Una vision de la salud desde el enfoque salubrista
Autor: MSc. Carlos O. Castillo T | Publicado:  27/01/2010 | Medicina Preventiva y Salud Publica | |
Una vision de la salud desde el enfoque salubrista .3

En el campo concreto de los servicios sanitarios6, a lo largo de estos años de desarrollo del Estado de Bienestar, se ha producido un gran crecimiento de la dimensión curativa, asistencial, frente a la preventiva y promotora de la salud. Ello se ha reflejado en el crecimiento de las redes hospitalarias, en la ideología científica biológico individualista predominante, en la formación de médicos y su especialización, en los presupuestos destinados a las actividades curativas, ya hospitalarias o medicamentosas, etc. En este caso el crecimiento del personal sanitario no ha dado lugar al desarrollo de actividades de índole progresista, principalmente porque el paradigma curativo lo impedía. Sólo una orientación de la estructura sanitaria en la que el papel preponderante lo desempeñe el paradigma salubrista está en condiciones de imprimir una dinámica racional, de progreso al conjunto del sistema sanitario y al de los sectores implicados, como los servicios sociales, urbanismo, educación, etc.

 

El Proceso Revolucionario Venezolano ha producido cambios históricos en materia de salud, la Misión Barrio Adentro además de haber sido un factor fundamental para ayudar a salvar la república en el intento contrarrevolucionario del periodo 2002-2003, presentó al pueblo una manera diferente de organización respecto a la salud y sobre todo mostró a un médico “más cercano”, que puede compartir intereses de vida similares a las de cualquier ciudadano en un barrio pobre.

 

El mercantilismo de la salud.

 

A pesar de la importancia de estos cambios, pretender logros sustanciales y revolucionarios en materia de salud pasa por entender que, a pesar de los esfuerzos en diez años de esta revolución, la salud hoy sigue siendo un bien mercantil y una fuente inmensa de ganancias, sobre todo para aquellos que se aprovechan de la angustia e inseguridad que a muchos les viene solo de pensar tener un problema de salud y no saber cómo lo va a resolver. Esta angustia e inseguridad es muy bien mercadeada y promocionada para garantizar que todo individuo que haya pisado los bordes de la llamada clase media corra en seguida a lograr su seguro de hospitalización, cirugía y maternidad (HCM).

 

En tres categorías podemos agrupar los grandes beneficiarios de las “ganancias de la salud”: en primer lugar, la Industria Farmacológica, su estrategia de ganancia se basa en producir algunas cosas necesarias y muchísima basura donde la ganancia de las primeras se multiplican en función de lograr vender “de arrastre” las segundas. Para ello se dan el lujo de tener un costosísimo sistema de “formación médica personalizada” a través de los llamados visitadores médicos, eficiente sistema “educativo” del cual quisiera disponer cualquier universidad o sistema de salud pública en el mundo. En segundo lugar la Industria de los Seguros y todas sus modalidades administrativas.

 

Representan en materia de salud los manejadores financieros del negocio, ponen las reglas y también se dan su lujo en Venezuela al obtener grandes ganancias procedentes del presupuesto del estado, lo cual logran a través de las instituciones públicas que contratan sus pólizas, llámense estas gobernaciones, universidades o Petróleos de Venezuela entre otras. Tan buena es esta parte del negocio en nuestro país que no han necesitado hacer los ajustes y recortes de cobertura que si ha hecho su contraparte en Estados Unidos. La tercera categoría y quizás la que mas logramos apreciar, lo representan las clínicas privadas. Al respecto nos preguntamos: cómo se explica que después de toda la inversión en materia de salud en Venezuela, estas formas de prestación privadas de salud estén proliferando. Es común oír: “las clínicas no se dan abasto y no tienen camas para atender la demanda.” En las capitales de Estado por ejemplo, lo que ahora estamos viendo es la creación de nuevas clínicas y la expansión de las tradicionales. Esta demanda no viene solo de la población media y profesional, y muestra que la salud es hoy, todavía, un negocio en crecimiento.

 

Casi al margen de esas tres categorías uno también escucha con frecuencia como recaen sobre el médico o sobre el estado las culpas de lo que sucede con la salud. Pocas veces los comentarios se hacen sobre quienes realmente deciden en este “negocio” y su mercantilización. Por el contrario, en el caso del médico, su figura representa una de las partes explotadas y muchas veces alienada del sistema, es quien encara la responsabilidad sobre la vida y la muerte ante el enfermo y sus familiares, es en quien el enfermo ve como responsable directo de sus abultados gastos, y es quien disfruta de menos horas de descanso cuando se compara a otras profesiones tradicionales.

