José Antonio Florez Lozano, Catedrático de Ciencias de la Conducta de la Universidad de Oviedo

Tribuna: "Las depresiones son para el otoño"


La falta de luz ambiental es la causa de la variación del estado de ánimo que sufren muchas personas en otoño. La melancolía invade la mente, lo que causa el aumento de depresiones. Existen terapias basadas en la luz que mejoran los síntomas en muchos enfermos, como fluorescentes que emiten todo el espectro de luz.

El otro día, recorriendo una senda flanqueada por abedules y caminando sobre el follaje, viendo los arces vestidos de rojo sobre el fondo de una cascada, cayendo sus hojas, me sorprendió una idea de tristeza y melancolía. Sin duda, pensé: es el otoño que impregna de tristeza toda la naturaleza y el propio ser. La experiencia de contemplar la paleta otoñal es una sensación indescriptible; sencillamente hay que vivirla y sentirla. En ese dorado atardecer contemplo la caída silenciosa de las hojas; al mismo tiempo parece que nos invade progresivamente más tristeza y soledad. Ahora comprendo por qué el otoño es época de arrebatadas melancolías.

En otoño se despierta la fragilidad humana y el absurdo de la existencia. El hombre se enfrenta con la cruda realidad que advierte de su propio declive y debilidades en el caer de las hojas, en los árboles desnudos y en el crepúsculo del sol otoñal. El otoño se nos presenta como el fulgor que despide la luz al apagarse. Nos adentramos en meses que parece que no tienen fin, por muchos puentes que los surquen. Parece que todo se acaba, caminamos por esos senderos de hojas muertas arrancadas por los golpes de viento. Todo parece que cambia; todo parece que se detiene. Los seres vivos se contienen y presenciamos su mutismo lejos de la algarabía de la primavera o el verano. Quizá, esta sea la razón por la que somos más vulnerables y el fantasma de la limitación del tiempo y de la muerte desencadena una cascada de sintomatología depresiva. Tal vez por eso la gente dice que el otoño es época de depre, o que las "depresiones son para el otoño". Las noches se hacen largas y los días grises. Surge paulatinamente esta melancolía otoñal e invernal que produce un desequilibrio en los estados de ánimo. Brota el hastío, la monotonía del reloj, la distancia, la extrañeza, la desconfianza y la fuga.

Cinco millones de depresivos
Cerca de cinco millones de personas en este país sufren de depresión, que es mucho más que la gripe aviar. Además, las depresiones son la causa del 80 por ciento de los suicidios y en España su número ronda los cinco mil al año. Sin duda, la disminución de la luz solar en la estación otoñal produce cambios drásticos en nuestro reloj biológico, alterando el patrón de respuesta fisiológica ante los cambios de luminosidad (comer, dormir, temperatura corporal, presión arterial, etc.). Aumenta la producción de melatonina, al tiempo que disminuye los niveles de serotonina y, en consecuencia, se modifican los estados de ánimo, produciendo en personas especialmente vulnerables las temibles depresiones y la ideación suicida.

Las conductas autodestructivas se han convertido en un grave problema en los países occidentales, según se refleja en las más de 100.000 muertes que se producen en Europa al año. El cambio de estación es causante de esta tristeza propia del otoño que es conocida como depresión otoñal o síndrome afectivo estacional. Algunas personas advierten que con la llegada del otoño su estado de ánimo decae, a tal punto que se produce un bajón en la iniciativa y la energía vital. Asimismo, comienzan a preferir los alimentos dulces (ingieren dietas hipercalóricas), especialmente el chocolate, aumentan su peso y muestran una ansiedad o tristeza exageradas. Igualmente, se desinteresan por las relaciones sociales y se produce una gran alteración de su carácter (especialmente la irritabilidad). Hasta un 5 o un 10 por ciento de las personas adultas sentirán en los meses de otoño e invierno cansancio, letargia, desesperanza, aislamiento social, desánimo, frustración y disminución de la actividad. Son trastornos afectivos estacionales que tienen una mayor incidencia en la mujer, sobre todo entre los 20 y 30 años de edad, y especialmente en aquéllas que tienen una mayor predisposición o vulnerabilidad.

La reducción de horas de luz y la llegada del frío se encuentran entre los factores desencadenantes de este trastorno psicológico. La enfermedad afectiva estacional es más frecuente cuanto más alejado se vive del ecuador. Tal disminución de la exposición a la luz en otoño y en invierno desencadena la alteración del reloj biológico humano. La nostalgia invade los pensamientos y pronto también lo harán la angustia y la pena. Posteriormente, la persona se queja de desmotivación, sensación profunda de tristeza, reducción del tono vital, limitación de la energía física y psíquica (anergias), graves problemas de concentración, alteraciones del sueño, sentimientos de culpa y de incapacidad, ideas de muerte, quejas somáticas, irritabilidad, problemas alimenticios y disminución de la libido o del apetito sexual.

Generalmente estos episodios depresivos comienzan hacia finales del otoño y primeros meses del invierno y desaparecen durante los meses de verano. Se trata, por lo tanto, de una depresión endógena que no tiene un motivo desencadenante en los factores genéticos del paciente: la causa se encuentra en nosotros mismos.

La disminución de luz solar, propia del otoño e invierno, no sólo afecta el ánimo de las personas sino que también, en algunos casos, puede exacerbar las complicaciones de otros trastornos como la hipersomnia, el trastorno disfórico premenstrual y la bulimia. La disminución de la luz, es, por lo tanto, el estímulo que desencadena este trastorno que se repite año tras año y que desaparece espontáneamente con la llegada de la primavera o con el cambio de hemisferio. Sin duda, el principal tratamiento es la luz, por lo que sentarse donde dé el sol alivia el malestar de muchas personas.

El tratamiento de luz, natural o artificial, es más efectivo si se aplica por la mañana. La luz entra en los ojos no sólo para estimular la visión, sino para estimular nuestro reloj biológico en el hipotálamo, un centro que controla el sistema nervioso y que interviene en la mayoría de las funciones reguladores de nuestro organismo y en el control emocional.

Tratamiento con luz
En la actualidad hay compañías que fabrican luz fluorescente con todo el espectro lumínico para ser colocada en escuelas y lugares de trabajo y conseguir un ambiente laboral más estimulante. Otros tratamientos incluyen la administración de melatonina para aliviar el insomnio y otros compuestos que elevan los niveles de serotonina en el cerebro. La persona predispuesta a este tipo de desorden tiene que conseguir que su hogar sea más luminoso, abriendo las cortinas, podando los arbustos o árboles que den sombra a las ventanas, cambiando las bombillas por otras de más intensidad y pintando las paredes de colores más claros. También contribuye a hacerle más feliz pintar, dibujar, escribir sobre las experiencias de verano o refugiarse mentalmente en escenas de luz, colorido y alegría. Vestirse con colores más vivos y realizar ejercicio más sistemáticamente también contribuye a disuadir este síndrome melancólico.

El tratamiento psicoterapéutico es igualmente importante; el trabajo de escucha, comunicación e interpretación del pensamiento (penas, dudas, miedos preocupaciones, etc.) es esencial para frenar la sintomatología depresiva. En todo caso, la comprensión, afecto, empatía y capacidad de ayuda por parte de su pareja, su familia y sus amigos, serán cualidades esenciales para recuperar la energía vital perdida.


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