Paradigma de la salud de los cuidadores de vida. Respeto a la dignidad humana, y uso de la eutanasia
Autor: Lic. Omaira Ramírez | Publicado:  9/04/2010 | Etica, Bioetica. Etica medica. Etica en Enfermeria , Enfermeria | |
Paradigma salud cuidadores de vida. Respeto a la dignidad humana y uso de la eutanasia .3

Retomando el siglo XVIII, el fue considerado como la época de la ilustración en el cual la influencia de los filósofos radicales y liberales promovió la emancipación ciudadana. Enmanuel Kant, definió el proceso de emancipación de los ciudadanos como la salida de los hombres de su culposa minoría de edad y agrega que las revoluciones liberales fueron, en efecto, la emancipación de los ciudadanos de la tutela del monarca absoluto, hacia el logro de su mayoría de edad civil y política (6).

Este periodo final del siglo XVII y comienzos del siglo XIX representa la transición del paternalismo duro, característico de la medicina hipocrática, a otro paternalismo denominado adecuado (7). Es de anotar que por esta época se inicio la consolidación de otras profesiones de la salud, por ejemplo Enfermería, los cuidados de la salud dejaron de considerarse como una acción unilateral del profesional de la salud hacia la persona enferma en la cual el primero tomaba la decisión sin escuchar al segundo.

Paradigma de la Autonomía

En relación a este enfoque, el paradigma de la autonomía fundo sus raíces históricas en las teorías del Liberalismo; un acto de un miembro del equipo de salud es moralmente aceptable, no tanto por que realiza el bien del paciente sino porque se deriva de su libre elección (7). El esquema autoritario vertical que caracteriza las relaciones entre el profesional de la salud y el paciente cambia por una relación democrática y horizontal.

El principio ético que narra este nuevo tipo de relación es el de autonomía. Este enfoque enfatiza que se debe respetar sobre todo la autonomía del paciente y por tanto, para efectuarse cualquier procedimiento de diagnostico o de tratamiento es necesario tener la autorización del mismo, previa una información adecuada. En nuestra opinión y reflexionando sobre lo planteado por anteriores autores, puede señalarse que el proceso de emancipación de los pacientes se inició en la segunda mitad de la década de los años sesenta y desde entonces ha progresado ininterrumpidamente. El acceso a la autonomía ha hecho que la relación entre los profesionales de la salud y las personas que requieren su atención sea más horizontal, reafirmando así el derecho y la obligación que tiene la persona, (que sea competente y tenga las condiciones) de tomar decisiones sobre su propio cuerpo, en función de su propio proyecto de vida y en respeto a su dignidad como ser humano.

En esta perspectiva, del enfoque de autonomía se invierten los papeles, si en el paternalista se debía respetar y obedecer lo señalado por el profesional de la salud, en este se debe respetar y obedecer la voluntad del paciente. En el enfoque paternalista o tradicional, el profesional de la Salud en ocasiones justifica una acción diciendo que sería de beneficio para el paciente, en el de autonomía debe promoverse lo mejor para el paciente pero desde lo que por ello entienda el paciente. Es evidente en las experiencias de vida diarias que la autonomía y el paternalismo, con frecuencia entran en conflicto, especialmente por lo que respecta al consentimiento informado y el respeto a la dignidad del ser humano, cuando lo hacen surgen diversos dilemas éticos (8).

Paradigma Mixto.

Teniendo en cuenta los enfoques citados, por autores, ya señalados, tienen valores que merecen destacarse. Si se toman separadamente son enfoques parcializados, lineales, positivistas que tienden tanto a debilitar el papel del paciente y su autonomía, así como la autoridad del profesional de la salud y su capacidad de determinar el tratamiento que su paciente requiere (8). El enfoque denominado mixto (6) intenta conciliar la beneficencia con la autonomía, es decir, reconocer por parte del equipo de salud, la autonomía del paciente puesto que es un ser dotado de dignidad y un fin en si mismo, y por parte del paciente, al profesional de la salud cuidador de vida como un ser dotado de autoridad moral y científica que procurara ante todo y por todo, el bien real para su salud y la vida. Cabe considerar por otra parte que lo anterior se debe traducir en un diálogo sincero y abierto entre el profesional y la persona que requiere su servicio en el cual aquel le indique a este de una manera sencilla, en atención al nivel cultural, del que padece y cuál es el tratamiento y cuidados más adecuados para procurar su restablecimiento (9).

El profesional de la salud cuidador de vida establece con el paciente una relación de compañerismo y de amistad; una relación de “Otredad”, (se toma al otro en tanto que otro). En las relaciones de amistad “se toma al otro no en tanto que el otro”, sino en tanto que persona, es la “Projimidad”. En el primer caso los dos constituyen un “dúo” en el segundo una “díada” (9).

En la relación profesional de la salud paciente-cuidador paciente, se dan ambos niveles, el profesional necesita objetivar al paciente, estudiarlo y por tanto establecer con él una relación dual. Pero a la vez ha de tener en cuenta su intimidad, considerarlo como persona, lo cual hace de ellos una relación diádica. Para poder abordar la relación existente entre la dignidad humana y los derechos del hombre, es necesario que comprendamos la conceptualización que la Filosofía Judeo-Cristiana ha tenido acerca del hombre, basamento de su Antropología que se sustenta en la fe revelada y el testimonio de la escritura, para construir su compresión acerca de Criatura, Ser Humano y Género Humano (9).

Todo lo enunciado, es un análisis precedente del concepto relevante de Dignidad Humana, y por consiguiente las personas cuidadoras de vidas lo debemos tener presente para reflexionar sobre las interacciones con los seres humanos que solicitan nuestra ayuda. De la comprensión de estos conceptos dependerá el cuidado humano que brindemos. El ser humano es el que presenta mayor complejidad en el desarrollo secuencial de su comportamiento. Posee la capacidad, como ningún otro ser vivo, de tener conciencia de sí mismo y del mundo que lo rodea; conciencia que constituye la base de la racionalidad, la creatividad y la humanidad del hombre (10).

El sistema del Yo se desarrolla en el individuo en virtud de la constante interacción con el medio que lo rodea. Esta forma de ver el Yo personal, la denominamos autoconcepto o autoimagen. Las transacciones entre el hombre y el medio ambiente se caracterizan por la creación continua de nuevos patrones tanto en el hombre como en el ambiente que lo rodea (11). Ese conjunto de comportamientos organizados del Yo personal, forma las bases del Yo profesional y, en consecuencia, el Yo personal ejerce una gran influencia sobre el Yo profesional (12).

El individuo desarrolla un Yo personal en virtud de sus vivencias y de la relación que, desde el nacimiento y a través de todas las etapas de la vida, experimenta con los profesionales, requiere compromiso y participación de cada profesional. Sólo así se crea en las instituciones y otros seres y con el entorno, hasta lograr un Yo personal maduro en su edad adulta. Ello le permite comportamientos normales y libres de conflictos. Sin embargo, si la formación se lleva a cabo mediante una interacción de ansiedad y conflicto con los seres y el entorno, el Yo personal no madura y se manifiesta de forma inadecuada (13).


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