Sigo con el relato por si te pudiera valer:

La madre en la adolescencia del hijo mantuvo una relación con un señor mayor que ella, le sacaría cosa así de diez o doce años. Él era de Salamanca pero vivió y desarrolló su labor profesional en Sevilla, además de ser de derechas. Este señor estaba separado de la mujer y tenía varias hijas.
Con la mujer no se llevaba muy bien. El hombre acabó contrayendo un cancer en las cuerdas vocales, del que es operado y tiene que hablar poniéndose el dedo en la garganta. Resulta que porque el hijo, ante las drogas y venenos que le ponían, buscaba el cariño de la madre, pues, su situación social no era muy buena, por ser un gamberro, los curas, los del Opus Dei, que seguían su caso, yendo la madre a terapia familiar a una psicóloga de una universidad relacionada con la iglesia, decían que tenía el síndrome del que ama a la madre, que ahora no recuerdo el nombre.
Como te contaba, el hombre con el que mantenía la relación fue intoxicado en un bar de Sevilla, en el que en vez de ponerle un mosto le pusieron lavavajillas. ¡Cuánta casualidad! ¡Todo en la vida de este hombre son casualidades!
Te cuento más:
La madre le ponía lejía en la ropa al hijo para provocarle situaciones violentas, o le rompía cosas intencionadamente, además de estar todo el rato controlando sus actos que luego se los reprochaba, vamos que no tenía ni un momento de respiro, puesto que, que la madre estaba más pendiente de lo que hacía el hijo que de lo que hacía ella.
No sólo queda aquí la cosa, le quitaba la razón en todo, se lo comentaba a las amigas, ridiculizándoles constantemente.
Todo ello desde que dejó un colegio en el que estaba internado y que estaba regido por curas, que adoraban a María Magdalena, a la edad de quince años.
Si supieras la situación que vivió este hombre en su adolescencia, con la madre y la hermana en continuo enfrentamiento con él.
En cierta ocasión, teniendo este hombre 17 o 18 años, la buena de la madre, al irse a sentar en un taburete que tenían en la cocina, se lo quitó, con lo que se cayó al suelo.
Luego la madre le ridiculizaba, delante de él y ante las amigas, manifestando en tono irónico: "tardó más tiempo en caerse que en levantarse".
Pues esta fue la vida continua de este hombre con su familia, una familia de locos.
No sólo eso, las vecinas se le presentaban en el ascensor para ver si las violaba. O aparecían en camiseta transparentando los senos, o aparecían sin sujetador ni camiseta, viéndose desde la calle. Esto de manera reiterada, puesto que, era perseguido por los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, por ciertos actos deshonestos, ésta fue su argumentación.
Además en su adolescencia frecuentaba a un grupo de parroquianos, los cuáles, de manera continuada hablaban de cometer violaciones y se reían de todo el mundo. Con estos parroquianos las relaciones no fueron nada buenas, puesto que,le cogieron manía, porque con catorce o quince años, retozó con una chica de su edad, en estado de embriaguez y de la que luego no se volvió a acordar. Por descontado, que a él le dijeron que le gustaba a la chica y él aprovecho la ocasión.
No sólo queda aquí la cosa, con dieciocho años, le prepararon otra por el estilo, los curitas y los compañeros de clase, que le tenían manía, le acosaban psicológicamente, consistió en que estando de viaje de fin de curso en el instituto, en un bar de copas, le preguntaron que quién le gustaba y él, que no tiene maldad, y sí muy mala hostia, se lo dijo. Entonces hicieron que la mujer en la que se había fijado mantuviera relaciones íntimas con él, pero sin llegar a la penetración, ante la que se negaba de manera reiterada. Las relaciones íntimas consistieron en caricias en los seños y besuqueo de los mismos. Dicha mujer, estando los dos en un portal, haciendo lo manifestado, interrumpió el acto diciendo que les estaban mirando desde una ventana, siendo las dos o las tres de la madrugada. Este hombre se quedó con un terrible de testículos. Imagina el porqué.
En su juventud, con veintipocos años, llegó un día de fiesta, habiendo consumido algunas copas de más, cuatro o cinco, porque enseguida le afectaba el alcohol, mientras que los demás jóvenes aguantaban mucho más y puede que tomase leche para descansar mejor, según le decía la madre, y fue el hecho de acostarse y comenzar la habitación a darle vueltas, teniendo que levantarse a vomitar, de lo malo que se puso.
En la Universidad los compañeros le pedían prestadas cosas y luego no se las querían devolver. En otra ocasión le pusieron una pegatina en el asiento de la silla, para reírse de él. Y no les podías hacer nada porque si les pegabas dos hostias, decían que eras violento.
Te cuento más, en los campamentos las mujeres le tocaban con el pie los brazos o en los cines. Siempre estaban indagando quién le gustaba para prepararle situaciones comprometidas. Y él que es un perro se las ingenió para seguir con sus métodos y las cosas fueron a mayores.
Así te puedo estar contando hasta el infinito de faenas que le llevan haciendo a este hombre.
Pudiera escribir un libro.