Hola Vicky:
Aquí estoy de nuevo, después de acostar a mi pequeño diablillo de seis años. Lo dejo arropadito en su cama, y tarda menos de diez minutos en quedarse plácidamente dormido. Algunas veces, cuando lo contemplo, su semblante lleno de paz, hace que me pregunte: qué ha cambiado en mí para que yo tarde en conciliar el sueño y no pueda ser como él. Evidentemente, tú ya sabes la respuesta: las preocupaciones. Nos complicamos la vida con cuestiones a veces de poca importancia. Hasta el punto de que ya, difícilmente, seríamos capaces de desenvolvernos en la vida si no anduviéramos intentando calcular todos los pros y los contras de nuestras acciones. Dices que te acongoja el pasado, y por otro lado, te inquieta el futuro. Chica, de verdad crees que te queda mucho tiempo para estar en el presente? Y sin embargo es lo único real. Disfrutar de las pequeñas cosas que hacemos, pasuadamente, recreándonos en las sensaciones, como un niño que chupetea un rico helado. Es cierto que hay cosas que requieren nuestra máxima atención, y sería irresponsable tomárselas banalmente. Pero, merece la pena que nos amarguen la existencia? No sería mejor cultivar una predisposición, capaz de plantar cara a nuestras adversidades? Sería tan grave que tal o cual cosa nos saliera mal? Preguntas en el aire, busca tus propias respuestas. Un abrazo.