Paradigma de la salud de los cuidadores de vida. Respeto a la dignidad humana, y uso de la eutanasia
Autor: Lic. Omaira Ramírez | Publicado:  9/04/2010 | Etica, Bioetica. Etica medica. Etica en Enfermeria , Enfermeria | |
Paradigma salud cuidadores de vida. Respeto a la dignidad humana y uso de la eutanasia .2

Paradigmas de la Salud de los cuidadores de vida.

El inicio de las profesiones se remonta a las sociedades primitivas, cuando fueron evolucionando, y en la medida que se encontraban frente a necesidades que debieron satisfacer por algunos miembros de las comunidades que tuviesen un conjunto de conocimientos, con esta sustentación nace la necesidad de que algunas personas de la sociedad se “prepararan para el desempeño de ciertas artes y oficios” con el objetivo de alcanzar la mayor eficiencia y eficacia de los grupos en las comunidades, en lugar de que todos hicieron lo mismo. De esta forma fueron apareciendo las diferentes profesiones (1).

Al investigar sobre los orígenes de la palabra Profesión, encontramos que tuvo una connotación religiosa. Desde la era cristiana los términos vocación y profesión empezaron a usarse. Vocación está definida como “un llamado divino” (por amor a Dios), profesión aplicada a una persona que abiertamente profesa fe, una religión y hace una promesa para dedicar su vida a su servicio. Dicho de otra forma, “Profesar es lo mismo que confesar, lo que exige un acto de entrega”. Es decir, toda profesión tiene implícito un acto de “entrega confesada o ratificada públicamente”, evidentemente que debe ser reconocida de gran “Valor Social” por ejemplo el cuidado a los enfermos, la Administración de capitales tangibles (2).

Dentro de este marco de ideas, el fundamento filosófico de una verdadera profesión se ubica en la “claridad especial” de las relaciones interpersonales que se establecen entre los que la ejercen y los que buscan su asistencia (3).

Sin duda, que es en la convergencia de algunas características de estas relaciones en donde encontramos la clave de lo que hace que una profesión sea lo que es. En las profesiones del Área de la Salud su quehacer se dirige a las personas en estados existenciales de vulnerabilidad que los hacen dependientes del conocimiento y de la habilidad de los profesionales que deben consultar. La relación, por tanto, es desde un principio desigual en cuanto el poder, con todo el conocimiento de un lado y toda la necesidad del otro (3).

En este sentido se comprende que el profesional de la salud adquiere el compromiso y la responsabilidad de prestar un servicio que contribuya a satisfacer las necesidades de las personas, basado en conocimientos científicos, tecnológicos actualizados, humanísticos, respetando la individualidad y diversidad de los seres humanos.

Así mismo las personas que forman parte de la sociedad se comprometen a tener en cuenta las orientaciones del profesional para aceptar o rechazar los servicios. Es decir la relación profesional que se establece es un proceso de responsabilidad mutua y obrar entre sí: Entre el profesional de la Salud y la persona que requiere de sus cuidados.

Estas relaciones profesionales han estado en constante cambio, conforme se ha ido modificando el paradigma de la salud de los cuidadores de vida, y esto ha ido sucediendo en la medida en que se ha modificado a su vez el concepto de hombre, su valor y su dignidad individual. Por este motivo, dada la trascendencia del acto de cuidar la salud y la vida, cada profesión ha reglamentado su ejercicio mediante los códigos deontológico profesionales en los cuales se reconoce la dignidad de las personas y los derechos que de esa condición se derivan, a la vez que la sociedad y las leyes de cada nación han sido mediadores en la regulación de esta relación, conforme a los criterios ideológicos, filosóficos imperantes.

Por consiguiente el comportamiento del profesional de la Salud es sustentado en varios paradigmas dependiendo del pensamiento dominante en cada época y ha pasado de un estilo Autoritario y Patriarcal Paternalista a otro Liberal y Democrático; es por ello, que el comportamiento del paciente fue modificándose pasando de un papel dependiente a una postura igualitaria participativa y autonómica.

Desde la década de los noventa los modelos básicos de relaciones clínicas son tres: el Paternalista, el Oligárquico y el Democrático (1). Diferentes autores describen otros, entre ellos M Cantavella cita a Robert Veatch profesor de Bioética en la Universidad de Georgetown y del Instituto Kennedy, quien ha clasificado los tipos de relaciones Clínicas en Sacerdotal, Ingeniero y Contractual. Prieto G citado por Cely, sostiene que existen tres enfoques en las relaciones clínicas, y los define como: Enfoque Paternalista o Tradicional, Enfoque de la Autonomía, Enfoque Mixto (1). A continuación se hace referencia de cada uno de estos enfoques, ya que cada uno de ellos forma parte del paradigma de salud de los cuidadores de vida, y que a su vez guarda relación con el momento histórico en que fueron formados, pero que a medida que se van actualizando en cuanto a su profesión podrían decidir si optar por otros paradigmas, conforme al avance de la ciencia y la profesión o persistir en su paradigma de formación, con el riesgo de sufrir de parálisis paradigmática, que no es más que negarse a actualizar sus conocimientos y por ende su forma de ser y hacer.

Paradigma Paternalista

La relación o Paradigma Paternalista (Tradicional o Sacerdotal), se remonta a la medicina hipocrática y prevaleció hasta la primera mitad del siglo XX. En esta relación el médico y el equipo de salud actúan como un padre, generalmente de autoridad benévola, que toma todas las decisiones referentes a su hijo, en este caso el paciente, por considerarlo como un sujeto incapaz de tomar decisiones autónomas: se le asemeja a un niño que debe asumir un papel pasivo de sumisión y confianza frente al papel autoritario del profesional. La relación que se establecía se caracterizaba por que el paciente proporcionaba toda la información que el profesional le solicitaba y este tomaba las decisiones en beneficio del paciente “pero sin el paciente”.

En relación a este aspecto, “el médico no tenía en cuenta la opinión del paciente porque lo consideraba irrelevante desde cualquier punto de vista, no porque le restara valor al paciente sino por cuanto en un principio se consideraba la enfermedad una alteración de la psiquis, que solo el médico podía reparar o por lo menos se hallaba preparado para ello”; en este sentido se le otorgaba al médico una Superioridad Moral y Técnica sobre el paciente.

El buen médico era el que mandaba con autoridad y el “buen paciente era el que sabía obedecer dicho paternalismo”, era dogmático y autoritario. Recomendaba a quienes ejercían la medicina de su época. “No desesperes de poder sanar aun a los enfermos crónicos, si te mantienes firme contra sus intemperancias y le fueres a hacer y a soportar muchas cosas contra su voluntad”. De hecho con estas expresiones manifestaba la incomprensión sobre la Dignidad Humana (5).

Varios filósofos contemporáneos sostienen que este enfoque Paternalista perduro solo hasta el siglo XVIII pero lamentablemente en el siglo XX y aun en la actualidad observamos, percibimos comportamientos entre los miembros del equipo de salud, semejantes a los que caracterizan a este paradigma, quizás por ello muchos pacientes hoy en día, rechazan tales conductas, y buscan ser atendidos por profesionales que les permiten ser más participativos en la toma de decisiones con respecto a su salud y su vida.


Revista Electronica de PortalesMedicos.com
INICIO - NOVEDADES - ÚLTIMO NÚMERO - ESPECIALIDADES - INFORMACIÓN AUTORES
© PortalesMedicos, S.L.
PortadaAcerca deAviso LegalPolítica de PrivacidadCookiesPublicidadContactar