Los comentaristas han señalado el hecho de que cada uno ha vivido otras vidas y vivirá otras más. Eso no tiene base Bíblica, por lo que los que crean en Dios no deben caer en esos errores. Antes de nada diré que no pretendo ofender a nadie. Mis conclusiones están basadas únicamente en la palabra de Dios, la Biblia. No en libros de filosofía, que a fin de cuentas provienen de pensamientos humanos, no de Dios. Algunos dirán que la Biblia también fué escrita por hombres. Es cierto, pero por inspiración divina. Esto puede resultar poco convincente para las mentes más científicas, pero mostraré mis argumentos. Para intentar demostrar el origen divino de las Escrituras, mencionaré algunos razonamientos por los cuáles se demuestra que ningún hombre pudo escribirla basada en sus propios conocimientos o ideas. Su contenido es científicamente exacto respecto a asuntos que los investigadores humanos llegaron a descubrir solo en fecha reciente: El origen del universo: Gén. 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” En 1978, el astrónomo Robert Jastrow escribió: “Ahora vemos que la prueba que presenta la astronomía conduce a un punto de vista bíblico del origen del mundo. Los detalles difieren, pero los elementos esenciales en el relato astronómico y en el relato bíblico de Génesis son iguales: la cadena de los sucesos que culminaron en la aparición del hombre comenzó repentina y bruscamente en un momento específico en el tiempo, en un instante de luz y energía” (God and the Astronomers [Dios y los astrónomos], Nueva York, 1978, pág. 14).
La forma del planeta Tierra: Isa. 40:22: “Hay Uno que mora por encima del círculo de la tierra.” En tiempos antiguos, la opinión general era que la Tierra era plana. No fue sino hasta más de 200 años después de haberse escrito este texto bíblico cuando una escuela de filósofos griegos llegó a la conclusión de que la Tierra probablemente era esférica, y unos 300 años después de eso un astrónomo griego calculó el radio aproximado de la Tierra. Pero ni en aquellos tiempos era el punto de vista general que la Tierra fuera esférica. Solo en el siglo XX se les ha hecho posible a los humanos volar en avión, y después salir al espacio sideral, y hasta viajar a la Luna, lo cual les ha permitido tener una vista clara del “círculo” del horizonte de la Tierra.
La vida animal: Lev. 11:6: “La liebre [...] es rumiante.” Aunque por mucho tiempo algunos críticos atacaron esta declaración, finalmente, en el siglo XVIII, el británico William Cowper observó que el conejo rumia. La manera poco común como lo hace se describió en 1940 en la publicación Proceedings of the Zoological Society of London (Actas de la Sociedad Zoológica de Londres), tomo 110, Serie A, págs. 159-163.
Su armonía interna es significativa. Esto es especialmente cierto en vista del hecho de que los libros de la Biblia fueron escritos por unos 40 hombres de condiciones tan variadas como las de un rey, un profeta, un pastor, un recaudador de impuestos y un médico. La escribieron durante un período que abarcó 1.610 años; de modo que no tuvieron oportunidad para confabularse. Aun así, sus escritos concuerdan, hasta en los detalles más pequeños. Para poder apreciar el grado a que las diversas partes de la Biblia se entrelazan armoniosamente, es preciso leerla y estudiarla personalmente.
Está llena de profecías que reflejan un conocimiento detallado del futuro... algo que es imposible para los humanos. 2 Ped. 1:20, 21: “Ninguna profecía de la Escritura proviene de interpretación privada alguna. Porque la profecía no fue traída en ningún tiempo por la voluntad del hombre, sino que hombres hablaron de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo.”
Profecía: Isa. 44:24, 27, 28; 45:1-4: “Jehová [...] Aquel que dice a la profundidad acuosa: ‘Evapórate; y secaré tus ríos’; Aquel que dice de Ciro: ‘Es mi pastor, y todo aquello en que me deleito él lo llevará a cabo por completo’; aun en mi decir de Jerusalén: ‘Será reedificada,’ y del templo: ‘Te será colocado tu fundamento.’ Esto es lo que ha dicho Jehová a su ungido, a Ciro, a quien he asido de la diestra, para sojuzgar delante de él naciones, para que desciña yo hasta las caderas de reyes; para abrir delante de él las puertas de dos hojas, de modo que las puertas mismas no estén cerradas: ‘Delante de ti yo mismo iré, y las protuberancias del terreno enderezaré. Las puertas de cobre haré pedazos, y las barras de hierro cortaré. [...] Por amor de mi siervo Jacob y de Israel mi escogido, hasta procedí a llamarte por tu nombre.’” (El libro de Isaías quedó completo para alrededor de 732 a. de la E.C.)