 

A pesar de todas estas características anteriores, por lo general el médico, en términos de ese “negocio”, no pasa de ser un asalariado, en ocasiones bien pagado y con ciertas prerrogativas dadas por los verdaderos tres grandes dueños de la industria de la salud. La gran industria donde, hoy por hoy en Venezuela, tanto el médico como el estado son partes mediadoras: El estado como formador de los recursos profesionales de la cual se aprovecha la “gran industria” sin aportar un centavo y también como la parte pobre de la figura empleadora en un negocio estructuralmente rico, y el médico como la mano de obra, indiscutiblemente barata si vemos los márgenes de ganancia que están en juego: en Estados Unidos después de la banca, la industria farmacológica tiene la mayor ganancia por dólar invertido y también en términos de ganancias proporcionales, en mucha de estas clínicas lo cobrado por el galeno está muy lejos y por debajo de lo que le queda a la clínica privada.

 

Cuando la revolución afronta esta realidad e invierte en la educación de un nuevo médico, tal y como lo está haciendo con su formación en muchas ciudades del país y en paralelo a facultades tradicionales, está haciendo parte de lo que se debe hacer, pero avistemos estratégicamente que el capitalismo y todas sus sutiles formas de persuasión también están haciendo su trabajo en ese futuro profesional, y sobre todo lo harán o tratarán de hacerlo una vez que ese nuevo médico sea parte del “mercado”.

 

Un paso necesario e inmediato que dar en esa gran estrategia de lograr un médico identificado con los derechos y las necesidades de su pueblo puede facilitarse con la creación de la Carrera Profesional en la Medicina Pública, es decir garantizarle al médico una vez graduado, el desarrollo de su vida profesional dentro del ejercicio exclusivo de su profesión en la medicina pública sin requerir los “beneficios” del muchas veces obligado ejercicio privado de la profesión.

 

Históricamente en Venezuela los médicos que trabajan exclusivamente para el Estado lo hacen en las áreas de la Salud Pública y de la Epidemiología, es importante ahora revertir este paradigma. Los tradicionales especialistas y subespecialistas en las áreas clínicas de cirugía, pediatría, obstetricia y medicina interna pueden también ejercer su profesión de manera exclusiva para el Estado y que el Estado a su vez le dé a ese médico garantías de un desarrollo profesional de calidad y una seguridad social acorde a su gran responsabilidad.

 

El Estado debe asegurar al médico a dedicación exclusiva los beneficios que su profesión amerita, salario acorde, vivienda (o préstamos suficientes para lograrla), formación nacional o internacional en las áreas que el médico y la institución requieran, asistencia a congresos pagados por la institución y no por los laboratorios patrocinantes, vehículo o facilidades para su obtención. Además de propiciar un personal de vigilancia que garantice la seguridad en los diferentes ambientes de las instituciones de salud donde labora el médico y demás trabajadores de la salud.

 

Sin embargo la práctica médica realizada por las instituciones de salud pública no ha sido totalmente efectiva, se puede presenciar de principales enfermedades que afectaban a la población urbana y campesina, principalmente enfermedades infectocontagiosas, las diarreas, lepra, paludismo, dengue, rubeola, parotiditis, sarampión, sida, la gripe o influenza y otras enfermedades respiratorias, malaria, hipertensión, diabetes, la tuberculosis, el cáncer y la malnutrición. Ver claramente su inclinación por la salud pública al deducir la importancia de los progresos de la higiene pública, el uso de las aguas depuradas, de las mejoras en las casas de habitación, en los campos y en otras condiciones de la vida social, para poder disminuir las causas de mejorar el abastecimiento de agua para los habitantes de los grandes centros poblados, el desarrollo de un sistema de alcantarillas apropiado para el manejo de las aguas servidas y el embellecimiento de la plaza públicas y su encerramiento para evitar el deterioro producido por los animales.

 

Para Kosik, K7. la revolución científico-tecnológica ha transformando velozmente la medicina clínica, lo que repercute en los medios sanitarios legitimando a la clínica especializada y tecnológica. El modernismo no tiene un signo postmoderno y subjetivista como en las áreas de las humanidades y ciencias sociales sino un signo tecnocrático y objetivista. Más allá del debate sobre este curso probable de la medicina del Siglo XXI, lo cierto es que la Salud Pública no podrá construir una nueva legitimidad ante una medicina impactada por cada nuevo descubrimiento científico si no logra presentarse también adelante, en la frontera de su propio terreno. El paradigma dominante en la formación en salud es el biologista. Y él refuerza una visión "naturalista" que está en la médula de la incomprensión entre ciencias biomédicas y clínicas y Salud Pública. El problema no es sólo ni principalmente epistemológico, por las profundas repercusiones para los profesionales de salud en tanto ciudadanos. La responsabilidad de la Salud Pública en este contexto trasciende a los salubristas pues la creciente división social del trabajo súper especializa a las profesiones y en el caso de las profesiones de ciencias, tiende a tecnificarlas. Ello fragmenta aún más la visión del mundo de dichos profesionales, limitando su ciudadanía real. El reclamo de la Salud Pública a la formación de pregrado es así enteramente oportuna pues la universidad es formadora de profesionales pero, antes que todo, formadora de hombres.


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