El artículo sostiene la futilidad del Botox cuando éste se aplica en pacientes menores de doce años de edad con espasticidad, basándose principalmente en estudios realizados por diversos investigadores que plantean  el actuar del fármaco  sobre el cuerpo. Al tiempo que propone  ampliar la  visión  en la atención de la discapacidad, partiendo de la persona como un ser integral, ubicándolo en su historia personal, en sus capacidades y  etapa de la vida en que se encuentra, sin que se restrinja solo a la corporeidad del paciente.