Cuando en una etapa de nuestra vida decidimos practicar actividad física uno de los principales motivos por los que lo hacemos aparte de los típicos relacionados con la “barriguita” o con la “tableta de chocolate”, es para mejorar nuestra condición física general.
Para el deportista corriente que en el mejor de los casos va cuatro días semanales a su centro deportivo a realizar durante más o menos una hora cualquiera de las múltiples actividades programadas, le es muy difícil el controlar la mencionada mejora de la condición física ya que a parte de la báscula propia de casa (simplemente mide la masa corporal) no cuenta ni con medios ni con conocimientos necesarios para determinar su progreso y la consiguiente mejora de su nivel.
El fútbol, y más el de alto nivel, es un deporte que requiere un gran esfuerzo para el deportista. Se engloba dentro de los deportes colectivos caracterizados por esfuerzos explosivos individuales y su práctica supone para el practicante un riesgo lesivo inherente. Desde este artículo, se pretende acercar al lector, especializado o no, a una de las lesiones más frecuentes de este deporte, la rotura de fibras de la zona anterior del muslo o más concretamente del músculo recto anterior.