Transformaciones del psiquismo en la latencia
Autor: Dr. José Cukier  | Publicado:  6/11/2008 | Psicologia , Medicina Preventiva y Salud Publica , Psiquiatria | |
Transformaciones del psiquismo en la latencia.3

El pensar inconsciente pone de manifiesto la insistencia de la pulsión por acceder a una cualificación sensorial, que supere al mero vivenciar y su representar consecuente. El desplazamiento de la pulsión parece motivado por una frustración, por la ausencia de un estímulo satisfaciente. Ante esta frustración una parte de la energía se transmuda en procesos de investidura y en afecto displacentero, el resto se mantiene como proceso invistiente, y de allí el desplazamiento, sustento del pensar inconsciente. De ésta exigencia pulsional, que trasciende las posibilidades ofrecidas por el vivenciar y el percibir, deriva la posición que se da en cada individuo ante el surgimiento de una argumentación lógicamente más compleja. Esta reordena antinomias previas y supera ciertos opuestos. Mientras el Yo pone obstáculos a partir de lo consabido, desde el pensar inconsciente se da razón a la palabra oída o leída. Esta razón, esta creencia, es anterior a cualquier intelección crítica y pone de manifiesto la insistencia de la pulsión por acceder a una cualificación cada vez más refinada y específica a través de la palabra. Siguiendo esta línea de ideas podemos afirmar que las distintas lógicas que van rigiendo el pensar inconsciente constituyen conquistas psíquicas extraídas de la pulsión. Freud, (1919e), afirma que entre lo inconsciente y la percepción-conciencia existe un camino doble, inverso. De la percepción-conciencia a lo inconsciente (a las representaciones-cosa), y de lo inconsciente hacia la percepción-conciencia.

 

El primer camino conduce a producir representaciones, derivadas de vivencias, y luego a contrastar vivencias con las representaciones así constituidas. Este contraste corresponde ya al pensar inconsciente y preconsciente. El camino inverso, desde lo inconsciente hacia la conciencia, es primordial y conduce en primer lugar al encuentro de la pulsión con la impresión sensorial, en la vivencia, y luego a la producción de una realidad exterior que se configura como consecuencia de la proyección de la propia erogeneidad. Este camino que la pulsión puja para alcanzar la cualificación y hallar una sensorialidad que exprese al pensar, es el que resulta eficaz para la constitución de un aparato psíquico. Si los pensamientos inconscientes consisten en desplazamientos de la libido en el camino hacia la acción, los juicios se interpolan precisamente en dicho camino. Así pues, una vez constituido el aparato psíquico, entre el pensar inconsciente y la acción pueden interpolarse el juicio de atribución del yo-placer purificado, el juicio de existencia del yo-real definitivo, y por fin, el juicio valorativo y ético proveniente del superyó. El juicio atributivo puede conducir a una afirmación de que un objeto es bueno o útil, y el proceso culminaría entonces en la decisión de incorporarlo, de hacerlo propio. Esta incorporación se da bajo la forma de un proceso psíquico, la introyección, que no exige al aparato un cambio en la estructura, sino que engloba al objeto en la ya existente, lo inscribe en lo psíquico. En cambio, la identificación impone una modificación psíquica más profunda, un mayor esfuerzo de trabajo para acomodarse a las propiedades supuestas en el objeto. La identificación surge de una exigencia interior, promovida por el pensar inconsciente. Freud, (1950a [1887-1902]), p. 296, sostuvo en el Manuscrito N que la identificación es "un modo del pensar", correspondiente a la judicación, y no un modo de apropiación superficial de un objeto. Esa nueva acción psíquica, la identificación, constituye un acto puramente interno, un pensamiento.

 

La ligadura entre las zonas erógenas, la identificación subsecuente con el objeto generado y puesto a partir de la síntesis pulsional, deriva de un proceso interior. De un acto psíquico que es un pensamiento inconsciente. La hipótesis Freudiana sostiene que el pensar deriva de una exigencia pulsional; que impone al aparato psíquico reprocesar de un modo continuo las representaciones sobre las cuales ha recaído la investidura, la energía psíquica. Este desplazamiento que sustenta el pensar inconsciente, genera el saber inconsciente. El inconsciente es una forma de pensar, y no sólo un conjunto de contenidos, (1922b [1921]. En tanto conjunto de contenidos heredados, lo inconsciente puede ser entendido como un saber, una preparación para entender, en que el empuje pulsional promueve un esfuerzo para que el aparato psíquico relacione a las vivencias y a las huellas mnémicas según ciertos conceptos, juicios y razonamientos. Freud se refirió a lo inconsciente como "una actividad mental primitiva", y por ello como un modo de procesar, de reordenar. La forma de pensar primitiva parecería consistir entonces en el desplazamiento y la condensación, siendo el primero causa de la segunda. Esta forma de pensar se distingue por los criterios cuantitativos y lógicos que rigen a los mecanismos de desplazamiento y condensación. Cada una de estas lógicas opera sobre diferentes huellas mnémicas y produce a su vez nuevas representaciones. Freud distingue dos tipos de saber: el de la información de origen instintivo, que predetermina desenlaces psíquicos individuales, y otro, adquirido, correspondiente a formas de pensamiento en que la herencia podría ser cultural.