Cumplimiento: Ciro no había nacido todavía cuando se escribió la profecía. Los judíos no fueron llevados al exilio sino hasta 617-607 a. de la E.C., y Jerusalén y su templo no fueron destruidos sino hasta 607 a. de la E.C. La profecía se cumplió en detalle a partir de 539 a. de la E.C. Ciro desvió las aguas del río Éufrates hacia un lago artificial, las puertas de Babilonia que daban al río quedaron abiertas por descuido mientras la gente festejaba en la ciudad, y Babilonia cayó ante los medos y los persas bajo el acaudillamiento de Ciro. Después de esto, Ciro libertó a los exiliados judíos y los envió de vuelta a Jerusalén con instrucciones de reconstruir el templo de Jehová allí (The Encyclopedia Americana, 1956, tomo III, pág. 9; Light From the Ancient Past [Luz desde el pasado antiguo], Princeton, 1959, Jack Finegan, págs. 227-229; “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa”, Nueva York, 1983, págs. 281-284, 295).
Profecía: Jer. 49:17, 18: “‘Edom tiene que llegar a ser objeto de pasmo. Todo el que vaya pasando junto a ella se quedará mirando pasmado y silbará por motivo de todas sus plagas. Justamente como en el derribo de Sodoma y Gomorra y sus pueblos vecinos,’ ha dicho Jehová, ‘no morará allí hombre alguno.’” (La escritura de las profecías de Jeremías estuvo completa para el año 580 a. de la E.C.)
Cumplimiento: “Judas Macabeo los echó [a los edomitas] de Palestina en el siglo II a. de J.C., y en 109 a. de J.C. Juan Hircano, caudillo macabeo, extendió el reino de Judá hasta incluir en él la parte occidental de las tierras edomitas. En el siglo I a. de J.C. la expansión romana acabó con los últimos vestigios de la independencia edomita [...] Después que los romanos destruyeron a Jerusalén en 70 d. de J.C., [...] el nombre Idumea [Edom] desapareció de la historia” (The New Funk & Wagnalls Encyclopedia, 1952, tomo 11, pág. 4114). Nótese que el cumplimiento se extiende hasta nuestro día. De ninguna manera se puede argüir que la profecía haya sido escrita después que ocurrieron los acontecimientos.
Profecía: Luc. 19:41-44; 21:20, 21: “[Jesús] miró la ciudad [Jerusalén] y lloró sobre ella, diciendo: [...] ‘Vendrán días sobre ti en que tus enemigos edificarán en derredor de ti una fortificación de estacas puntiagudas y te rodearán y te afligirán de todos lados, y te arrojarán al suelo a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no discerniste el tiempo en que se te inspeccionaba.’” Dos días más tarde, aconsejó a sus discípulos: “Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces sepan que la desolación de ella se ha acercado. Entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas, y los que estén en medio de Jerusalén retírense” (profecía que Jesucristo pronunció en 33 E.C.).
Cumplimiento: Jerusalén se rebeló contra Roma y, en 66 E.C., el ejército romano bajo Cestio Galo atacó la ciudad. Pero, como informa el historiador judío Josefo, el comandante romano “levantó el sitio cuando más podía contar con el buen éxito” (Flavio Josefo, Guerra de los Judíos, volumen I, pág. 208, traducción de J. M. Cordero, 1972). Esto brindó a los cristianos la oportunidad de huir de la ciudad, lo cual hicieron, pues, según dice Eusebio Pánfilo en su libro Historia eclesiástica —véase la traducción al inglés por C. F. Cruse, Londres, 1894, pág. 75— se mudaron a Pela, más allá del Jordán. Entonces, para el tiempo de la Pascua del año 70 E.C. el general Tito sitió la ciudad, erigió un cerco de 7,2 kilómetros (4,5 millas) de largo en solo tres días y, después de cinco meses, Jerusalén cayó. “Jerusalén misma fue destruida sistemáticamente, y el Templo fue dejado en ruinas. Las obras arqueológicas nos muestran hoy lo eficaz que fue la destrucción de las edificaciones judías por todo el país” (The Bible and Archaeology [La Biblia y la arqueología], Grand Rapids, Michigan, 1962, J. A. Thompson, pág. 299).
Existen muchas pruebas de que la Biblia es realmente la palabra de Dios. Si tienen dudas no duden en preguntar. Siento haberme extendido tanto. Un saludo