Parece obvio, si nos atenemos a la participación en este foro, que las extras afectan más a las mujeres que a los hombres, pero en realidad ese es un dato que no parece tener la enjundia suficiente como para llegar a semejante conclusión.
De todas formas, salvo que exista una diferenciación fisiológica evidente (prostata, ovarios, matriz, etc.), no me gusta lo más mínimo hacer distinciones por sexos, ni siquiera para las enfermedades. Procuro siempre evitar plantear las cosas en clave de sexo, pues lo más fácil es referirse a la persona. Pero nuestra sociedad tiene muchos males y este es uno de los más difíciles de erradicar por lo que se ve.
Después de llevar un tiempo soportando este problema, puedo decir que en mi caso lo más difícil fue tomar conciencia del mismo. En realidad llevaba muchos años siendo extrasistólico, pero siempre lo achacaba a gases o cualquier otra cosa por el estilo. Sólo cuando se hicieron demasiado evidentes, tuve que enfrentarme al problema. Al principio, el mundo se me venía encima. Me hacía mil y una preguntas, como todas las personas de este foro supongo, pero al final la respuesta que he encontrado es muy simple: si no paso olímpicamente de las extras, acabarán siendo un verdadero problema para mi salud. Me explico, en mi caso, como en casi todos los de este foro, el corazón está anatómicamente sano. Tiene ciertas disfunciones de tipo "eléctrico", pero nada más. Una vez comprobado tal punto, los médicos que me han visto han restado importancia al asunto, a pesar de lo cual me recetaban betabloqueantes, lo que me preocupaban tanto o más que las extras.
Pero un buen día nuestra querida Santy alcanzó a leer algún mensaje mío por ahí y me invitó a este foro. Aquí puede comprobar que lo que me decían los médicos era cierto y aunque era reticente a creer en los profesionales de la medicina, no me costó trabajo alguno hacerlo con la gente que padece extras como yo (por empatía, supongo) Tal fue la confianza que me infundió este foro y su gente, que dejé de tomar betabloqueantes de inmediato y me puse manos a la obra para olvidarme de las extras. Lo primero fue sencillo, lo segundo es harina de otro costal, pues según parece las extras nos acompañaran toda la vida. Pero tengo que decir que a pesar de seguir sintiéndolas, unas veces más y otras menos, no permito que me amarguen ni un sólo día más de mi vida. Caer en la dinámica de lamentarse continuamente por pacederlas, de tener un miedo enfermizo a un posible desenlace fatal que nos han dicho por activa y por pasiva que no va a ocurrir, al menos por esa causa, no conduce a nada bueno.
Sé que es duro lo que voy a decir, pero muchas de las personas que participan en este foro tienen un problema mucho más grave que las extras en sí mismas: su obsesión con ellas, ese es el verdadero problema. Es humano y hasta lógico, pero resulta ser la pescadilla que se muerde la cola: a más miedo más extras y viceversa.
Ignorar las extras o, cuando menos, restarles el máximo de importancia posible, es para mí como un acto de fe. Era eso o caer en un pozo del que resulta muy difícil salir.
Por eso sólo puedo recomendar a todas las personas que tienen este problema que en primer lugar se aseguren de tener un corazón sano. Comprobado ese punto, el problema es más psicológico que de otro tipo y por tanto, las armas para vencerlo, tienen que ser también de esa índole.
Saludos cordiales,
Carlos.