Vivir con esquizofrenia es convivir con la desesperación del ser, es situarse en la fragmentación de uno mismo y entablar una relación con el mundo desde la extrañeza.
En un universo con estas características los mitos y las realidades son elementos que se contrapuntean incesantemente, son oleadas anímicas que envuelven, que revuelcan, desintegran y en otros instantes reconfiguran.