La parasitosis intestinal. Un serio problema medico-social. Revision Bibliografica
Autor: Dra. Erdie Cristina Santana Fonseca | Publicado:  29/12/2009 | Enfermedades Infecciosas , Gastroenterologia , Medicina Tropical | |
La parasitosis intestinal. Un serio problema medico-social. Revision Bibliografica .1

La parasitosis intestinal. Un serio problema médico-social. Revisión Bibliográfica

 

Autora: Dra Erdie Cristina Santana Fonseca. Especialista Primer Grado MGI. Máster Enfermedades Infecciosas. Instructor

 

Palabras Clave: parasitosis intestinal.

 

Resumen

 

El parasitismo intestinal constituye un serio problema médico social que afecta no solamente a los países subdesarrollados sino también a los de más alto desarrollo y es responsable de una morbilidad considerable en el mundo entero. Repercute negativamente en el progreso socio-económico y es la principal culpable de efectos sobre el estado nutricional y el estado intelectual primordialmente en los infantes.

 

 

Mirar la historia de la humanidad es mirar la historia del medio ambiente, las poblaciones, las migraciones y básicamente mirar la historia del hombre, es preguntarse cómo, por qué y de dónde venimos, y para esto hay explicaciones dictadas desde muchos ángulos (1).

 

Así mismo el estudio de las parasitosis es igualmente importante desde el punto de vista histórico y de la biología de las poblaciones humanas de nuestro continente (1).

 

Desde hace varios años la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ocupa, con particular atención, de la lucha contra las infecciones intestinales de diferentes etiologías entre las que se incluyen las producidas por parásitos (2).

 

El parasitismo intestinal se conoce desde épocas tan remotas, que miles de años antes de nuestra era ya se tenían nociones reales de las tenias, filarias y lombrices intestinales, esa fue precisamente la razón por la que se escogió al gusano como símbolo de enfermedad; concepto que se extendió a los indostánicos, chinos, árabes y judíos (3).

 

Se llama parasitismo a la relación que se establece entre dos especies, ya sean vegetales o animales. En esta relación, se distinguen dos factores biológicos: el parásito y el huésped. El parásito vive a expensas de la otra especie, a la que se le denomina huésped. El parasitismo intestinal se presenta cuando una especie vive dentro del huésped, en el tracto intestinal (4).

 

Se considera parásito a todo ser vivo, animal o vegetal, que pasa una parte o toda su existencia en el interior de otro ser vivo a expensas del cual se nutre, y provoca daños aparentes o inaparentes (3, 4). Aunque el término "parásito" incluye conceptualmente a todos los seres vivos capaces de causar perjuicio a otros, tradicionalmente en medicina este nombre se aplica de forma exclusiva a los protozoos, helmintos y artrópodos que viven temporal o permanentemente en el ser humano, compitiendo por el consumo de las sustancias alimentarias que ingiere el huésped, o en otros casos se nutren de la sangre del mismo (4, 6). Actualmente los autores prefieren sustituir la terminología de parasitismo intestinal por el de enfermedades causadas por protozoarios y helmintos (3, 7).

 

El parasitismo intestinal constituye en la actualidad un serio problema médico social, que afecta no solamente a los países subdesarrollados sino también a los de más alto desarrollo (8, 9), en estos últimos, debido al rápido incremento de los viajes intercontinentales, la inmigración, la proliferación de casos de depresión inmunológica y de los medios de transporte (10, 11), siendo una de las enfermedades más difíciles de controlar, no sólo por su gran difusión sino por los diversos factores que intervienen en su cadena de propagación (12, 13). La frecuencia y el tipo de parásito pueden variar de una región a otra, pero puede ocurrir en todas las personas y en cualquier lugar sin importar raza, estado económico, o situación geográfica (14), aunque presenta mayor impacto en los países subdesarrollados, donde sus habitantes no cuentan con infraestructura sanitaria ni educación para la salud, suficientes para desbastar la cadena epidemiológica de esta enfermedad (15).

 

Las enfermedades parasitarias son responsables de una morbilidad considerable en el mundo entero, principalmente en las regiones tropicales y subtropicales; se presentan con altas tasas de prevalencia y síntomas no específicos. En general tienen baja mortalidad, pero igualmente ocasionan importantes problemas sanitarios y sociales debido a su sintomatología y complicaciones (3, 7).