 

La razón de origen instintivo es sobre todo eficaz hasta el final del tiempo primordial edípico. Freud postula que ciertos procesos psíquicos universales generan los mismos resultados, pese a la diversidad de las vivencias. Un ejemplo de este tipo es la fantasía de castración, que tiene un carácter universal. Existe una relación entre las vivencias individuales y las matrices filogenéticas. Esta relación es de complementariedad. El factor constitucional tiene que aguardar a que ciertas vivencias lo pongan en vigor; el accidental necesita apuntalarse en la constitución para volverse eficaz. En la mayoría de los casos es posible imaginar una "serie complementaria", (1918b), según se la llama, en la cual las intensidades decrecientes de un factor son compensadas por las crecientes del otro, pero no hay fundamento alguno para negar la existencia de casos extremos en los cabos de la serie. Cada estrato mnémico reordena a los anteriores de un modo más complejo. Es una teoría basada en la construcción. Los criterios lógicos que imponen el reordenamiento pueden atribuirse en parte al instinto y en parte a la construcción.

 

La necesidad de elaborar los traumas mediante la complejización psíquica, necesidad derivada del empuje de Eros, se articula con el desarrollo de lógicas más refinadas, facilitadas por un sistema nervioso más maduro en su función. La afirmación de Freud, (1912-13), acerca de que lo heredado de los padres debe ser conquistado como propio, parece un acierto definitorio de la relación entre instinto y construcción necesaria. Esta última es un requisito básico para que lo heredado instintivo se vuelva estructura psíquica, y si la construcción no se realiza, el instinto no es suficiente para alcanzar el desarrollo anímico. *Algunas de las lógicas con que se articulan las huellas mnémicas. La analogía implica diversas inscripciones simultáneas con un núcleo en común y un conjunto de predicados (1895). La unificación se hace por medio de la palabra, y conlleva un mayor alejamiento de la experiencia directa con el objeto. Permite discriminar la identidad y la semejanza. La primera significa que la totalidad de las cualidades y de las funciones de uno, se corresponden con las de otro. La segunda implica reconocer el semejante (para lo cual debió haberse establecido el núcleo del Yo), y se da por los predicados. Cobran importancia los sentidos distales (vista y oído), que son los organizadores porque hay mayor capacidad para soportar la pérdida. Corresponde al pensamiento preoperatorio de Piaget, (1942.1957.1959). A ésta continúa en orden lógico, la inscripción por causalidad intrapsíquica. El Yo liga huellas con núcleos diferentes, lo cual alude a las diferencias de los sexos. Surge el complejo fraterno, las teorías sexuales infantiles, el narcisismo de las diferencias, el complejo de castración, la capacidad de deducción y el Complejo de Edipo. La palabra permite intelegir el origen del padre, (1939a), un alejamiento de la inmediatez perceptual con la ganancia de una mayor autonomía psíquica. En éste momento, se hace evidente la diferencia entre pulsión de saber y de investigar.

 

*Los tipos de pensamiento.

 

El pensamiento mítico. Es necesario deslindar el origen de los nuevos tipos de lógica con que opera el preconsciente. Freud, (1918b), distinguió dos orígenes para el pensar: uno, inconsciente, es inherente a la especie, y el otro, preconsciente, corresponde a una conquista cultural de la humanidad y es alcanzado por cada yo mediante la enseñanza y el aprendizaje. Todos estos procesos de complejización psíquica tienen algo en común: cada nueva forma de pensamiento surge en los intersticios lógicos del pensar previo, debido a las imposibilidades internas con las que éste se enreda. El nuevo pensamiento es empujado por la necesidad psíquica de expresión de los procesos pulsionales y se manifiesta con un mayor grado de refinamiento. El pensar cultural se introduce en el Yo como un imperativo categórico, (Kant) es decir bajo la forma de un orden constituyente del superyó, (1923b). Las razones de ésta orden no son explicitadas porque es imposible que el Yo las entienda. Precisamente, el imperativo categórico es el tipo de la frase contenida en el superyó, que luego, cuando el Yo logra conquistar la intelección de las razones por las cuales la frase fue dicha, el pensar correspondiente pasa a estructurar el preconsciente. En este caso, la concordancia con el superyó tiende a sustituir a la obediencia ciega del Yo al superyó, cuyo ideal el Yo tiene la ilusión de realizar. En principio los imperativos categóricos suelen provenir de padres o equivalentes, pero luego son atribuidos a figuras cada vez más distantes, que van desde los educadores hasta los autores con quienes el contacto se reduce a lo escrito, a la "palabra del ausente", (1930a).

