La educacion moderna y la sociedad posmoderna. Realidad de los y las adolescentes de alto riesgo
Autor: Zaida C. Colmenares R. | Publicado:  7/09/2010 | Medicina Preventiva y Salud Publica , Pediatria y Neonatologia | |
Educacion moderna y sociedad posmoderna. Realidad de los y las adolescentes de alto riesgo .1

La educación moderna y la sociedad posmoderna. Realidad de los y las adolescentes de alto riesgo.

Prof. Zaida Colmenares (1), Prof. Leida Montero (2). Prof. Julia Rengifo (3).Prof. Magalys Pereira (4).

1.- Magíster en Enfermería Salud Reproductiva y Pediatría. Cursante del Doctorado en Ciencias Sociales. Docente Asistente a dedicación Exclusiva de la Escuela de Enfermería. Dra. Gladys Román de Cisneros. Universidad de Carabobo
2.- Magíster en Enfermería Materno Infantil Mención Obstetricia. Cursante del Doctorado en Ciencias Sociales. Docente Asistente a dedicación Exclusiva de la Escuela de Enfermería Dra. Gladys Román de Cisneros.
3.- Licenciada en Enfermería, Magíster en Enfermería en Gerontología y Gerontología. Docente Agregada. Adscrita al Departamento de Salud Integral del Adulto de la Escuela de Enfermería Dra. Gladys Román de Cisneros. Universidad de Carabobo Universidad de Carabobo, Venezuela
4.- Licenciada en Enfermería, Magíster en Enfermería en Salud Reproductiva. Docente de la Universidad Experimental de las Fuerzas Armadas. Venezuela.

RESUMEN

La postmodernidad evoca el malestar de la cultura, los temores del cambio de época con la sensación de angustia e incertidumbre, la muerte de los grandes relatos, la fatiga de razón ilustrada; en consecuencia, señala también una despedida de la modernidad, de sus ideales, de sus promesas…con todo lo que ello comporta: asumir que los grandes conceptos presupuestos del programa moderno han perdido sentido. Hay que hacer pedazos el juego consolador de los reconocimientos. Estas palabras de Michel Foucault nos introducen plenamente en el aparente alivio de las incertidumbres que nos proporcionan nuestros apoyos, aún cuando no provocan, sino, el agrandamiento de la brecha que separa nuestra "realidad" escolar de aquella en la que vivimos aceleradamente, aunque con herramientas desadaptativas.

En la escuela se enseñan (léase, se instruye sobre) verdades que se admiten como tales, a pesar del descreimiento al que se ven sometidas en el pensamiento postmoderno. Se cultivan ansias de libertad (en verdad, miedos a la misma) y deseos orquestados de autocontrol (control autoimpuesto mediante socialización) en una sociedad en la que la sobre estimulación limita la libertad de elección, en la que la sobre educación (a modo de titulitis) actúa como mecanismo distractor en la posadolescencia y en la que el dominio individual se relega ante el poder persuasivo que ejercen sobre nosotros los mecanismos de control depositados sutilmente en cada sujeto.

La disonancia, no sólo cognitiva, a la que se enfrenta un adolescente al que se inculcan valores propios de una institución moderna en una sociedad en la que prima el descrédito de los mismos, les genera tremendas ambivalencias. Nadie sabe dónde acaba la influencia de la educación, de forma que ésta constituye un método que se ha asimilado. De ahí que, una vez implantado hace siglos, de cuya conveniencia, a pesar de los conatos de propuestas relativas a desescolarizaciones (Illich, 1973) o de deseos de defunción (Reimer, 1974), más o menos necesarios, no parece dudarse. En un mundo de incertidumbres, la única certidumbre parece ser aquella relativa a la conveniencia de fomentar una educación tradicional. Aunque se aluda con insistencia a la educación y la crisis de la modernidad (parafraseando el título de Duch, 1997) o llaméesele La educación en una sociedad en crisis (Brezinga, 1990) lo que realmente está en crisis (como siempre, dirán algunos, por otra parte) es la propia educación. Las verdades (lo establecido); los valores tales como disciplina, sumisión o constancia (en los que se sigue instruyendo); el rol (malestar) docente; la formación (¿integral?) del alumno; las reformas educativas (lavados de cara); la burocracia institucional (parafernalia) o la tradición (socialmente construida), entre otros, (re)presentan a la escuela como una institución, estamento legitimado por los mecanismos de control moderno, por excelencia, que no hace sino reflejar/proyectar auténticas dudas con apariencia de verdades que, en la sociedad, inmersa en el pensamiento-acción postmoderno, no son sino verdades de las que se duda

