Sesenta y pico. Temas de la tercera edad
Autor: Dr. José Cukier  | Publicado:  6/11/2008 | Geriatria y Gerontologia | |
Sesenta y pico. Temas de la tercera edad.4

Investigación. Características de la muestra.

 

Hemos estudiado 160 pacientes de la práctica privada, de más de 65 años de edad, 80 varones y 80 mujeres. Seleccionamos las historias clínicas al azar, sólo por la edad. Si bien la cantidad de varones y mujeres estudiados es la misma, la proporción de mujeres que consultan es mayor que la de varones. Además hay que tener en cuenta que hay más mujeres que hombres, cuya edad supera los 65 años. Aunque hay ligera predominancia en las mujeres, la mayoría de las consultas de los gerontes está referida a cuadros depresivos. Esta observación es válida para ambos sexos.

 

Método.

 

Se realizaron entrevistas de psicoterapia a razón de una, dos o tres veces por semana. La frecuencia semanal se reguló acorde a la evolución sintomática. El tiempo de sesión entre los 40 y los 60 minutos, y el tiempo total de tratamientos se determinaba a partir de la remisión de la enfermedad, y no solamente la remisión sintomática.

 

Indicadores.

 

En términos generales los indicadores a tener en cuenta fueron: inhibición psicomotriz, apatía, abulia matutina, insomnio.

 

Resultados.

 

De los 80 varones, manifestaron:

 

Inhibición psicomotriz...... 4 pacientes...5%

Apatía.............................8 pacientes ..10%

Abulia matinal..................8 pacientes ..10%

Insomnio.........................4 pacientes ...5%

 

De las 80 mujeres, manifestaron:

Inhibición psicomotriz......12 pacientes..15%

Apatía.............................16 pacientes ..20%

Abulia matinal………….....20 pacientes..25%

Insomnio.........................12 pacientes ..15%

 

En términos porcentuales, podemos considerar entre 5 y un 10% de pacientes depresivos entre los varones; y entre el 15 y el 20% de pacientes depresivos entre las mujeres.

 

Discusión.

 

Debemos tener en cuenta que en los ancianos hay modificaciones bioquímicas que justifican la mayor incidencia de la depresión. La personalidad previa, y la manera de organizar su vida son también determinantes. La soledad no es un factor real de incidencia, más bien parece depender de la personalidad anterior solitaria que se agudiza, y conlleva a la retracción. Naturalmente no se pueden desconocer los factores sociales que discutimos anteriormente.

 

En la investigación de la depresión debe considerarse las condiciones genéticas, familiares, las medicaciones previas como la reserpina y los anorexígenos. La condición social que no ofrece trabajo produce tristeza como respuesta humana, pero no enfermedad. Las pérdidas, aunque no significativas para el observador, pueden herir el orgullo narcisista del anciano, cuando éste ha construido su vida alrededor de un número limitado de intereses

 

Desde la perspectiva de la experiencia clínica consideraré tres grandes tipos de depresiones, (Salvarezza).

 

a. Depresión neurótica.

 

Implica la reacción desmedida ante una pérdida. La reacción adecuada se expresa con el duelo normal. Este implica un proceso psíquico acompañado de pena, y seguido de un nueva relación de objeto o no. Cuando hablo de objeto, no me refiero solo a objetos reales, pueden ser abstracciones tal como la libertad, los ideales, la belleza, la justicia, que pueden tener inserción diferente en cada sujeto según las escala de valores particular. En consecuencia, la afección de la autoestima depende del narcisismo individual. La pena o tristeza es el afecto doloroso que acompaña al desprendimiento de ese objeto durante el trabajo de duelo. Se cumple, esquemáticamente en tres etapas. Un primer momento incluye la negación y la depositación de la culpa por la pérdida en alguien externo, fenoménicamente se acompaña de desasosiego, llanto, protesta o agitación.

 

En el segundo momento, se hace más laxa la relación con los objetos externos, y aparece la tristeza, resignación y aceptación de la realidad. Surgen los recuerdos, la conversación gira alrededor de lo perdido, el mundo no tiene sentido, hay retracción y desgano.

 

El tercer momento marca el sentimiento de que los recuerdos se hacen más lejanos y espaciados, las conversaciones incluyen otros temas, se recupera el interés por el mundo exterior, lo perdido pasa a ser evocado de manera cariñosa. La duración de éste proceso de pende de la personalidad previa, de la importancia que lo perdido haya tenido para el anciano, la tolerancia la sufrimiento por parte del entorno y de las característica sociales y culturales.

 

El duelo patológico, suele iniciarse alrededor de los 55 años. Época de la vida en que comienza el envejecimiento junto con los conflictos intergeneracionales. Los desencadenantes más habituales suelen ser la migración de los hijos, fallecimientos, mudanzas, enfermedades propias o de familiares, pérdida de trabajo. La sintomatología es semejante a la del duelo normal, pero con calidad diferente. La primera fase puede durar desde horas hasta días. En el segundo momento, y en virtud de la relación previa ambivalente con el objeto, se acompaña de reproches, hostilidad, sensación de vacío, apatía, retracción e intensa tristeza. El sueño se puede acompañar de pesadillas, trastornos del ritmo en el dormir (desde la hipersomnia al insomnio), desaliño personal y viejos hábitos compensados pueden irrumpir. El alcoholismo, la drogadicción o los psicofármacos.

