Adicciones y psicosomatica en los tiempos de la conquista de America
Autor: Dr. José Cukier  | Publicado:  11/12/2009 | | |
Adicciones y psicosomatica en los tiempos de la conquista de America .5

La ausencia del cuerpo se salda entonces con la presencia de su espíritu, de su imagen. La sustitución de un tótem por una imagen, ofrece cierta autonomía al Yo con respecto a la percepción directa del objeto.

 

El tiempo de la gesta se conjuga en el "presente épico", que alude a un acto que no cesa de ocurrir. Este acto al repetirse en las generaciones sucesivas produce el vínculo social de camaradería, que incluye el trabajo.

 

La temporalidad es la de la inmortalidad, y es sostenida por la memoria (por el alma) del pueblo, originado gracias a la gesta del héroe.

 

La diferencia entre el ideal y el Yo es más difícil de superar. Los requisitos para acceder a la categoría de héroe, imponen un esfuerzo individual y un reconocimiento social cuyo logro es más difícil de alcanzar. En consecuencia, para cada cual, desmentir el juicio que diferencia entre el ideal y el Yo resulta más costoso.

 

El grupo supuesto del mito es más amplio que el constituido por el pensar totémico. La representación-grupo propia del pensar mítico posee un mayor grado de abarcatividad, reúne un conjunto de clanes, en un vínculo de camaradería.

 

En el origen del grupo es puesto un líder con rasgos humanos separado del resto de la comunidad no en términos espaciales, sino temporales.

 

c) Pensamiento religioso:

 

Aquí el ideal es la divinidad, posee un carácter altamente abstracto. El grupo que le corresponde es la comunidad, el tiempo es eterno y la espacialidad es lo infinito. El grupo reúne en su interior a los seres humanos, pero no abarca a ciertos grupos que no tienen el reconocimiento (por su piel, condición social u otros motivos). A estos, se les niega la carta de ciudadanía consistente en la identificación empática. Todos ellos tiene en común su falta de fidelidad, aunque algunos podrían ser salvados para la comunidad y otros quedan condenados como irredentos. Dentro del tiempo-espacio terreno, contrapuesto al divino, aparecen dos rasgos: el carácter mortal y la limitación espacial. El pensamiento religioso implica un pasaje de la inteligencia, de las operaciones concretas a las más abstractas y sobreviene durante la pubertad.

 

Una interpretación de la narración desde la perspectiva de las patologías psicosomáticas y adictivas.

 

Nos encontramos ante dos tipos de producciones, dos lógicas. La del poderoso, que ostenta su certeza acerca de sus verdades, y la de quien padece el desamparo.

 

Desamparo producido por la dependencia de la palabra del español, palabra oral contradictoria y palabra escrita imposible de comprender. Palabra del conquistador que no concuerda con las necesidades vivenciales; no le da un nombre, solo un número. Son dos indios, diez melones con lo cual que promueve la ignorancia. Contradicciones mediante, no le da espacio para la identificación, y el desarraigo queda marcado por el andar del Inca (de Pachacamac a los Reyes).

 

Hay un poderoso, el español (¿un loco para el nativo?), de cuya palabra se depende para ser. La palabra le da sentimiento de sí, júbilo o futilidad.

 

El amo es inflexible en su función desconocedora, sólo le interesan los números, las ganancias. Suprime el significado que sus actos tienen en el ánimo del otro; y el Inca anhela un encuentro imposible con esas palabras.

 

Palabras que vienen desde el ideal, pero que no llegan y sólo son desamparo y descrédito. El blanco dice que "mentían...", que "habían comido dos...".

 

El ideal no cree, y no hay posibilidad de contradecirlo ni de rectificar. Sólo le cabe al Yo dejarse morir por falta de amor y de amparo ético (¿o sumirse en la droga ?).

