La obesidad en los diferentes niveles socio-economicos
Autor: Lic. María de las Mercedes Gabin de Sardoy | Publicado:  9/04/2010 | Medicina Preventiva y Salud Publica , Endocrinologia y Nutricion | |
La obesidad en los diferentes niveles socio-economicos .2

Cabe destacar que en ambos estudios la metodología para la evaluación del peso corporal ha sido la del Índice de Masa Corporal (IMC) el que surge de relacionar la el peso corporal (expresado en kilogramos) con el cuadrado de la altura (expresada en metros), es decir Peso (Kg.) / Altura2 (m2). Este índice arrojará las siguientes categorías:

• Peso normal: 18,5 a 24,9 Kg. /m2
• Sobrepeso: 25 a 29,9 Kg. /m2
• Obesidad: 30 o más Kg. /m2

Situación nutricional en la obesidad. Obesos pobres vs. Obesos ricos

La obesidad, situación patológica en la que tanto el peso corporal como el tejido adiposo se ven aumentados, es la manifestación de un desequilibrio entre la ingesta de alimentos y el consumo energético. Ahora bien, desde este punto de vista “podemos abordar el problema desde dos puntos de vista, o bien restringiendo la dieta ingerida, o bien aumentando el gasto energético del organismo” (Alemany et al, 2000).

Cabe destacar que aunque las causas de la obesidad no siempre se deban a la misma situación alimentario-nutricional, sus consecuencias son compartidas por todos los individuos que la padecen, como por ejemplo la diabetes II, los problemas cardíacos, el síndrome metabólico, la hipertensión arterial, por sólo nombrar algunos.

En general, en los niveles socio-económicos medios y altos, las causas de la obesidad están relacionadas al consumo de alimentos industrializados altos en grasas e hidratos de carbono como por ejemplo golosinas, snacks, comidas rápidas o pre-elaboradas. Otro punto fundamental es el aumento en el tamaño de las porciones sumado a una disminución de la actividad física debido al incremento de horas de trabajo y al mayor sedentarismo que implican los trabajos en la vida moderna. En su mayoría, estos individuos no suelen tener carencias de micronutrientes ya que existe una sobrealimentación desde edades tempranas (Isunza Vera, 2004).

Según un estudio publicado el Lic. Britos en el año 2005, “Los hogares no pobres, disponiendo de ingresos equivalentes al costo de dos veces la CBA (1), terminan consumiendo aproximadamente 3100 kilocalorías por adulto, dos quintas partes de las cuales provienen de alimentos saludables (aprox. 1200 Kcal.).” (Britos, 2005). Si se compara este valor con el recomendado para el adulto equivalente (2), está claro que el valor calórico total está aumentado en 400 Kcal. diarias (se recuerda que las mujeres y niños tienen valores calóricos diarios más bajos, en cuyo caso, el exceso calórico sería mayor).

Otro estudio argentino que refuerza y complementa este concepto de excesivo consumo de energía y grasas, concluye que “La ingesta de grasas para el grupo de mayor poder adquisitivo supera la recomendación del 30% de la energía en forma de grasas (…) y proviene en parte de una mayor ingesta de alimentos “obesogénicos”, que contribuyen con casi un cuarto de la energía total.” (Pueyrredón, 2004).

En oposición a esta situación, al pensar en la situación nutricional en la pobreza la primera asociación es, tal vez, la de una persona muy delgada y desnutrida. El concepto de desnutrición se asocia tradicionalmente al marasmo (3) y al kwashiorkor (4) (al que inevitablemente se lo grafica con los niños pobres de África). Pero en los últimos años, las poblaciones pobres han comenzado a padecer obesidad y, en países como la Argentina en la que la disponibilidad de alimentos es suficiente (5), este fenómeno se observa con mucha frecuencia. El paradigma del sobrepeso en la opulencia ya no continúa vigente para las sociedades modernas (Peña, 2000).

Los obesos de los niveles socio-económicos más bajos (los individuos bajo la línea de pobreza o indigencia), incrementan su peso corporal debido al excesivo consumo de hidratos de carbono económicos como son los productos de panadería, las pastas, los azúcares simples, el alcohol, etc., lo que se ha dado en llamar “calorías vacías” (6). En este caso sí existen deficiencias de micro y de macronutrientes dando origen a la denominada “desnutrición oculta”.

“Los hogares pobres, disponiendo de un nivel de ingresos equivalente al costo de la CBA terminan consumiendo aproximadamente 2700 kilocalorías por adulto, un tercio de las cuales provienen de alimentos saludables (aprox. 900 Kcal.).” (Britos, 2005). Para este caso, cabe la misma aclaración que para los hogares no pobres. Con respecto al consumo de alimentos “obesogénicos” en este grupo, se observó que es ≤17% del valor calórico total (Pueyrredón, 2004).

Por otro lado, a lo largo de la historia en la Argentina, los planes de ayuda alimentaria solían incluir alimentos secos (azúcar, fideos, arroz, legumbres, aceite, etc.) tanto por motivos de transporte y almacenamiento como por la concepción de que el pobre es delgado y se le deben suministrar alimentos de un alto valor calórico. En la actualidad, muchos planes contemplan la posibilidad de adquirir productos frescos por medio de la entrega de bonos, tickets o tarjetas. Con esta nueva metodología, los beneficiarios de estos planes o programas pueden concurrir a los comercios adheridos y así seleccionar dentro de una mayor variedad de alimentos. De todas formas, no siempre frutas, verduras, carnes y lácteos son de elección ya que son productos más onerosos y, a su vez, con mayores dificultades tanto para su preparación como para su conservación.

Con respecto al género, se puede afirmar que las mujeres son un grupo vulnerable en la alimentación, éstas priorizan la alimentación de los niños pequeños y de los integrantes de la familia que salen a trabajar (varones adultos como pareja, cuñados, hermanos) y son el sustento económico del grupo, quedándose ellas con infusiones y harinas, todos alimentos con calorías vacías (Aguirre, 2000). “Primero comen los niños, luego el hombre que trabaja, y la mujer se alimenta si queda comida, sino, toma mate y pan. Es una cuestión cultural.” (Gotthelf, 2004).

Abordando específicamente los alimentos, se sabe que las poblaciones más pobres consumen guisos o platos similares. No sólo por la facilidad de su elaboración, sino además porque en ellos se puede incluir cualquier tipo de alimento sobrante de otras comidas. Por otro lado, su alto poder de saciedad (denominado como “alimento rendidor” por esta población) y facilidad de preparación le otorgan un valor agregado para este tipo de poblaciones (Aguirre).

En la Primera Encuesta Nacional de Factores de Riesgo realizada en la Argentina en el año 2005, se observó que 1 de cada 3 personas no consume frutas y verduras en al menos 5 días por semana y a mayor ingreso se observó un mayor consumo de ambas (Ministerio de Salud de la Nación, 2005).

Con respecto a la deficiencia de micronutrientes, el hierro -mineral responsable de la anemia ferropénica- es uno de los nutrientes críticos a nivel nacional. Según la ENNyS, la prevalencia de anemia del país en las mujeres de 10 a 49 años fue de 18,7%, pero dentro del grupo de mujeres de entre 30 y 39,99 años de edad esta prevalencia aumenta al 24,7% siendo esta una etapa clave de la vida fértil. Además, se estableció que “en el 8,3% del total de la población de mujeres argentinas de 10 a 49 años se observó anemia y deficiencia de hierro en forma concomitante, mientras que en el 9,8%, anemia sin deficiencia de hierro” (Ministerio de Salud de la Nación, 2008).


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