La Fibrilación ventricular primaria (FVP) en victimas de muerte no esperada fue más evidente en el grupo de 15-29 años, significando el 100% de los episodios registrados. En orden de frecuencia le siguió el grupo de 75 y más, en los cuales se presentó Asistolia en el 17.6% de los casos. Las alteraciones electrocardiográficas de un Infarto miocárdico agudo, fueron diagnosticadas en el 11.1% de los fallecidos del grupo de 60-74 años (Tabla #4).
Tabla #4. Registros electrocardiográficos en la muerte súbita cardiaca (MSC). Distribución por edad.

p = 0.024*
En el área de salud de Párraga fueron documentados 64 episodios arrítmicos finales, predominando la Fibrilación ventricular primaria (FVP) (22 registros), la Asistolia (20 registros) y los cambios eléctricos de un Infarto miocárdico agudo (8 registros). En orden de frecuencia fueron notificados 43 alteraciones del ritmo en el territorio del Grimau, de los cuales predominó la (FVP) (14 registros), la asistolia (13 registros) y la Fibrilación ventricular secundaria (FVS) (7 registros) (Tabla #5).
Tabla #5. Registros electrocardiográficos en la muerte súbita cardiaca (MSC). Distribución por Área de salud.

p = 0.009
Discusión:
El análisis estadístico del registro gráfico de la actividad eléctrica del corazón en las victimas de muerte súbita cardiaca (MSC) en asociación con los años de monitoreo del fenómeno mostró una alta significación (p=0.000***). La fibrilación ventricular primaria (FVP) trastorno del ritmo registrado con mayor frecuencia en los casos estudiados, tuvo una incidencia mayor en edades más jóvenes (2.3 veces más frecuentes en fallecidos menores de 44 años), atribuible en su mayor expresión a infarto miocárdico agudo (en nuestra serie 84.2% de los diagnósticos definitivos en edades de 15-44 años), consecuencia de la isquemia miocárdica subyacente y sustrato ideal para la reentrada que propicia la aparición de esta arritmia ventricular maligna.
En el estudio Español de muerte súbita cardíaca los registros electrocardiográficos en pacientes con paro cardíaco durante la fase aguda del infarto miocárdico mostraron un predominio de la fibrilación ventricular primaria (FVP) en el 70.0% de los casos, frente al 18.0% de los pacientes que presentaron una taquicardia ventricular que secundariamente degeneró en fibrilación ventricular (fibrilación ventricular secundaria).
El mismo estudio mostró en el grupo de pacientes que presentaron una muerte súbita, en ausencia de un síndrome coronario agudo, pero de naturaleza isquémica coronaria crónica, que la fibrilación ventricular secundaria (a taquicardia ventricular sostenida) representó el 62.4% de los eventos arrítmicos, con relación a la fibrilación ventricular primaria registrada en el 8.3% de los casos. La Torsades de Pointes, con frecuencia relacionada con la administración de fármacos antiarrítmicos de tipo I fue detectada en el 12.7% de los pacientes. En el 16.6% de los registros electrocardiográficos fue diagnosticada una bradiarritmia que conduce al paro cardíaco por disociación electro-mecánica (DEM) (17).
Un estudio publicado en Circulation por Stevenson y cols. mostró que en los pacientes con insuficiencia cardíaca avanzada que fallecieron súbitamente, en el 42.9% de los casos, una bradiarritmia fue el evento final. Fenómeno que ha sido recogido por otros autores como principal responsable de las muertes por insuficiencia circulatoria, en edades mayores a 75 años, a diferencia de las muertes por isquemia miocárdica aguda o crónica en que la fibrilación ventricular primaria o secundaria respectivamente inciden con mayor frecuencia (19).
Otros autores al señalar el ritmo cardíaco en el momento de la muerte súbita, a partir de casos documentados por registros ambulatorios (Holter) y gracias a programas de resucitación cardiopulmonar extrahospitalaria, plantean que el ritmo subyacente a un episodio de muerte súbita cardiaca (MSC) puede ser una taquiarritmia ventricular (taquicardia o fibrilación ventricular), una bradiarritmia o ritmo sinusal. La arritmia documentada en el momento del fallecimiento depende fundamentalmente de la cardiopatía estructural y del tiempo transcurrido entre el episodio y la monitorización del paciente. La tasa de taquiarritmias ventriculares es superior en los pacientes con infarto agudo del miocardio o infarto crónico, mientras que aumenta la tasa de Bradiarritmias en los pacientes con fallo cardíaco terminal (22).
En la actualidad se sabe que la fibrilación ventricular es también la manifestación final de otras arritmias, como la Torsades de Pointes y Bradiarritmias como las observadas en el bloqueo Auriculoventricular avanzado. A medida que aumenta el tiempo entre el inicio de los síntomas y el registro del ritmo cardíaco, la proporción entre asistolia y fibrilación ventricular se va igualando, lo que sugiere que la asistolia probablemente sea en ocasiones una fase posterior a la fibrilación ventricular, favorecida por la hipoxia (23, 24).
En nuestra serie la elevada incidencia de asistolia que ocupó el segundo lugar al analizar los trastornos del ritmo pudiera explicarse, a partir de que el 66.2% de los eventos aconteció en el medio extrahospitalario, aumentando el tiempo entre el inicio de los síntomas y el registro del ritmo cardíaco.