Enunciados y señales en geriatria y gerontologia.
Autor: Dr. Leonardo Strejilevich | Publicado:  15/02/2004 | Medicina Interna , Psiquiatria , Geriatria y Gerontologia | |
Enunciados y señales en geriatría y gerontología.

Se debe tener sumo cuidado con los efectos iatrogénicos en cualquier nivel de actividad terapéutica con las personas mayores. A veces el tratamiento es más invalidante que la enfermedad misma.

Casi todos los psicofármacos tienen efectos secundarios leves o severos en las personas mayores.

La farmacología aplicada al anciano con extremismo produce “segregación farmacológica” y esto suele ser cómodo para el sistema que carece de una red médico-social de protección a la vejez.

La senescencia y la senectud, con o sin demencia, son parte de la vida humana.

Trabajar todo el tiempo con viejos enfermos es insalubre.

A los ancianos no les molesta tanto el tema de la muerte como el de la invalidez y la dependencia patológica.

Al socializar la Medicina, se eleva el nivel de salud de toda la población.

Si el bienestar económico fuera suficiente para ser independiente y teniendo una buena relación familiar y social, el 95 % de los viejos no tendrían problemas y estarían sanos y saludables.

La arterioesclerosis cerebral no llega a representar el 11-12%.

No hay que dar pastillas a quien no las necesita y consejos a quien no le sirven.

No es conveniente hablar de viejos en plural; el viejo es una persona única, exclusiva e irrepetible.

Mantenerse activo es una receta útil para los viejos que trabajaron poco o nada; para los viejos que trabajaron toda la vida, que fueron explotados y siguen siendo pobres, están muy cansados y para ellos no es una receta válida.

La jubilación en sí no enferma ni mata pero genera un shock porque es brusca, depende de una sola de las partes, genera pobreza por el descenso de los ingresos y hace perder status social.

La gerontología como campo, sigue marginada en las preocupaciones de los médicos y psiquíatras en general.

Hay un aumento veloz de la cantidad de ancianos con trastornos mentales.

La asistencia de ancianos requiere una buena organización asistencial, trabajo en equipo y un excelente nivel terapéutico y de investigación. De no ser así, los servicios se transforman en depósitos de enfermos crónicos.

El viejo sufre un proceso de “cosificación” que no acaba de distinguir objeto de ser humano y contiene apreciaciones de inutilidad, irreparabilidad, abandono y muerte.

Los servicios destinados a la atención de las personas mayores pueden terminar en cronicarios atendidos por “gerontófobos” o en microsociedades sobreprotectoras atendidas por “gerontófilos” donde se estimula la dependencia y, por ese camino, se cronifica al enfermo.

La ausencia de estimulación conduce a un debilitamiento de la conducta, se es menos eficiente, se inducen intensos y alterados estados afectivos y se generan marcados cambios de la motivación.

Trabajando, en forma “desalienante”, la persona mayor mantiene un lazo con su vida habitual anterior y futura.

La inactividad en la persona mayor tiene un valor patógeno porque genera cuadros clínicos graves o suman déficit al cuadro clínico ya presente: atrofia muscular, anquilosis, retracción tendinosa, fijación de articulaciones en posiciones viciosas, osteoporosis, incontinencia esfinteriana, escaras, inversión del ritmo nictemeral (somnolencia diurna con insomnio nocturno), desorientación témporoespacial, confusión mental, delirio.

Cambios bruscos de actitudes, del cuidador, de la habitación, producen en los ancianos cuadros confusionales de aparición frecuente.

El trabajo (ergoterapia) propuesto a las personas mayores debe contemplar las deformaciones reumatismales de las manos, la agudeza visual disminuída, la torpeza en los movimientos finos o en el manipuleo de piezas pequeñas, el aumento de la fatigabilidad. Se imponen horarios cortos, discontinuos y secuencias lentas con desarrollo de tareas en cadena de complejidad creciente y adaptado a las posibilidades y deseos de cada uno.

En los servicios de geriatría es más necesario en un comienzo el trabajo psicoterapéutico con el personal que con los residentes o los enfermos.

El aumento del sueño diurno en los ancianos puede ser consecuencia de la inmovilidad y del aislamiento en relación al entorno.

Entre los trastornos mentales de los mayores, tres síndromes presentan insomnio: la manía, la depresión y la arterioesclerosis.

La agitación se manifiesta con mayor frecuencia en la manía, en las formas ansiosas de la melancolía, la enfermedad de Pick, la enfermedad de Alzheimer y los estados confuso-oníricos.

La imposibilidad de una expresión por medio de la palabra deriva hacia otro tipo de actividad con diversos grados de organización.

Las personas mayores en general y los enfermos en particular necesitan de un medio no perturbado, condiciones físicas adecuadas, buena nutrición, buen trato y conversación, buena y adecuada cama.

La frontera entre el envejecimiento psicológico normal y el patológico es en la mayoría de los casos borrosa.

El criterio asistencial hacia los viejos está determinado por las condiciones de vida (falta de recursos, soledad, enfermedades físicas invalidantes) y la valoración de la capacidad de bastarse a sí mismo en las tareas domésticas elementales.

Los trastornos de la memoria de diverso origen son una de las causas de invalidez más frecuentes en la vejez.

La observación del anciano en casa, rodeado de su “historia-museo” acumulada durante décadas y plasmado en muebles, decoraciones y objetos en diverso estado de uso, enriquece enormemente la observación semiológica y permite mejores diagnósticos que el consultorio médico o el hospital.

Geriatría y cronicidad no son sinónimos.

Es difícil separar el deterioro normal del patológico en el anciano; la sintomatología es menos específica o atípica y las lesiones anatomopatológicas presumiblemente causales son más diversas y no guardan en general una relación unívoca con las manifestaciones clínicas.

El trabajo médico, de enfermería, de rehabilitación y de cuidados en geriatría es muy difícil y frecuentemente poco gratificante.

La experiencia asistencial en geriatría del mundo desarrollado no puede ser transpuesta mecánicamente a la Argentina; se necesitan grandes recursos económicos, técnicos y humanos que permitan un trabajo de alto nivel en los planos diagnóstico, terapéutico, rehabilitativo, social y de investigación gerontológica.

La población de personas mayores, por el peso que su propio pasado tiene en sus hábitos presentes y sus expectativas, difiere en diferentes países, zonas o comunidades más que grupos de menor edad. Hay que adecuar las instituciones a las necesidades y expectativas de cada generación de viejos.

El Estado, en nuestro país, debería desarrollar un sistema coherente y continuo de protección a los ancianos y crear instituciones válidas, competentes y planificadas para que sirvan de amortiguadores en las relaciones y vínculos generacionales, intergeneracionales y entre hijos grandes con padres viejos.

La vida en casa de un anciano severamente enfermo cuyos miembros de familia no tienen posibilidad de ayuda, puede eventualmente culminar en una situación donde cualquier cosa puede ocurrir, aún una tragedia.

El anciano con problemas es rechazado en los hospitales por viejo, en las residencias para mayores por sus conductas o inconductas y, muchas veces, plantea problemas dramáticos en su núcleo familiar.


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