La sangre, consideraciones historicas e ideologias relacionadas
Autor: Dr. Guillermo Murillo-Godínez | Publicado:  27/04/2010 | Historia de la Medicina y la Enfermeria , Hematologia y Hemoterapia | |
La sangre, consideraciones historicas e ideologias relacionadas .2

Historia de la transfusión (4):

Ovidio, en el octavo libro de La Metamorfosis, dice que Medea rejuveneció a Anquises (Aeson) sacando su sangre por los vasos del cuello y, reemplazándola por sangre de individuos jóvenes (o por una poción mágica), por eso se llegó a llamar a la transfusión, la “Cura de Medea” (88). Algunos dicen que al general Naamán (o, Naam), comandante militar de los ejércitos del rey de Damasco, Siria, Ben-Hadad, sus médicos intentaron curarlo de la lepra, removiendo la sangre de sus venas y reemplazándola por la de un soldado saludable (9); sin embargo, en 2 Re 5 (12), se cuenta que dicho general, fue curado de la dicha lepra, por Eliseo, quien le prescribió para ello, bañarse siete veces en el río Jordán. También se dice que la transfusión se remonta a los tiempos de los antiguos egipcios (86).

Uno de los episodios, en parte legendario, en la historia de la transfusión, es el sucedido en 1492, en ocasión de la última enfermedad del Papa Inocencio VIII (8) (2,8) (la vida personal de éste Papa puede ser cuestionable, desde el punto de vista ortodoxo católico actual, ya que era viudo (7) y, padre de ocho hijos (9) -dos de ellos fuera de matrimonio-; además, nombró arzobispo a un sobrino de 13 años para quien construyó en el Vaticano el palacio de Belvedere (10); e incluso, llegó a empeñar la tiara (5,6)). En cuanto a la última enfermedad de Inocencio VIII, a principios de 1492, se sabe que padecía de insuficiencia renal crónica (“hidropesía” (55)), que lo mantenía críticamente enfermo, alternando períodos de estupor con momentos de lucidez. Los médicos de Inocencio VIII habían agotado todas las terapéuticas de la época, basadas, sobre todo, en sangrías, encontrándose el paciente a las puertas de la muerte.

En ese momento apareció en Roma un "médico judío", según unos o, “un místico", según otros (1,2), que ofreció cambiar la sangre del viejo Papa "por la de jóvenes plenos de vigor y salud". Visto lo desesperado de la situación se hicieron los arreglos correspondientes y, se obtuvieron los donadores "voluntarios", 3 (2, según otros (55)) niños de 10 años (o, jóvenes, según otros (55)), autorizados por sus respectivas familias, mediante el pago de un ducado de oro a cada una. Una versión dice que la sangre fue extraída a los niños y transfundida al Papa (52). Otra versión refiere que el pontífice solamente bebió la sangre (como un brebaje) (9) pero que, cuando se dio cuenta de lo que le estaban haciendo tomar, ordenó perseguir al "médico judío" para someterlo a juicio (3). Sobre la causa de la muerte del pontífice, hay quien afirma que fue por una obstrucción circulatoria, a consecuencia de la transfusión (55) y, no por el síndrome urémico. Lindeboom (3) asevera que al ser sangrados los niños, como la sangre se coagulaba constantemente, la transfusión no fue intentada. Cuando se trató de detener al "médico judío", éste había huido, desapareciendo para siempre (4). También se afirma que, para obtener la sangre de los niños, se les cortaron las carótidas (los degollaron) (10,55). La extracción de sangre de los donantes, resultó, consecuentemente, en la muerte de todos, por hemorragia (11,55). Por otra parte, se dice, que el Papa, para remediar sus males, también se alimentaba del pecho de una madre lactante (11).

Las primeras ideas sobre la transfusión se atribuyen a Hyeronimus Cardanus (1505-1576) y a Magnus Pegelius. En 1615, Andreas Libavius (1546-1616) mencionó en su obra (11), un método para transfundir:

“Habiendo un hombre joven, robusto, lleno de sangre espirituosa y, también, un anciano, delgado, demacrado, con su fuerza agotada, que apenas pueda retener su alma; el artista ejecutante de la operación, tenga dos tubos de plata; deje entrar en la arteria del joven uno de los tubos y, de inmediato, abra la arteria del viejo e introduzca el otro tubo y, después, los dos tubos se unen, la sangre caliente y espirituosa del joven, se volcará en el anciano, como si fuera una fuente de la vida y, todos los datos de debilidad se disiparán” (79)

En 1628, Giovanni Colle (1558-1631), en su escrito (12), sugirió la transfusión, como un método para prolongar la vida (46). Daniel Major (1634-1693), administró medicación intravenosa mediante cilindros de plata y, también, sugirió que era posible inyectar sangre por la misma vía (84).

