[font:Century Gothic]El diagnóstico de la esclerosis múltiple puede ser difícil ya que no existe ninguna prueba de laboratorio que identifique de modo específico esta enfermedad. El diagnóstico se basa en la revisión de la historia clínica del paciente y en la realización de una exploración neurológica que compruebe la presencia de reflejos anómalos, debilidad muscular o descoordinación, alteraciones sensitivas, lesión del nervio óptico y otros signos de lesión del encéfalo o de la médula espinal.

Algunas pruebas pueden ayudar a confirmar el diagnóstico. La resonancia magnética permite detectar la presencia de placas o lesiones características en el encéfalo en el que existe o ha existido un proceso inflamatorio. El nombre de esclerosis múltiple se debe a estas lesiones (múltiples áreas de cicatrización o esclerosis) que aparecen en el encéfalo y la médula espinal. Para lograr un diagnóstico positivo de la esclerosis múltiple, el médico debe comprobar la existencia de lesiones que corresponden a momentos distintos en el tiempo, al menos en dos localizaciones del sistema nervioso central. Aunque en la mayoría de las personas con un diagnóstico definitivo de la enfermedad se demuestra la presencia de lesiones mediante resonancia magnética, la ausencia de éstas no descarta la enfermedad.

La prueba de potenciales evocados determina cuánto tiempo necesita un impulso nervioso eléctrico, como el generado por el destello de una luz, en viajar a través de las fibras nerviosas hasta el encéfalo. En las personas con esclerosis múltiple, la señal puede ser más lenta debido a que la desmielinización deteriora la transmisión del mensaje al encéfalo. En ocasiones, se lleva a cabo una punción lumbar con el fin de detectar en el líquido cefalorraquídeo niveles elevados de ciertas proteínas del sistema inmunológico que están presentes en más del 90% de las personas que padecen la enfermedad. Estas alteraciones son, además, muy especificas.[/font]
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