Generalmente lo normal es que sea la última consecuencia de una potente depresión, esquizofrenia, trastorno bipolar y abuso de tóxicos. También influyen las relaciones interpersonales y otros factores estresantes, como, por ejemplo, las dificultades económicas. De hecho, determinadas condiciones sociales adversas provocan un aumento considerable del número de suicidios; y así sucedió, por ejemplo, entre la población joven de Alemania después de la I Guerra Mundial y en Estados Unidos en el punto álgido de la Gran Depresión de 1929.