"Una tragedia no tiene happy end. Y es cierto que se puede ignorar la tragedia y continuar trabajando siguiendo la norma tradicional de la clausura de los dominios y del acabamiento de las obras. Ahora bien, para mí este trabajo ha hecho más central y más aguda la consciencia no sólo de mis insuficiencias, sino también del inacabamiento irremediable al que estamos condenados y en el que debemos actuar"

Edgard MORIN

La postmodernidad evoca el malestar de la cultura, los temores del cambio de época con la sensación de angustia e incertidumbre (Brunner), la muerte de los grandes relatos (Lyotard), la fatiga de razón ilustrada (R.Lanz); en consecuencia, señala también una despedida de la modernidad, de sus ideales, de sus promesas…con todo lo que ello comporta: asumir que los grandes conceptos presupuestos del programa moderno han perdido sentido. Hay que hacer pedazos el juego consolador de los reconocimientos. Estas palabras de Michel Foucault nos introducen plenamente en el aparente alivio de las incertidumbres que nos proporcionan nuestros apoyos, aún cuando no provocan, sino, el agrandamiento de la brecha que separa nuestra "realidad" escolar de aquella en la que vivimos aceleradamente, aunque con herramientas desadaptativas.

En este orden de ideas, la problemática del sujeto en la teorización freudiana está presente desde los primeros desarrollos energético-fisiologistas porque de lo que se trata en todo momento es de tematizar la comunicación perturbada expresada en el síntoma. Para Freud, el sujeto se constituye en torno a un forcejeo entre el deseo y la realidad que representa la cultura puesto que no es por la libre circulación de las pulsiones en el contexto de la comunicación pública. La Cultura como sistema de símbolos realiza la investidura de sentido tanto de las pulsaciones, de los conflictos, como de los procesos de la vida real. No es posible comprender el discurso del sujeto sin siempre a partir del discurso del otro.

Partiendo de la premisa de Freud, en su teoría del yo y ello, la adolescencia actual aparece como una categoría estirada cronológicamente hacia ambos extremos. Hacia la infancia porque, como consecuencia de las mejoras en el nivel de vida y de la alimentación, la maduración fisiológica hormonal tiende a adelantarse; y hacia la juventud como consecuencia del estiramiento del período de preparación y formación y por las escasas oportunidades que encuentran los jóvenes para insertarse socialmente en el mundo adulto. Es por ello que se involucra en situaciones de su vida que los convierte en alto riesgo para su salud, tales como el embarazo en adolescentes, la prostitución, el alcoholismo, la drogadicción, de allí la realidad y desafío del postmodernismo.

Ahora bien, en el posmodernismo la adolescencia se presenta como un periodo crucial en la vida, es donde se adquieren y se consolidan los estilos de vida, ya que en esta etapa de la vida se refuerzan algunas tendencias comportamentales adquiridas durante la infancia y se incorporan otras provenientes de los diferentes entornos de influencia como: la familia, los amigos, la comunidad, los medios de comunicación, las instituciones, la sociedad en general, la educación y la escuela.

Las escuelas son un síntoma del aparente malestar de la modernidad ya que, bajo la apariencia, a modo de parafernalia protectora de su identidad, con la que cubren sus deficiencias, esconden el descreimiento de los propios conocimientos transmitidos y de las funciones ilustradas de la educación. Estas instituciones, instancias legitimadas de transmisión de poderes fácticos, diluidos en aceptaciones acríticas de principios obsoletos, deberían someterse a una reconstrucción ya que sus cimientos (verdad, razón, esfuerzo, preparación para la vida e inserción socio profesional, etc.) son movedizos. Las escuelas son un signo inequívoco mediante el que, subrepticiamente, se reflejan/proyectan las ambivalencias, dudas, contradicciones, relativizaciones e incertidumbres que dominan en el pensamiento-acción de la sociedad contemporánea. Se va agrandando el hiato entre aquellas macro tendencias que conlleva la instalación de una era posindustrial y la rigidez de las jerarquías institucionalizadas, la normalización, el trabajo individualizado, la competencia como máxima, el descrédito de la cooperación, la progresiva insatisfacción institucional de los alumnos y el malestar docente o el cultivo de la mediocridad (tal y como denunciaba el maestro Ortega y Gasset), entre otros, síntomas de la educación iluminista que aún se intenta imponer, en un tiempo de sombras, aun la educación no está adaptada a los cambios que viene marcando el comportamiento de los adolescentes de alto riesgo, resulta mejor la exclusión en un medio educativo donde hay muchísimos adolescente exitosos, y los no exitosos, son etiquetados, paradojas del siglo XX,…


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