 

El carácter imperativo, hereda algo del mandato que antes tenían las pulsiones para el Yo, a las cuales éste respondió con actos. Ante estos imperativos el Yo carece de capacidad analítica, y crítica, de la misma manera como ante la pulsión. Abarcan el terreno de la sexualidad, el del trabajo y el de la muerte. En el plano de la sexualidad, una serie de órdenes prohíben la masturbación, imponen la necesidad de la maternidad o la paternidad. En el plano laboral la orden sería "ganarás el pan con el sudor de tu frente", y en cuanto a la relación con la muerte, la orden consiste en reconocer la necesidad del fin de la vida personal. Cada uno de estos imperativos categóricos parece ser una transformación del vínculo con la pulsión: la sexual, la de autoconservación, la de muerte, respectivamente. Estudiar los tipos de pensar con que opera el preconsciente (por la introducción de nuevas lógicas, conquistadas mediante el aprendizaje) no difiere excesivamente del análisis de la constitución de los tipos de superyó. Discriminábamos antes diferentes tipos de superyó lógicamente sucesivos: totémico, mítico, religioso, de las cosmovisiones y científico-ético), op.cit, (1991). De allí derivan tipos distintos de preconsciente, que incluyen un modo particular de deseos y de representaciones-grupo exteriores. Estos tipos de superyó son lógicamente sucesivos porque existe un requisito interno en la secuencia. Para que aparezca uno, el mítico, por ejemplo, es necesario que haya emergido el totémico.

 

A los efectos de éste desarrollo, la enseñanza-aprendizaje escolar como generadora del cambio en los ideales nos interesa el ideal mítico. Este implica un deslinde entre animal y humano. Distingue dos tiempos: el de la gesta heroica, origen del grupo, y el de lo cotidiano. La oposición entre el ideal y el Yo es de tipo espacial y también temporal. El espacio mítico suele superponerse en apariencia al espacio del grupo que sostiene este tipo de creencia, pero está distribuido con otra lógica, en cuanto a las investiduras de objetos y lugares. Por ejemplo ciertos ámbitos en que irrumpe la producción de lo sagrado. El tiempo del mito, es el de un presente honrado y sostenido por las generaciones posteriores del grupo supuestamente generado por el héroe. Esta oposición entre dos temporalidades (el presente mítico renovado por el pasaje de sucesivas generaciones de individuos), coincide con ese tipo de lógica que Piaget describe como inteligencia de las operaciones concretas. Esta, entre otros procedimientos, incluye la posibilidad de actividades intelectuales conjugadas de seriación y clasificación. El tiempo del mito se expresa léxicamente como "presente épico", es decir, aquél que alude a un corte en la sucesión, en la trayectoria fijada por el destino, y perpetúa este cambio para las generaciones surgidas a partir de entonces. Este presente épico implica un tipo de inmortalidad que se sostiene gracias al recuerdo constante exigido al grupo, alude a un acto que no cesa de ocurrir: la independencia de la Nación, la jura de la bandera, la derrota de los invasores, por ejemplo. Estos al ser repetida en las generaciones sucesivas, enseñanza-aprendizaje escolar mediante, produce ese vínculo social que Freud llamó camaradería, que incluye la dimensión laboral. La temporalidad de la inmortalidad, es sostenida por la memoria (por el alma) de un pueblo originado gracias al héroe. El recuerdo del héroe significa una menor dependencia de la percepción del objeto visual y su sustitución por una imagen.


Revista Electronica de PortalesMedicos.com
INICIO - NOVEDADES - ÚLTIMO NÚMERO - ESPECIALIDADES - INFORMACIÓN AUTORES
© PortalesMedicos, S.L.
PortadaAcerca deAviso LegalPolítica de PrivacidadCookiesPublicidadContactar