La tercera etapa de adaptación a la realidad fracasa. Se acentúan los autorreproches, la abulia, los temores infundados y puede perderse la conexión entre la causa desencadenante y los síntomas actuales. Los síntomas somáticos pueden ser el primer motivo de consulta; constipación, malestares cardíacos, dispepsia, caída del interés sexual.

 

Otra forma de evolución es aquella en la cual a la pérdida se acompaña una reacción maníaca. Refuerzo de la negación, verborrea, hiperactividad, aceleración del curso de las ideas, fuga en actividades que pueden no ser resistidas por el estado corporal. Ello puede generar descompensaciones, reaparición de viejas dolencias o aparición de otras nuevas.

 

b. Depresión en la caracteropatías.

 

La sintomatología se expresa por la exageración de rasgos de carácter previos, y que se manifiesta con la tristeza. La personalidad anterior se sostiene sobre el pesimismo, temor, tristeza y preocupación por el funcionamiento del cuerpo. Sobre ésta disposición, los desencadenantes traumáticos, los propios del momento vital (como la disminución de la potencia visual y auditiva, la fatiga intelectual), los tóxicos, las enfermedades, y favorecidos por la escasa plasticidad del anciano para reaccionar y adaptarse, exaltan los rasgos y el senescente tiende a tomar la parte por el todo. El aumento del tiempo libre, guía el desplazamiento de éste hacia otras tareas diferentes a las habituales, y por lo general no remuneradas; las tareas domésticas, las reparaciones del hogar, pueden afectar la autoestima y detonar la depresión.

 

Los conflictos intergeneracionales, punto de entrecruzamiento de la declinación de los padres y el ascenso de los hijos, son de particular importancia. Son detonantes la ida de los hijos, la elección de trabajo o de carrera, las diferencias políticas o religiosas. Suelen ser de comienzo paulatino, con retracción, aburrimiento, tristeza generalizada, sensación de fracaso, preocupaciones hipocondríacas, reclamos de amor y cuidado o conductas agresivas como reacción narcisista ante la necesidad no tolerada. Cuando la soledad se exacerba, cuando los hijos se distancian suele instrumentarse los síntomas al servicio del beneficio secundario. Se trata de llamar la atención para exigir cuidado y a los hijos a través de la culpa.

 

c. Las depresiones psicóticas.

 

Se caracterizan por la alteración del juicio de realidad. La psicosis maníaco depresiva, tiene el antecedente de episodios previos a la vejez. Los picos maníacos se caracterizan por ambición, entusiasmo, energía, optimismo, seguidos de períodos de depresión con futilidad, pesimismo, depresión y preocupación. El episodio depresivo que es el que nos ocupa, se describe como de iniciación brusca, con expresión facial de sufrimiento, sollozos, y desesperación. La abulia (falta de atención), la astenia (cansancio), la inhibición psicomotriz, lentificación de los movimientos, marcha vacilante, desinterés, desaliño, conversación lenta y penosa en voz baja de temas recurrentes donde dominan las desgracias y el pesimismo acerca del futuro. Ideas delirantes hipocondríacas y de ruina complementan el cuadro. Hay insomnio y cuando duerme lo hace mal e inquieto lo que genera hipersomnia diurna. Desmejoramiento general, pérdida de peso, cefaleas, parestesias son frecuentes.

 

La melancolía ansiosa involutiva, suele iniciarse cerca de los 55 años, sin antecedentes de episodios previos. Aparentemente se desencadena a raíz de un episodio ligado a la vejez (pérdida objetal, enfermedad física), pero una observación más detenida rescata síntomas prodrómicos de tristeza, disgusto, astenia, insomnio, anteriores a la reacción de pérdida. La personalidad previa está dominada por el narcisismo, rigidez, meticulosidad, suspicacia, intolerancia, introversión. Se plantea una revisión de las adquisiciones y las pérdidas con caída de la autoestima, lo cual acentúa el sentimiento dominante de soledad y aislamiento. La sintomatología se expresa por la pérdida de interés, insomnio, que refuerzan las conductas obsesivas previas. El fracaso de éstas se muestra con gran ansiedad, agitación, agresión que llega a dominar el cuadro clínico. El insomnio es intenso y rebelde, el juicio de realidad alterado y centrado en la temática de la ruina, las ideas hipocondríacas pueden confundir al clínico general que no advertido puede creer en enfermedades inexistentes. Autoestima vulnerada, las reivindicaciones paranoides, alucinaciones visuales, cenestésicas y auditivas pueden conducir a un cuadro de confusión oniroide.

 

Las manifestaciones somáticas, suelen ser intensas, con desnutrición, pérdida de peso y deshidratación derivados de la agitación.


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