La violencia con uniforme escolar
Autor: Amarilis Cordova | Publicado:  27/10/2009 | Medicina Forense y Legal , Medicina Preventiva y Salud Publica , Pediatria y Neonatologia | |
La violencia con uniforme escolar.2

Conflicto

 

Este concepto aparece generalmente cargado con una valoración negativa, debido a que se confunde conflicto con violencia, es decir, con su patología. Un conflicto puede resolverse también de forma no-violenta. Mientras la violencia no es innata en los seres humanos sino que es un aprendizaje, el conflicto sí es consustancial a la vida humana, algo natural y por tanto inevitable. De esta manera, más que eliminar el conflicto, de lo que se trata es de saber regularlo creativa y constructivamente de forma no-violenta, ya que es una energía y una oportunidad para el cambio (Sanmartín, J. 1998).

 

Agresividad

 

Término abordado por distintas teorías psicológicas que no se ponen de acuerdo en una definición consensuada, pero para poder generalizar, diremos que está definida en cuanto a su fin de lesionar a otro organismo o al propio pero es necesario añadir a lo anterior la necesaria intención de producir daño, destruir, contrariar o humillar. Pero no podemos dejar de hacer referencia a la diferencia entre agresividad y agresión, el término agresión debería utilizarse para designar un acto en sí, un acto palpable y efectivo. La agresividad, sin embargo, es el término empleado para designar la tendencia o disposición inicial que dio lugar a la posterior agresión. (Erezo, F 1998.)

 

Situación de acoso, intimidación o victimización

 

Centrándonos un poco más en la violencia escolar, es necesario saber que la situación de acoso, intimidación o victimización es aquella en la que un alumno o alumna es agredido o se convierte en víctima cuando está expuesto, de forma repetida y durante un tiempo, a acciones negativas que lleva a cabo otro alumno o grupo de ellos/as. Por acciones negativas se entiende tanto las cometidas verbalmente o mediante contacto físico y las psicológicas de exclusión. Por lo tanto, un aspecto esencial del fenómeno es que debe existir un desequilibrio de fuerzas (Burnley, 1993).

 

Es necesario valorar y distinguir el problema de la victimización entre iguales de las malas relaciones entre escolares, aunque ambos cursen con algunas características semejantes. Las malas relaciones son un problema más generalizado pero menos intenso. Cuestiones como la indisciplina o el mal comportamiento, son fenómenos perturbadores que alteran la buena marcha de la vida escolar, pero que no deberíamos considerar verdaderos problemas de violencia. (Casamayor, G).

 

Fernando Pereira, directivo de Cecodap, organización que defiende los derechos de los niños y adolescentes, señala que en 2008, por primera vez en la historia de esta institución, todas las solicitudes de asesorías tienen relación con la temática de violencia escolar. En años anteriores, el embarazo precoz o la promoción de valores ocupaban el interés de los planteles.

Lozada indica que ahora la violencia es más visible en la prensa y son más graves los casos. "Es una expresión de lo que ocurre en la sociedad en general: la violencia se está estableciendo como forma cultural, se legitima en la televisión, en los juegos, en Internet, además de la violencia social del país. La familia ha perdido mecanismos de acompañamiento de los niños y jóvenes". Morillo añade: "Es una respuesta a la escalada de violencia generalizada, y se da en todos los estratos sociales, con sus diferencias". Ante esta realidad, las investigadoras Gladys Delgado y Anayancy Rodríguez, de la Universidad Nacional Abierta y del Instituto Pedagógico Libertador, respectivamente, crearon el Observatorio Venezolano de Violencia Estudiantil. Han hecho seguimiento de los casos que se publican en prensa y estudios en 15 instituciones de Caracas.

 

En noviembre de 2007 presentaron el resultado de su trabajo en el I Congreso sobre Violencia Escolar que se celebró en España. Indican que aproximadamente 40% de los estudiantes venezolanos vive en situación de acoso en sus liceos. Una encuesta efectuada por El Nacional a 44 alumnos de planteles públicos y privados muestra que el 59% de los jóvenes de 14 y 15 años de edad se siente afectado por la violencia escolar.

