Efecto de los inmunonutrientes en el paciente con estres metabolico
Autor: María del Rocío Catalina García | Publicado:  27/08/2010 | Medicina Interna , Endocrinologia y Nutricion | |
Efecto de los inmunonutrientes en el paciente con estres metabolico .2

Las fuentes alimentarias de glutamina y arginina son aquéllas ricas en proteínas: las carnes, los pescados, los huevos, los lácteos.

NUCLEÓTIDOS:

Son moléculas que intervienen en procesos muy importantes de la bioquímica humana. Constan de la unión de un nucleósido con un grupo fosfato. El primero está a su vez formado por una pentosa, que puede ser ribosa o desoxirribosa y una base nitrogenada, púrica (adenina, guanina) o pirimidínica (timina, citosina, uracilo). Forman parte de diversos compuestos: moléculas de alta energía (ATP), segundos mensajeros celulares (AMPc), material genético de los organismos vivos (ADN y ARN), cofactores enzimáticos (NAD, FAD, NADP)… Algunas fuentes alimentarias de purinas son los mariscos, las vísceras y los pescados grasos.

Se ha descrito que los nucleótidos facilitan la instauración de las bifidobacterias en el tracto intestinal y constituyen un estímulo trófico de la mucosa digestiva. Además favorecen la absorción del hierro y la síntesis hepática de lipoproteínas HDL. En experimentación animal, se ha observado que la administración de nucléotidos produce un aumento en la producción de inmunoglobulinas y una menor incidencia de infecciones y mortalidad.

ÁCIDOS GRASOS OMEGA-3:

Las grasas constituyen el nutriente con más aporte calórico, 9 kcal/g; pero además de su función energética, hay que destacar su intervención en la composición de las membranas celulares y la biosíntesis de eicosanoides a partir de ellas. Los triglicéridos son ésteres formados por glicerol y ácidos grasos. Estos últimos se pueden clasificar atendiendo a dos criterios: el número de dobles enlaces que tengan y la longitud de la cadena. Por consiguiente, existen ácidos grasos de cadena corta (CCA), de dos a cuatro carbonos; de cadena media (MCA), de seis a doce carbonos, y de cadena larga (LCA), de catorce a veinticuatro carbonos.

Según el grado de instauración, encontramos ácidos grasos saturados (sin dobles enlaces), monoinsaturados (con un doble enlace) y poliinsaturados (con más de un doble enlace), los cuales se dividen en omega-6 y omega-3, donde se incluyen los ácidos grasos esenciales linoleico y alfa-linolénico respectivamente. Los saturados los encontramos fundamentalmente en la grasa de los lácteos, en las carnes, en grasas de origen animal y en el aceite de coco y palma. Los monoinsaturados predominan en el aceite de oliva. Los poliinsaturados de la serie omega-6 se hallan en los aceites de semilla (girasol, maíz, germen de trigo…) y los omega-3 están presentes en los pescados grasos (salmón, trucha, sardina, atún…).

Nos centraremos en el estudio de los ácidos grasos de la serie omega-3 por su inclusión en los llamados inmunonutrientes, aunque se comentarán algunos aspectos de los omega-6, por su influencia en la inmunidad. Los w3 más significativos son: el ácido alfa-linolénico, el ácido eicosapentaenoico (EPA) y el docosahexaenoico (DHA).

Ya hemos comentado que los ácidos grasos forman parte de la bicapa lipídica. Del tipo de ácidos grasos de la dieta dependerá la composición de las membranas celulares, determinando su naturaleza y la actividad de los receptores. De esta forma, los ácidos grasos insaturados proporcionan mayor fluidez a la membrana, mientras que los saturados confieren rigidez.

Centrándonos ya en el campo de la inmunología, el concepto clave sobre los ácidos grasos, que resume todo lo que se detallará a continuación, es su influencia en el estado inmunitario: los w3 tienen un potencial efecto antiinflamatorio, los w6 son proinflamatorios e inmunosupresores y los monoinsaturados, de la serie w9, tienen efecto neutro.