En 1936, se colocó una placa conmemorativa, en Casentino, Italia, en la casa donde nació Francesco Folli (1624-1685), el “descubridor de la transfusión” (61), quien dijo en su obra (13), publicada en 1680, haber realizado la primera, entre animales, el 13 de agosto de 1654, en Florencia, ante Fernando II de Medicis (44,46); sin embargo, en 1954, en el tricentenario de su supuesto descubrimiento, éste se ha puesto en duda (61). En 1656 (14), Christopher Wren (1632-1723) y Robert Boyle, infundieron (15) vino y eméticos y, en 1657, hicieron la inyección intravenosa (16) de cerveza y vino (17), en perros (79). Robert des Gabets, manifestó haber realizado una transfusión, en 1658 (46). En 1665, Johann Sigismund Elsholtz (1623-1688), médico de Federico Guillermo de Brandenburgo, publica en su obra (18), la primera referencia escrita de una inyección intravenosa en un humano (84). En el mismo año, Richard Lower (1631-1691) (19) y Edmund king, en Oxford, practicaron la transfusión entre perros y lo describieron en las Philosophical Transactions of the Royal Society, en noviembre y diciembre de 1666 (46). El 15 de junio de 1667, el francés Jean-Baptiste Denis, médico de Luis XIV, basado en varios supuestos:

- Que la naturaleza debe aprobar el principio del intercambio de sangre (todos los fetos comparten la sangre con la madre a través de la placenta).

- Que no hay nada de malo en recibir nutrición de los animales (el hombre se alimenta de leche y carne de las bestias).

- Que no se debía utilizar la sangre humana, pues sería una operación muy bárbara prolongar la vida de algunos acortando la de otros.

- Que la sangre animal tenía que ser con seguridad más sana que la del hombre, sin duda adulterada por excesos e irregularidades en la comida y en la bebida,

hizo una transfusión de un cordero, a un enfermo de 15 años, dando a conocer el experimento en el Journal des Savants y, en las Philosophical…, el domingo 22 de julio de 1667 (se suscitó una controversia sobre la primacía de la publicación sobre la transfusión en las Philosophical…, entre Lower y Denis - o, más ampliamente, entre Inglaterra y Francia -, la cual tuvo que ser aclarada por Henry Oldenburg (20), aunque, persiste en la historia de la medicina, por la rivalidad ancestral existente entre ambas naciones) (46); J.-B. Denis fue el primero en describir una reacción hemolítica post transfusional, la cual se presentó después que realizó una transfusión de un ternero, a Antoine Mauroy, el 19 de diciembre de 1667, a las seis de la tarde, quien sufría de un "frenesí ocasionado por una desgracia que había recibido en algunos amores" (81) y, cuya hemoglobinuria, fue descrita como “cólera negra”.

“…Su brazo se calentó, su pulso se aceleró, el sudor brotó sobre su frente, observamos mucho sudor en toda su cara, se quejaba de fuertes dolores en los riñones y en el estómago, no se sentía bien del estómago, mientras cerrábamos la herida vomitó todo el tocino y la manteca que había comido media hora antes, su orina era obscura, negra de hecho, como si hubiese sido mezclada con hollín de las chimeneas, parecía próximo a la asfixia si persistía en tal estado…” (23,74)

Cerca de dos meses después de una tercera transfusión, murió Mauroy (79) y, la viuda de Mauroy, Perrine Mauroy, acusó de asesinato a Denis (21) y, aunque éste fue exonerado (22), la Facultad de Medicina de París (23), en 1668, prohibió la transfusión por medio de un decreto diciendo que, ése procedimiento, era un método monstruoso que amenazaba la existencia misma de la especie humana, una práctica bárbara evocadora del canibalismo y, que provenía de “la trastienda de Satán”; en 1778, el Parlamento las declaró ilegales y lo mismo hizo el gobierno italiano (84). R. Lower y Edmund King, hicieron una transfusión de un carnero, a Arthur Coga, de 22 años, como tratamiento para un trastorno psiquiátrico, el 23 de noviembre de 1667, sometiéndose el paciente al experimento por el pago de veinte chelines. Paolo Manfredi, describió en su obra (24), de 1668, la forma de transfundir de humano a humano (46). En ése mismo año, Giovanni Guglielmo Riva (1627-1679), realizó transfusiones de corderos a enfermos tísicos; pero ya un año antes había hecho una demostración, descrita en su obra (De triplici infusionis sanguinis experimento) (46).

Se llegó a creer que con la transfusión, sería posible llegar a curar la pleuresía, la viruela, la lepra, el cáncer, las úlceras, el fuego de San Antonio-erisipela-, la locura, la decrepitud y, “otros males emanados de la malignidad de la sangre” y, la técnica se difundió por Alemania, Holanda e Italia, pues, según algunos, también podía curar el escorbuto y, otras “erupciones devoradoras”. Todavía en 1849, se prescribía la transfusión para la dispepsia, el espasmo esofágico, la disentería y, la fiebre prolongada (88).


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