 

Morillo recomienda empezar con un diagnóstico de la situación de violencia en la institución, a través de una encuesta anónima. Todos los actores deben ser tomados en cuenta: alumnos, docentes, familias, directivos, personal administrativo y obrero. En algunos colegios, las soluciones a la violencia pueden ser tan sencillas como cambiar los horarios de los recreos de los alumnos grandes y pequeños, o tener más vigilancia en la salida. Para Morillo, el trabajo con los testigos de las agresiones es primordial y por eso los colegios deben crear espacios para la denuncia protegida. Por ejemplo, en un liceo de Baruta, un policía proporcionó su número de celular a los alumnos para que, a través de mensajes de texto, hicieran públicos los nombres de unos acosadores a quienes nadie se atrevía a inculpar.

 

Delgado y Rodríguez creen que es importante el entrenamiento de los docentes en el manejo de conflictos, pero los educadores no cuentan con ese adiestramiento.

 

Morillo recomienda a los niños acosados que intenten ignorar a los que les fastidian. El agresor ataca al que le responde, al que muestra molestia, o llora. Si la violencia aumenta, hay que buscar apoyo de los adultos y no quedarse solo en ningún momento.

 

Pedro estuvo tirado en la calle, hasta que una señora lo llevó al hospital Pérez de León. Permaneció recluido 26 días, 13 de ellos en terapia intensiva, con doble fractura de cráneo. Ahora espera por una operación de la mandíbula y rehabilitación para que pueda caminar bien.

"Cuando salí del coma, no hacía más que llorar. No entendía por qué me habían golpeado a mí, que no me metí con ellos ni con nadie", dice.

 

Los agresores llegaron a grabar un video, que luego borraron para eliminar evidencias. El caso llegó a la Policía de Miranda y la Defensoría del Niño y el Adolescente de Sucre. Uno de los atacantes fue apresado, pero ya está libre, denuncia la madre de Pedro, Iraida Montilla. Para muchas escuelas, la Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente se ha convertido en una de las piedras de tranca para la resolución de problemas de violencia estudiantil. "Antes uno expulsaba al que se portaba mal, ahora no podemos", se lamenta la directora de un colegio privado de Baruta. "Los alumnos nos amenazan con la Lopna si los regañamos", afirma un profesor de un liceo de Libertador. Morillo asegura que todo esto es una mala interpretación de la ley. "La Lopna se está utilizando mal, sobre todo por los padres de los victimarios, quienes ante una expulsión temporal alegan que les están violando el derecho a la educación; pero ese agresor le está violando a otros niños el derecho a la seguridad, también establecido en la Lopna". Cristóbal Cornielles, co-redactor de esta ley en 1999, señala que es falso que la Lopna otorgue impunidad a los victimarios. La Ley Orgánica de Educación vigente, en sus artículos 123 y 124, establece las sanciones ante faltas disciplinarias como actos violentos de palabra o de hecho. "El problema es que los colegios aplicaban las sanciones arbitrariamente, sin pruebas, y se extralimitaban, cuando están obligados a abrir un procedimiento. Los muchachos tienen derecho al debido proceso, es decir, a la defensa", dice.

Morillo recomienda a los directivos de los colegios que actúen: "Si ocultan un caso de agresión para proteger el nombre del plantel, el mensaje que dan es que hay impunidad". Asegura que las sanciones legales tienen tanto o más peso que la ayuda psicológica. En el caso de un niño que fue objeto de burlas por parte de sus compañeros de un colegio privado de Caracas, la única solución posible fue acudir a instancias legales, porque los padres de uno de los agresores creían que el papel de su hijo era el correcto, pues el alumno lastimado "era gafo". Un argumento similar utilizó un acosador de cuarto año de bachillerato en un colegio religioso del municipio Libertador, quien maltrataba a los alumnos de séptimo grado porque los estaba "preparando para la vida".


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