Los ácidos grasos poliinsaturados (omega-6 y omega-3) son precursores de los eicosanoides (prostaglandinas, prostaciclinas, tromboxanos y leucotrienos), sustancias con una participación capital en el funcionamiento del sistema inmune. Los w6 son precursores de las prostaglandinas y tromboxanos de la serie 2 (PGE2, PGI2, TXA2) y leucotrienos de la serie 4 (TLB4), de máxima actividad inmunosupresora y proinflamatoria. Los w3 lo son de prostaglandinas de la serie 3 (PGE3, PGI3, TXB3) y leucotrienos de la serie 5 (LTB5), con una menor actividad proinflamatoria. Además, los w3 tienen la capacidad de disminuir la producción de PGE2 y TLB4, por lo que disminuyen IL -1 y TNF-, potentes precursores inflamatorios.

Estudios in vitro han demostrado que las prostaglandinas de la serie 2 aumentan la producción de citoquinas proinflamatorias e inhiben la síntesis de IgM y la actividad de macrófagos y linfocitos NK. Por el contrario, las de serie 3 no poseen estos efectos inmunosupresores. TLB4 es un importante mediador de la respuesta inflamatoria, mientras que LTB5 es unas diez veces menos potente.

Otro aspecto a destacar es que el estado inflamatorio propiciado por los eicosanoides altera numerosas funciones de los linfocitos, como la secreción de anticuerpos, la producción de linfocinas y la actividad citotóxica.

A la luz de estos datos, se demuestra que los ácidos grasos omega-6, debido a su perfil de eicosanoides, poseen efecto inmunosupresor y proiinflamatorio. Para afirmar el efecto antiinflamatorio de los w3 es necesario añadir algunas matizaciones. Estos ácidos grasos sí que producen compuestos con actividad proinflamatoria, como los LTB5, pero su efecto es mucho menor que los generados por la vía de los w6. Además, el resto de eicosanoides formados no poseen acción inflamatoria, por lo que el resultado neto es un efecto antiinflamatorio.

FÓRMULAS INMUNOPOTENCIADORAS

En la actualidad, disponemos de dos fórmulas de nutrición artificial que incluyen en su composición los cuatro inmunonutrientes detallados en el presente trabajo: Impact (éste exento de glutamina) e Immun-aid. A continuación, se detallarán distintos estudios que muestran los efectos de ambos preparados. 

inmunonutrientes_estres_metabolico/formulas_inmunopotenciadoras_Impact

• En 1992, Ziegler et al. estudiaron el efecto de la glutamina en humanos. Se realizó un estudio doble ciego en 24 trasplantados de médula ósea que recibían suplementación de glutamina por vía parental, comparándolos con un grupo control, formado por 21 integrantes, que recibía una fórmula isocalórica y normoproteica, libre de glutamina, mediante soporte nutricional parenteral. Se observó una menor incidencia de infecciones en el grupo que recibía glutamina (3 afectados en este grupo, frente a 9 del grupo control) y un acortamiento del tiempo de estancia en el hospital (el grupo de estudio permaneció de media 29 días, mientras que el control estuvo de media 36 días). Además, Ziegler y Young realizaron un estudio en animales de experimentación sobre los beneficios de la suplementación de glutamina. Los resultados determinaron efectos positivos en el 80%.

• Schloreb y Amase determinaron en pacientes sometidos a trasplante de médula ósea que el tiempo de hospitalización era menor en aquéllos que recibían suplementación con glutamina.

• Un metaanálisis de 14 ensayos aleatorizados hasta el año 2000 establece la relación entre el aporte de glutamina y la mortalidad, complicaciones y tiempo de hospitalización. Los estudios fueron divididos según el tipo de paciente (crítico o quirúrgico), la vía de administración de la nutrición (enteral o parenteral) y la dosis aportada (mayor o menor de 0,2 g/kg/día). Se excluyeron trabajos acerca de pacientes en edad pediátrica o sometidos a quimioterapia o trasplante de médula. Se determinó que la glutamina produce una disminución del tiempo de estancia hospitalaria, una menor prevalencia de infecciones y una reducción de la mortalidad. Las diferencias entre los grupos no fueron significativas, aunque con respecto a la mortalidad, se observó un mayor beneficio en enfermos que recibían glutamina por vía parenteral a una dosis superior a 0,2 g/kg/día. La tasa de infecciones fue algo menor en el grupo de quirúrgicos que en el de críticos.


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