 

La droga puede ser el atajo que suprime el acto psíquico necesario (pero inútil) que reclama una identificación con el amo. El acto adictivo (el impulso irresistible de comer los melones) intenta sustituir la identificación que el blanco no le da. Este enmudece ante el reclamo, y el Yo del aborigen se siente víctima de la desestimación, en lo anímico de ese dios loco todopoderoso (Viracocha). El nativo mandado, es en su movimiento el carretel del juego del nieto de Freud, (1920g). Se ve espacialmente la expulsión de que es objeto de la memoria blanca. No queda en ésta marca alguna. El nombre del adicto es sólo un número, tachado no por represión, sino por expulsión del Yo del blanco. Queda el nativo en un estado de no muerte y no vida, en que su cuerpo se doblega ante el castigo; cuerpo que es sólo doble imperfecto de su espíritu indomable. Desafiante y hasta vindicatorio. Espíritu que simula aprender y doblegarse.

 

A esta agonía eterna accede con la droga, el alcohol, la promiscuidad, el hambre y los golpes.

No hay proyecto identificatorio, no hay posibilidad de tener un nombre. ¿Qué posibilidades quedan?

 

La libido narcisista no encuentra su objeto, y en vez de consumarse en un acto identificatorio, que le dé el ser; se consume en actividad autoerótica (droga).

 

La libido estancada, dispone a la enfermedad psicosomática. La única manera que le queda al nativo para sentirse con algún valor, para su ideal español, ya no es con su nombre que le da cualidad, sino como cantidad. Y esa cantidad termina por refrendar la agonía, reclamante, muda, desafiante, vengativa y triste hasta el infinito.

 

El destino se vuelve implacable, y la nostalgia de la muerte una forma de vida. Nostalgia de la muerte como expresión del conocimiento de ser sólo una cifra insignificante, resto de un pasado y despojado de vigencia.

 

El horizonte del nativo, sumido en la adicción, está poblado de poderosos y calculadores, que lo suprimieron de su memoria.

 

Un olvidado que anhela una identificación, y en el que la adicción como recurso tóxico, contiene el resto del melón anhelado y a la vez, la supresión vengativa del deseo identificatorio. La vida del aborigen carece de encanto, porque deriva de la falta de significado anímico que le debe el blanco.

Encanto y alegría de vivir se hace encarnadura con significa-tividad; ambos invisten el mundo exterior.

 

Pero despojado de ambos, se vuelve caótico, no hay proyectos, sólo magnitud pulsional que amenaza con catástrofes, proyectadas en el porvenir.

 

Se produce una secuencia de euforia narcisista tóxica por la droga, dolor orgánico que permite la conexión con el mundo sensible; aturdimiento tóxico y entrega a la muerte por falta de amor, se constituyen con estallidos de afecto.

 

A la vez obstinación por morir y no morir, perpetuando el dolor como recurso para mantener el vínculo con el mundo sensible.

 

Pero la esperanza de que alguien fije su mirada a este acto, se pierde en la indiferencia. No hay quien le de significatividad y lo inscriba en su memoria.

 

El llamado no concluye en la introyección de una huella mnémica, sino en una supresión de todo recuerdo.

 

La víctima queda paralizada ante la mirada más poderosa del amo que se aproxima no para percibirlo, sino para devorarlo.

 

El hambre y la droga, a pesar de que lo matan, le producen dolor, y con ello la existencia del mundo sensible, y la posibilidad de ser recordado.

 

Cuando esta alternativa queda suprimida, no queda esperanza, sólo la alucinación como milagro que le proporciona la tabla de salvación identificatoria. Medida extrema, y vana, para preservar la existencia.

 

Conclusiones, ideas y problemas de 1492. Aperturas e interrogantes para pensar en 2006.

 

a)     El Inca, con su lógica entre totémica y mítica, sufre una regresión anal primaria ante el infortunio. Se evidencia por el desplazamiento motriz (es mandado de un lado a otro) y por la paranoia. El pensamiento totémico implica una identificación hombre-animal (eran vistos como bestias iletradas). El relato, muestra un hombre inculto, pero los líderes políticos e intelectuales fueron ejecutados. Y con ello, los iniciadores capaces de conducir la posibilidad de desarrollo.

b)    El español, como iniciador esperado, aunque corrupto, incluye el concepto de "lo nuevo". Esto es, la capacidad psíquica de una intelección que antes no tenía. Está generada por el incesante pujar pulsional. La función anímica genera contradicciones y diferencias, y luego las proyecta y capta en el mundo sensible.

 

La creación de "lo nuevo", frente a lo ya dado, genera cada vez que muestra su eficacia, un desgarrón, una catástrofe, a la manera que describe Freud, (1932a).


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