupos familiares no pueden asumir durante largo tiempo tareas terapéuticas, de rehabilitación o de custodia y cuidados de sus ancianos; estas acciones insumen un monto elevado de angustia, esfuerzo físico y económico por momentos insoportable.

La población añosa de la Argentina no recibe el cuidado, las ayudas institucionales y estatales que permitan compensar, aunque parcialmente, el alejamiento comunicacional, económico, de nivel de información, etc. que la separa cada vez más del resto de la sociedad.

El envejecimiento humano es de cada época y de cada lugar. Muchas de las llamadas “conductas” de los ancianos no son sino las respuestas a lo que la sociedad espera de ellos y lo que la familia y la sociedad les permite.

Se envejece como se ha vivido y hay que aprender a envejecer, tolerando y tolerándose las limitaciones, las pérdidas y los duelos procurando ser escuchado por alguien que sepa escuchar y que tenga un mínimo de capacidad de identificación positiva con el viejo.

Hacer gerontopsiquiatría no es acompañar a los humanos a “bien morir” sino ayudarlos en una etapa de la vida, que como todas, tiene sus duelos y sus logros.

En la Argentina, las personas mayores en su mayoría constituyen un grupo marginado y discriminado (también victimizado) y con grandes limitaciones en su posibilidad de recibir recursos sanitarios y sociales especializados.

La población añosa, pese a que constituye más del 10 % de la población general en Argentina es declarada, implícita o explícitamente no prioritaria en los programas de bienestar social y salud pública y está “oculta” por los problemas de salud, hambre, analfabetismo, etc. de los más jóvenes.

Actualmente, la sociedad de consumo impulsa a reemplazar “lo viejo” (sirva o no) como “al viejo” (sirva o no) presionada por un ejército de desocupados jóvenes sin dar al menos la oportunidad y los recursos para que el viejo también se convierta en un buen consumidor. La lucha social por el cambio, el status y los beneficios es vivenciada indebidamente como lucha intergeneracional.

Los grupos familiares carenciados y las comunidades con niveles de asistencia bajos, se ven obligados a “enterrar” a sus padres viejos en vida por falta de recursos.

Para tratar y asistir a los viejos hay que utilizar técnicas biológicas, psicológicas y sociales al mismo tiempo, coordinadamente, con ritmo adecuado, a largo plazo y realizado por un equipo interdisciplinario al que debe incorporarse al médico de cabecera y al grupo familiar.

Pagar un alto precio para institucionalizar a un viejo sin necesidad, con gran nivel de confort es, la más de las veces, un gesto de la familia para disminuir la culpa de no integrar y querer a su viejo.

Una residencia para mayores sanos o enfermos no puede enorgullecerse sólo porque no se huela amoníaco, no haya escaras o que los viejos se porten bien, obedezcan y sean tratados como niños (arrugados).

Las instituciones sociales y sanitarias dedicadas a la población geriátrica deben difundir normas de geriatría clínica como técnicas permanentes de educación del post-graduado. A través de los médicos generalistas se podrá acceder, en este extenso y diverso país, a los millones de ancianos que actualmente viven entre nosotros.

Pobre, viejo y loco es una tríada difícil de contener y superar para el viejo y su familia.

La mayoría de las instituciones geriátricas han adoptado modelos custodiales que responden a necesidades vegetativas básicas (techo – comida – higiene) con cuidado médico precario o nulo, sin estudios preventivos, sin rehabilitación planificada, sin programa de actividades diarias adecuadas, sin discriminar los cuadros médicos de los sociales, sin asociar y articular la vertiente social con la sanitaria (modelo sociosanitario).

Lo mejor para los viejos es evitar: 1) infinidad de hospitalizaciones con falsos o incorrectos diagnósticos; 2) el aislamiento innecesario; 3) el biologismo mecanicista; 4) el reduccionismo psicologista ingenuo; 5) la polifarmacia.

Las instituciones que prestan servicios a los viejos no pueden funcionar verticalmente. El personal y los beneficiarios deben intervenir en la discusión de objetivos, métodos, prioridades y programas. Deben ser capaces de autoperfeccionarse capacitando permanentemente a sus cuadros técnicos e incorporando a todos los profesionales nacionales ya capacitados por concurso abierto, sin discriminaciones de orden político, ideológico o religioso, Debe evitarse la exagerada asistencia médica en los programas geriátricos integrales para evitar, entre otras cosas, la creación de un mercado que consuma casi solamente, asistencia médica y fármacos.

