Percepción de la muerte en adolescentes.
En esta etapa existen características que hacen vulnerable al adolescente a sentimientos de autodestrucción como una alternativa para poner fin al dolor psicológico que lo abruma. La falta de soporte familiar impide la integración de las nuevas necesidades que surgen en el adolescente. Además, son idealistas al pensar que “nada les puede pasar” tomando riesgos casi suicidas. En gran medida, la percepción que tengan acerca de la muerte, dependerá de su personalidad (23)
Percepción de la muerte en adultos jóvenes.
Los adultos jóvenes están abocados al término de sus tareas sociales, y ansiosos por desarrollar sus planes de vida, para lo cual ya se encuentran capacitados. La muerte es algo lejano, asumido como inevitable, sin embargo con una certeza inconsciente de que a uno jamás le va a pasar, comienza la carrera por la consecución de lo que uno pueda llegar a ser, y junto a quienes ame, construir una vida plena de satisfacción.
Para un individuo en esta etapa de la vida, la aparición de una enfermedad catastrófica se vivencia como algo muy frustrante y difícil de llevar debido a la imposibilidad de conquistar las metas anheladas. Su trabajo no ha valido de nada y esta injusticia lo enfurece, es el paciente más conflictivo y más lábil emocionalmente, a esto se suma la dificultad del personal que por lo general tiene la misma edad que el paciente para tratar asertivamente a un desahuciado de su mismo grupo de edad. Piensan de manera evasiva, rehúyen la muerte pues es un tema que no les agrada. (23)
Percepción de la muerte en un adulto intermedio
A estas alturas de la vida, la muerte se convierte en un hecho ineludible que es sentido no solo a través del deceso de los familiares sino de amigos y conocidos que han compartido vivencias haciendo recordar lo cercano que se puede estar de ella, por lo cual se busca evaluar lo realizado y hacer cambios drásticos en lo que “restaría por vivir”
Percepción de la muerte en ancianos.
El anciano puede percibir la muerte de manera natural o muchas veces con tristeza, si se sienten cansados de la vida en un mundo que les es hostil, que ya no es conocido por ellos. A veces los problemas físicos le impiden ver el mundo de una mejor manera abandonándose al irremediable fin. (23)
Representaciones de la muerte:
La aproximación de la muerte a menudo está representada con la imagen de un ladrón, que irrumpe en nuestra vida. Edgar Herzog ha reunido una imagen muy sugerente de la figura de la muerte mítica personificada (femenina o masculina), y ha mostrado que los nombres de la diosa Hel y la ninfa Calipso derivan de una misma raíz, kel(n), que significa esconder (en la tierra). Los pueblos paleoasiáticos conocen un demonio, o demonios, Kalan, Kala (éste último con cara de perro), que personifican la muerte y la enfermedad.
La muerte está representada más frecuentemente como lobo o perro que como un “otro” siniestro con forma humana. La Hel germánica es la hermana del lobo Fenrir, al que corresponde el Cerbero griego, hijo de la serpiente Equidna. En las creencias populares alemanas y suizas se conservan hasta el día de hoy, en los cuales la aparición de un perro negro anuncia la muerte al hombre. (24)
El diablo vestido de árabe recuerda a ciertas tradiciones alquímicas arábigas, en las que aparece la “piedra filosofal”. Jung explica este texto recordando en primer lugar a Enkidu, el rival terreno del héroe Gilgamés, quien también aparece primero como enemigo para convertirse en amigo después de la victoria. “Psicológicamente esto significa que el primer encuentro con el Sí mismo puede hacer aparecer todos los aspectos negativos, los cuales son generalmente característicos del choque no preparado con el inconsciente”. Otro texto alquímico dice de la piedra filosofal: El “otro siniestro”, que en los sueños mencionados he interpretado como la muerte, no es en realidad otra cosa que el Sí mismo. Muerte y Sí mismo, es decir la imagen de Dios, de facto no se pueden diferenciar. (24)
A pacientes moribundos indios se les presenta a menudo el dios de la muerte Yama “todo de negro, mayor, robusto” o uno de sus enviados, el llamado Yamdu's, para recogerlos. Pacientes con educación cristiana visualizan ángeles en el mismo papel. Considerado psicológicamente, el ladrón siniestro es en primer lugar una imagen general de la “otra mitad del alma” personal del moribundo.
Estos aspectos, vistos psicológicamente, se entremezclan unos con otros aun cuando, por lo general, se los describe muy diferenciados de acuerdo con cada una de las culturas. Básicamente la figura de la muerte personificada (Muerte, Diablo, Yama, Zeus, Hades, Hel, entre otras.) no parece ser otra cosa que un lado oscuro de la imagen de Dios (24)
El Budismo y el Hinduismo, enseñan que el ser humano sufre una serie de reencarnaciones que son potencialmente ilimitadas. Entre dichas reencarnaciones el individuo va a un lugar de recompensa o retribución dependiendo de sus acciones o Karma en la vida anterior. Para el Budismo, el objetivo final es escapar al ciclo interminable de repetidas reencarnaciones, logrando el Nirvana que es un estado de desprendimiento estático e indescriptible de paz (25) Se suele defender el carácter ilusorio de la muerte con un argumento radical. Para experimentar la dualidad vida-muerte es necesario postular la existencia de un sujeto que percibe ambos fenómenos.
Al negar caracteres permanentes al yo (y a todo el mundo fenoménico), se opta por no reconocer el estatus específico de la muerte como término. Cada instante es un término, es en cierto modo una muerte y una reencarnación. Todo lo que se manifiesta en el mundo forma parte del reino de la ilusión (incluida la muerte) y el único camino para trascender la impermanencia es modificar el registro e ingresar en el mundo verdaderamente real de la no-muerte que es nirvana. Por tanto lo que comúnmente se entiende por muerte no resulta ser menos ilusorio que lo que se entiende por vida y el único medio de comprenderlo es salir de ese reino de confusión.
Este postulado filosófico resulta curiosamente compatible con toda una estrategia de enfrentamiento a la muerte, como la que, por ejemplo, aparece el Libro Tibetano de los Muertos (24). Después de un minucioso análisis del proceso de la muerte y de sus fases imaginarias, subyace la idea de que igual que el mundo material, los mundos mentales (o lo que sean) post-mortem no son sino construcciones ilusorias. (26)