 

Parásitos como la Entamoeba histolytica, el Necator americanus, el Áscaris lumbricoides, la Giardia lamblia, el Trichuris trichiura, se encuentran entre las diez infecciones más comunes observadas en el mundo; aproximadamente 3,5 mil millones de personas son afectadas por ellos y producen cada año entre 40 y 110 mil fallecidos. La Entamoeba histolytica, el agente causal de la amebiasis, provoca enfermedad severa en 48 millones de personas y mata todos los años alrededor de 70 mil individuos. A las infecciones por Ancylostomídeos se le atribuyen 65 000 muertes directamente y otras 60 000 por Áscaris lumbricoides ocurren todos los años (16). La población infantil no es ajena a todo lo anterior, valorándose que aporta el mayor número de infectados, según los cálculos de la Organización Mundial de la Salud. Para parásitos como Áscaris lumbricoides y Trichuris trichiura, la intensidad de la infección alcanza su máximo entre los cinco y quince años de edad, por lo que los escolares tienden a sufrir infecciones más severas (17, 18).

 

Estas enfermedades son más frecuentes durante la infancia por haber más oportunidades de contacto con dichos parásitos, menor nivel inmunológico y por tanto menor tolerancia a éstos. En la medida en que se va desarrollando el sistema inmunológico esto cambia, y el cuerpo tiende a acostumbrarse más al invasor; por ello es que la afección puede desencadenar síntomas más evidentes y serios en el transcurso de los primeros 5 años de vida. Además, los niños en edad escolar tienen un radio de acción más amplio y disminuye el control materno (19, 20).

 

La sintomatología producida por las parasitosis intestinales puede ser variable, ya que el sistema inmunológico juega un papel preponderante en la intensidad de las mismas. Las parasitosis intestinales pueden afectar el estado general del individuo favoreciendo no solo la anemia y la mal nutrición sino que también representan una puerta de entrada para otras enfermedades, por lo que se hace necesario, en todos los casos, un diagnóstico y tratamiento precoz. El cuadro clínico desarrollado depende del agente ofensor (21).

 

Las infecciones parasitarias casi siempre tienen un curso asintomático y probablemente sean provocadas por un número bajo de parásitos al inicio, sin embargo cuando estos son abundantes se desarrolla una sintomatología intestinal inespecífica caracterizada por dolores abdominales, náuseas, vómitos, anorexia, cuadros diarreicos y meteorismo. Puede observarse además daños al sistema nutricional, hemático e inmunológico, manifestaciones neurológicas como irritabilidad y alteraciones del sueño, parestesias, alteraciones del movimiento y coordinación, trastornos de la sensibilidad y del aprendizaje (19- 22). Algunos se han relacionado con complicaciones mayores como la obstrucción intestinal, apendicitis, meningoencefalitis y daño hepático (23, 24).

 

La parasitosis repercute negativamente en el progreso socio-económico y es principal culpable de efectos sobre el estado nutricional y el estado intelectual primordialmente en los infantes, por ser estos los que se encuentran expuestos a mayores riesgos de contraer la enfermedad (25, 26). Se ha observado que aquellos niños poliparasitados tienen un ritmo de crecimiento inferior y su estado nutricional es deficitario afectando principalmente su desarrollo físico y mental (27, 28).

 

Existe una serie de factores asociados al parasitismo intestinal que determinan una mejor o peor evolución de la enfermedad como son: edad, higiene personal, higiene de los alimentos, manifestaciones clínicas del parasitismo, tipo de parásito, asociaciones entre estos parásitos, tipo de lactancia recibida, nivel cultural, nivel económico, repercusión en sistema hematológico, repercusión en estado nutricional, acceso a los servicios médicos, entre otros (29, 30).

 

La higiene tanto personal, como la de los alimentos y la medioambiental, es el factor de riesgo más importante en el origen y evolución del parasitismo intestinal. Cuando la higiene en sus diferentes modalidades es deficiente ocurre la instalación y proliferación del parasitismo en el organismo humano, se hace persistente, crónico, con los consiguientes daños en el estado nutricional e inmunológico (29). La vía principal para la transmisión del parasitismo intestinal es la vía digestiva por el consumo de agua y comidas contaminadas aunque también puede ser por el contacto directo de persona a persona (31).


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