Los hospitales, clínicas y sanatorios de nuestro país no fueron construidos pensando en la rehabilitación durante la etapa aguda o la convalecencia de diversas enfermedades y sobre todo en la presencia de los viejos que necesitan actos terapéuticos complejos, interdisciplinarios, programados y progresivos con seguimiento domiciliario integral y continuo.

Los desequilibrios socio-psicológicos tienden fácilmente a somatizarse en muchos ancianos creando falsos cuadros clínicos, es decir, una hipocondría socialmente engendrada al carecer de respuestas a sus necesidades económicas y socio-culturales básicas indispensables.

El envejecimiento es un proceso asincrónico y las exigencias sociales respecto a este proceso varían de persona a persona.

Tratar de detener el proceso del envejecimiento es, al menos, una conducta utópica que no se resuelve visitando médico en médico o geriatra en geriatra.

Cada viejo tiene una especie de marcapasos biológico y psicológico de existencia cotidiana.

No saber geriatría y atender viejos es muy frecuente en la Argentina y es grave.

Uno de los deberes que tenemos para con los millones de viejos de Argentina es impulsar la investigación de las características médicas, psicológicas y sociales de las diversas regiones de nuestro país y no copiar modelos importados aunque sean útiles afuera. Capacitar a los médicos en general en la atención y terapéutica de los viejos y “llegar” a ellos en todo el país a través de médicos clínicos y agentes sanitarios gerontológicos que caminen por los valles, las ciudades del interior y los barrios de las capitales.

El gran magma geronticida, socialmente hablando, es la desocupación.

La polipatología y la policausalidad geriátrica es un hecho casi constante y la patología oculta, cuyos síntomas clásicos no suelen observarse en los viejos, suelen ser también constantes, condicionantes o determinantes de muchos cuadros clínicos.

La dramaticidad de un cuadro clínico en un mayor no puede inducir a distorsionar la situación a punto tal de no examinar exhaustivamente al viejo desde el punto de vista clínico, no desarrollar al máximo la capacidad semiológica para jerarquizar correctamente los signos y síntomas y dar tranquilidad a los que nos rodean.

Es mejor, como médico generalista o como geriatra en particular, abandonar el furor curandi y convertirse en un profesional más eficaz y menos omnipotente.

Envejecer en los países en desarrollo es un modo ecológico de supervivencia porque en estos países hay hambre, desocupación, analfabetismo, enfermedades endémicas, pobreza en todas sus formas. Envejecer en ese mundo es un logro reservado para aquellos mejor dotados genéticamente o es el resultado de la suerte.


Recordando a Mario Strejilevich

El Doctor Mario Strejilevich, nació en Buenos Aires el 20 de abril de 1928. Su educación secundaria la realizó en el Instituto Industrial Otto Krause. Estudió Medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata, a pesar de vivir en Buenos Aires. Se graduó en 1957. Fue pionero de la geriatría, la gerontología en iniciador de la psicogeriatría en nuestro país. Se dedicó por entero a este campo a través de la investigación científica, la práctica clínica y fue un militante cuestionador para obtener mejores condiciones de vida para los viejos de nuestro país; muchas veces se tornó sospechoso para los gobiernos autoritarios que le complicaron la vida más de una vez o lo dejaron cesante en algún cargo público. Trabajó en centros internacionales tales como Ste. Anne en París, Bel-Air en Ginebra, Suiza, con Julián de Ajuariaguerra, en Holanda y en Londres con Félix Post. En Buenos Aires (Argentina) fue asesor en los Hospitales Italiano, Francés e Israelita, en el INSSJP (PAMI) y en el Instituto Nacional de Salud Mental. La OMS lo convocó a Ginebra en 1970 como uno de los ocho expertos en psicogeriatría del mundo y en 1985 fue invitado a Washington por la OPS, entre otras cosas, para clasificar las enfermedades psicogeriátricas.

Murió a los 60 años en Buenos Aires, el 23 de setiembre de 1988.

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